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Objetivos para 1979

La construcción y los servicios protagonistas, de la creación de empleos

La necesidad de crear anualmente 200.000 nuevos puestos de trabajo está claramente fundada en dos grupos de razones: de una parte, en el crecimiento de la población española, y de otra, en el propósito de que esta población encuentre salida en las actividades económicas del país y no aumente las cifras de paro o disminuya las de actividad. Para alcanzar este objetivo de empleo es necesario apostar por un crecimiento del producto interior bruto a precios constantes del 4,5% anual acumulativo, junto al 1,6% de la población ocupada, lo cual implica un incremento de la productividad del sistema económico en el 2.9% anual.

A esa meta no se puede llegar, como es obvio, por un crecimiento uniforme del empleo ni de la, producción. Los sectores productivos se han de comportar de forma diferente y de esa diferencia debe partirse. Para analizarla, una desagregación elemental puede ser útil. Es la que se recoge en los cuadros 2 y 3, y en la que se diferencian los tres grandes sectores de la economía, según la distinción iniciada por Colin Clark hace muchos años, y hoy incorporada a todas las estadísticas de población: sector primario, con agricultura y pesca; sector secundario, en el que se han diferenciado dos grandes rúbricas, la industria y la actividad de la construcción por responder a comportamientos heterogéneos bien conocidos, y el sector terciario, cuya presencia ha ido ganando posiciones en la dedicación de la población activa española, y cuyo peso en la producción nacional totaliza más de la mitad del PIB.

Es a partir de esa diferenciación sectorial elemental como interesa analizar los problemas que plantea la consecución de las cifras de empleo del programa.

La experiencia como punto de partida

Ningún programa normativo puede olvidar las tensiones que su defensa origina en una economía, y de aquí que para postular unas cifras de empleo, crecimiento productivo y desarrollo de la productividad sectoriales sea preciso conocer los datos que la experiencia española nos suministra. Una serie histórica se recoge en el cuadro 2, dividida por quinquenios que resultan significativos y de los que se separan las cifras más recientes de la experiencia vivida tras la crisis.

Una lectura de los resultados del cuadro 2 no deja de ser aleccionadora: en ningún quinquenio de los analizados la economía española logró incrementos del empleo que alcanzaran el 1 % anual acumulativo, a pesar de que la población española crecía entre el 1 y el 1,2% anual y de que el crecimiento del PIB se situó, en la década de los 60, por encima del 7% anual acumulativo en términos reales. Como consecuencia de este comportamiento, el sistema económico español generaba paro, emigración y caída en la tasa de actividad de su población.

Este comportamiento se ha agudizado en el último trienio, en el que los empleos han pasado a ser negativos en todos los sectores, con exclusión del sector de servicios, incapaz, sin embargo, de compensar con sus valores positivos la caída en el empleo de los restantes sectores productivos.

En este comportamiento poco favorable del empleo en España ha jugado un papel destacado una fuerza que constituye, sin duda, la causa del más importante de los cambios sociales registrados en España: el éxodo rural y la crisis de la agricultura que se halla detrás de él. Una estampida del campo se produce en España en los comienzos de la década de los 60, a tasas que superan el 2% anual acumulativo y que se aproximan al 4% en el quinquenio inmediatamente anterior a la crisis económica. Y esas tasas no han disminuido en sus valores tras de la crisis energética de los 70. Por el contrario, se han mantenido en un clima de trabajo que hace muy difícilmente explicables esos movimientos. En efecto, el crecimiento de los servicios, la construcción y en menor medida la industria, ofrecieron tasas muy positivas en sus niveles de empleo, pero insuficientes para compensar la caída en el empleo agrícola y absorber así los incrementos de población activa que el dinamismo demográfico de España imponía. Esa situación se ha agudizado más aún en los tres últimos ejercicios, en los cuales la caída de la población agrícola se ha correspondido con caídas asimismo de la industria, de la construcción y con valores muy cortos del sector servicios. Se da así la paradoja, un tanto desconcertante, que se ha registrado también en otros países mediterráneos, aunque no con la fuerza con que se presenta en España, de que la producción de la población activa en la agricultura es más fuerte que la capacidad de absorción de la población activa de los sectores no agrícolas. La población agrícola parece renunciar en España a sus empleos, no ya para conseguir trabajos mejores y más rentables que en otros sectores, sino para militar en la población inactiva o en la parada, hecho que agrava las cifras reducidas que la actividad presenta en España y empeora las cifras crecidas que el paro ofrece en nuestro país.

El crecimiento posible del empleo

La primera pregunta que un programa económico debe hacerse de cara a 1979 es la de cuantificar,. la vista de la experiencia español, que acaba de resumirse, cuál sería el crecimiento posible del empleo que nos llevase hacia las cifras que hemos considerado como un objetivo. Para dar respuesta a este cuestión fundamental debe partir se de dos hechos que el conocimiento de la realidad pasada y de la situación presente configura como poco discutibles. De una parte, ni el sector agrario ni el sector pesquero, integrantes de la producción primaria, van a estar en condiciones en el próximo trienio de aumentar sus demandas de trabajo. Es también evidente la existencia de sectores industriales en crisis: siderúrgico, naval, bienes de equipo y textil, en los. que una reestructuración realizada con el máximo sentido de la comprensión de sus problemas reclamará ineludiblemente la reducción de sus empleos.

