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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Húmeda, abarrotada, la memoria yace

Erase una vez un país que no era. Un país de subterráneos y desaparecidos, pantano de lechuzas y de niños sin dedos. Poblado por vigilantes del tiempo, canónigos, encamisados refulgentes señores de las fiestas, fiscales, capataces, simios y dominadores del alba. A la cabeza, el depredador, sin más signos que sus parcas palabras, mostrando sus lejanías y sin que nadie viese nunca su risa... Hubo una vez un país de rostros desvaídos y ateridos mercaderes, de personal de la trilla y la galera, habitantes de cuevas a los que se recordaba haber sido vencidos en líneas de siglos...Sin duda, la poesía es un género incómodo, cerrado, doloroso. Difícil compaginarla con bellas muchachas ofreciendo su laxa fragilidad al sol de las parederas. Más difícil todavía es el poema épico describiendo la sordidez de unos tiempos en que la epopeya de un pueblo ha quedado oculta por la niebla de un pantano en el que sólo croan las ranas. José Antonio Gabriel y Galán aborda en Un país como este no es el mío una empresa difícil: comunicar un estado de ánimo, y a su través, un estado de cosas, perdido cotidianamente en su trágica globalidad, diluido en su propio desamparo. Gabriel y Galán sabe que, para bien y para mal, la llamada poesía realista ha muerto y que las palabras han sido robadas o al menos esquilmadas hasta el límite. Entonces, la recuperación del verbo ha de tropezar necesariamente con un problema de comunicabilidad. Pero el guiño al lector está excluido. Ciertas complicidades en literatura han tocado techo, probablemente para bien. El autor, en la contraportada, pide una lectura «no excesivamente localista» para su libro. La recomendación es importante, aunque probablemente inútil. Sin embargo, no es sólo de un tiempo y de un país de lo que habla Gabriel y Galán. Su lenguaje (a menudo hosco, como tallado en granito), estudiadamente abstractizado, tiene mucho más que ver con maestros foráneos (Saint-John Perse, especialmente) que con los locales de los que, no obstante, no intenta sustraerse. Pero huir de cualquier sujeción, histórica o escolástica era imprescindible para conseguir una densidad de clima que permitiese, de alguna manera, su universalización. El Gulag es, en definitiva, un archipiélago universal, de difícil ubicación geográfica. Las filas de los derrotados en el combate por la libertad son infinitas, mientras el vientre fecundo que engendra depredadores de hombres no tiene nacionalidad, ni tiempo.

Un país como este no es el mío

José Antonio Gabriel y Galán. Poesía Hiperión.Ediciones Peralta. Madrid, 1978.

Pero si Un país como este no es el mío admite una lectura no condicionada por la comprensión de nuestra más reciente historia, ya que el esfuerzo de trascender los poemas está plenamente conseguido, lo cierto es que la mayor fuerza expresiva de éstos se relacionan y comunican muy directamente con el espeso fango segregado por la dictadura. La Historia contará lo que ha pasado en estos años. La sociología intentará explicarlo. Quizá la poesía tenga que mostrar la perplejidad, el asombro y ese miedo de los sueños que impide echar a correr, que no reconoce los contornos, que apenas tiene rostro. Dentro de muy poco nadie querrá saber nada de ese tiempo. En realidad, muy pocos quieren saber ya lo sucedido. Húmeda, abarrotada, cúbica, la memoria yace, dice uno de los poemas de este libro. Se hace preciso entonces reflejarlo. La poesía será algo así como un mojón en el desierto. Quizá Gabriel y Galán lo sepa y ha elaborado los poemas a golpe de cincel, sembrándolos de palabras que son en sí mismas como esculturas pétreas en un banco de arenas fluidas. Poemas fríos que no intentan despertar emociones (salvo en algún pequeño, y justificado, homenaje a un político comunista), pero que tienen la sabiduría de levantar la siempre agazapada angustía, de no justificar el miedo; de no preguntarse qué éramos y dónde estábamos cuando medio país no podía ser ni estar.

Por último, y es otro gran logro de este libro, Gabriel y Galán se cuida de no contraponer a la oscuridad el resplandor de ninguna futura aurora. El futuro es también el ayer, las mañanas seguirán siendo pálicas. Una voz dice: grita. Y otra responde: ¿qué he de gritar? No, no sería válido engrandecer la esperanza de los muertos, magnificar la tragedia, hacer una vieja guardia de dolientes. De ahí a la nostalgia del revival sólo habría un paso. Y aquellos no eran tiempos que merezcan buscar en ellos lo perdido, ni siquiera la propia identidad.

Sería de desear que este libro no pasase desapercibido, mucho menos dentro de ese campo tan poco frecuentado de lectores que es la poesía. Sería grave. Después de Descartes mentía (su libro anterior), en Un país como este no es el mío Gabriel y Galán, marginado de corrientes, modas y antologías novísimas, demuestra sobradamente que merece una atención como poeta nada circunstancial, como investigador en un terreno excesivamente acotado y con nombres no siempre justificados en su calidad. Un buen libro de poemas es tan poco frecuente como una buena novela o un buen ensayo. Este es excelente. Testimonio ¡mpotente de una época que como un colchón de clavos tenemos todavía bajo nuestras nalgas. Lo que sucede es que, al contrario de lo que empieza a ser normal, Gabriel y Galán no ha querido poner ninguna almohadilla. Ni siquiera en el lenguaje.

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