Adelpha: de cuatrocientas denuncias en dos años de existencia
Más de cuatrocientas denuncias públicas, un número casi imposible de precisar de expedientes, visitas, inspecciones, conferencias, mesas redondas y actividades diversas en defensa del patrimonio histórico artístico español, que han cuajado muchas veces en el éxito y otras están esperando solución, resumen las actividades de Adelpha (Asociación para la Defensa del Patrimonio Histórico Artístico) en los dos años de existencia de esta organización. José Luis Souto, uno de los cuatro vicepresiden tes de Adelpha, contestó para EL PAIS a la siguiente entrevista:
«Lo más importante de nuestro trabajo -dice José Luis Souto- ha sido, creo, la labor de concienciación sobre la necesidad de conservar lo que podemos llamar el patrimonio, y extender el concepto de lo que nosotros entendemos por tal. Frente a la idea tradicional de patrimonio como monumento aislado y fundamentalmente artístico, este concepto se refiere más al aspecto histórico, y más que al monumento, a los entornos. Se trata, pues, de conservar con criterios más amplios que los únicamente artísticos y arqueológicos zonas enteras, ciudades enteras que conservan como grupo una entidad. Por ejemplo -sigue diciendo-, la estación de Atocha, su inclusión en el precatálogo de Madrid, y, en definitiva, el que no se tire, responde a este tipo de criterios. La alternativa, en este caso concreto, sería, o bien convertirla en aula del museo Arqueológico-donde podrían caber grandes piezas- o en invernadero del jardín Botánico, por ejemplo.»Aunque la intervención de Adelpha se ha ejercido- a nivel de todo el país, donde más fuerza ha tenido, y quizá los éxitos más espectaculares, es en la ciudad de Madrid. Sobre esto dice el señor Souto: «Madríd era, efectivamente, una ciudad sin ningún tipo de protección, sometida además a la especulación más desatada y al crecimiento más espasmódico. Además es una ciudad pobre, en el sentido de que falta arquitectura medieval, no hay apenas renacimiento y el barroco es bien escaso. Sin embargo, es una ciudad con fuerte personalidad, con esa arquitectura conventual, de viejos caserones y casas de monjas que en su mayoría han ido desapareciendo. Y luego está ése Madrid decimonónico, galdosiano, esa arquítectura ecléctica que para nosotros tiene tanto encanto y que ha dejado construcciones que ha dejado construcciones suntuosas, burguesas, estupendas.
«A nivel nacional -sigue diciendo- lo que pretendemos es que se conviertan en monumento, esdecir, en zonas estatalmente protegidas, todos aquellos enclaves de valor histórico o artístico catalogados en el inventario resurnido de 1967, algunos de los cuales, de entonces a hoy, ya han sido destruidos o están en vías. Y esto se puede y se debe hacer en un solo decreto.»
Respecto a Madrid, además de la! zonas no catalogadas hay edificios que peligran. Por ejemplo, dice: «El antiguo palacio de los, duques de Plasencia, hoy embajada de Turquía; la imprérita del Quijote, es decir, el viejo hospital de incilarables; el hopital de Maudes, cuya operación de compra por la Diputación hemos conseguido parar, dado que las monjas de la Caridad no son propietarias y la fundación no existe de hecho. El Estado debe disolver esta fundacíón y hacerse cargo del viejo hospital, que corre peligro de ruina. El palacio de Talara, que ha sufrido ya dos derribos ilegales; el cuartel del Conde Duque, al que pone en peligro el propio Ayuntamiento con ese plan de agregarle un piso más; el convento de las Comendadoras.
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