Evaluar esta incidencia negativa en la ocupación planteada por tales sectores constituye una necesidad del programa, al igual que la precisión de la cifra de transferencias e inversiones que la reestructuración de los sectores en crisis necesita,

Previsiones

Por lo que respecta al sector agrario, no podrá proseguir cediendo población activa en la forma que lo hizo a partir de 1960. Caídas en la población activa agraria a tasas del 2% anual obligarían a crear 50.000 puestos de trabajo adicionales por año para mantener la misma tasa de actividad de la economía española, La previsión realizada en el cuadro 3 estima un descenso anual del empleo agrario del 0,5%, lo que supondrá una reducción en el trienio 1979/81 de 36.800 empleos agrarios. En el sector pesquero se contempla la caída del empleo a una tasa anual del 2%. Finalmente, los sectores industriales en crisis, a través de sus programas de reconversión, deberán ceder parte de sus plantillas. Una estimación realista de esta circunstancia podría cifrar en 40.000 puestos de trabajo los que en estos sectores habrán de amortizarse en el próximo trienio si se quiere responder a un reajuste inevitable de la producción.

Frente a esta cara negativa debe orientarse la acción del empleo en los restantes sectores industriales, en la construcción y en los servicios, que habrán de generar al final del período los 600.000 puestos de trabajo que pide el objetivo del programa más los 83.300,que exige la reestructuración sectorial. La industria, con 136.900 empleos; la construcción, con 110.200, y el sector servicios, con 396.700 puestos de traba . o constituyen los objetivos posibles de ocupación que responden a unas tasas de crecimiento de 1 empleo del 1,3, del 3 y del 2%, respectivamente. Tasas, sin duda, elevadas, si se comparan con las de la experiencia histórica reciente, pero posibles si se articula como se debe un programa de política económica adecuada.

Estas tasas de crecimiento del empleo deben conseguirse con un crecimiento de la productividad del sistema del 2,9% anual acumulativo para alcanzar un crecimiento del 4,5 % del PIB. Esos crecimientos globales de la productividad y del PIB obligan a fijar objetivos al crecimiento de la productividad en los distintos sectores, si queremos realizar una actuación coherente. Los crecimientos de la productividad deberían ser del 4,9%, en la construcción; del 4,8%, en la industría (excluidos los sectores en crisis), y del 1,7%,en las actividades, terciarias. Si se atiende a los datos que suministra la experiencia histórica vuelve a comprobarse que esas cifras son posibles, aunque ambiciosas, y que han de reclamar una cuidadosa atención en los programas de los distintos sectores y en su ejecución concreta.

El cuadro de la evolución sectorial contempla, asimismo, los sectores con problemas críticos y ev'alúa no sólo las caídas de empleo, sino las pérdidas de productívidad, que cifra en el 2,5%. Este valor, si el ajuste del empleo se produce, puede ser perfectamente realizable en los próximos años.

El conjunto de objetivos sectoriales que se encierran en las cifras que acabamos de glosar y que el lector tiene disponibles en el cuadro 3, plantean una estructura del empleo y de la oferta posibles para los próximos años, pero no realizables sin un considerable esfuerzo. Ese programa sectorial debe irse llenando de contenido por la política económica, que deberá ofrecer al país, cuanto antes, el programa de inversiones públicas que permita su realización. Por otra parte, la ayuda a los sectores en crisis deberá ser rigurosamente limitada, si quieren alcanzarse valores positivos en el empleo en otros sectores que demandan los fondos públicos que no pueden distraerse en los sectores en crisis más que a costa del para y la falta de desarrollo generales. Ese es fuerzo de la inversión pública debe estar presente también en un programa de construcción de vivien das que se halla detrás de las cifras que el cuadro Irecoge para el sec tor de construcción y en los incre mentos de empleo que registra. La experiencia de los años vividos con la crisis han mostrado un funcio namiento absolutamente inade cuado del sector de la construcción, que debe desempeñar un papel destacado en la recuperación de las cifras de empleo, aunque en manera alguna debe hacerlo apoyándose tan sólo sobre el presupuesto y las subvenciones. El país necesita una política imaginativa, diligente y mejor ejecutada en el sector de la vivienda, y esa política demanda muchas más cosas que las soluciones burdas y elementales de pedir más gasto público o un aumento de los coeficientes de las instituciones de crédito.

A una última reflexión invitan las cifras del cuadro 3: la que se desprende de sus cifras de productividad sectorial. La acción sobre los sectores debe ser la que el cuadro 3 recoge, para que tenga sentido hablar de un crecimiento del 4,5% del PIB. Aumentar la actuación en el sector terciario en vez del industrial, porque en él existan más facilidades de empleo, exigiría un comportamiento de las rentas salariales en consonancia con estos cambios. Cuándo una economía busca empleo, sus intérpretes tienen que ser conscientes de que la productividad ha de orientar el nivel de retribuciones si esos empleos deben ser duraderos y los productos obtenidos competitivos.

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