Tanzania o el "socialismo autogestionario africano"
Dos acontecimientos mayores han marcado profundamente la deriva del régimen tanzano; a partir de la declaración de independencia en diciembre de 1961: la constitución de una República Unida, en 1964, entre la antigua Tanganica y la isla de Zanzíbar, y la adopción, tres años más tarde, de la llamada «Declaración de Arusha», verdadero credo político-social centrado en torno a la idea de un socialismo «autogestionario africano».Una de las determinantes de esa orientación política radica en dirigir el máximo de energías a la reconstrucción rural, partiendo de la formación de aldeas socialistas, conocidas con el término de ujamaa, organizadas bajo el sistema de producción cooperativista. Más de trece millones de personas (el 70 % de la población) residen actualmente en 7.684 comunas de ese tipo.
Adscribir el socialismo tanzano a una esfera ideológica es, sin embargo, una tarea harto aventurada, no obstante cierta similitud aparente con el pensamiento maoísta: «Contar con sus propias fuerzas.» Al profundizar en los orígenes del desarrollo tanzano la impresión más contundente es percatarse de que Tanzania ha sido, en sustancia, la obra pode rosa de un político visionario llamado Julius Nyerere.
Once años después de plasmar constitucionalmente la definición de «Estado socialista», el propio presidente Nyerere ha reconocido que harán falta treinta años más, por lo menos, para alcanzar esa meta, en la medida en que subsisten grandes desigualdades en el país y se extiende la ineptitud de sus responsables.
Fusión de partidos políticos
En 1977 los tanzanos vieron aparecer una nueva formación política, el Partido Revolucionario, conocido en swahili como el Chama Cha Mapinduzi, producto de la fusión de los dos partidos que existían hasta esa fecha, la Unión Nacional Africana de Tanganica (TANU) y el Partido Afro-Shirazi de Zanzíbar. Ese mismo año fue aprobada una nueva Constitución de corte más radical que la precedente.
No fue fácil, con todo, la constitución del Partido Unico, debido a la persistencia en una parte de la clase dirigente de Zanzíbar del sentimiento de ser devorados políticamente. Dando pruebas del mayor tacto, Nyerere ha dosificado juiciosamente los estamentos rectores. El primer ministro de Zarizíbar, Abud Jumbe, conserva la vicepresidencia de la República y, por otro lado, la isla conserva su propio Parlamento, responsable de todo aquello que concierne a la administración interna. Tras la fusión de ambos territorios se había producido un conato de insurección en Zanzíbar, en el que resultó asesinado el jefe del Gobierno Sheik Karume. Sobre la ola represiva desatada con posterioridad y el número de ejecuciones sumarísimas llevadas a cabo en la isla, se mantiene en Dar-es-Salaam un silencio muy significativo.
La historia de los diversos movimientos africanos que se opusieron en Tanganica al dominio del imperio alemán, primero, y a la colonización británica, posteriormente, está salpicada de connotaciones tribales y elitistas. Antes de 1940 no existió, básicamente, una organización política que pueda ser considerada como tal. La Asociación Africana de Tanganica, fundada en 1936 e inoperante hasta cuatro años más tarde, fue el embrión del primer movimiento nacionalista.
La formación del TANU en 1964, en el que se integró la asociación aludida, modificó la naturaleza de las acciones políticas y los actos de relativa violencia de sus partidarios. El término uhuru (libertad) se convirtió en el lema del movimiento al que Nyerere imprimió un giro decisivo al transformarlo en una organización de masas, en la que se prometía combatir con tenacidad al tribalismo.
La dirección política del TANU constituyó en 1961 el primer Gobierno de la independencia sin tener la menor convicción socialista. Sus integrantes estaban, motivados, según el propio Nyerere, «por la creencia de que la independencia significaría satisfacer sus ambiciones personales», y el incremento del número de africanos propietarios de automóviles era visto como un síntoma de progreso social.
Arusha marcó, en consecuencia, el punto de ruptura con las anteriores teorías y permitió a Nyerere totalizar el poder, aunque sin la visión tiránica de un reyezuelo. La formación de Tanzanía ejemplarizó la viabilidad de fusión efectiva entre diversas comunidades raciales y religiosas, mientras que la identificación con los movimientos de liberación de Rodesia, Namibia y Africa del Sur daban a Nyerere otra importante faceta panafricanista.
El presidente Nyerere ha sido invitado reiteradamente a plasmar el sentido de la coherencia del socialismo tanzano, a partir de una de sus expresiones utilizadas en 1962, en la que afirmaba que el socialismo «es un estado mental» del individuo. Pero en la práctica el dirigente tanzano admite que se ha producido un desfase con los escritos doctrinales de los clásicos marxistas, que tendrían poga aplicación en este país.
La dialéctica de Nyerere se ha ido cargando, progresivamente, de pragmatismo, si se comparan las declaraciones futuristas contenidas en su obra Ensayos sobre el socialismo, publicada en 1962, y lo expuesto el año pasado en el discurso conmemorativo de los diez años de la reunión de Atusha, La férrea voluntad del líder tanzano por sacar a su país del grupo de las veinticinco naciones más pobres del mundo, lo ha llevado a definir la industria, todavía naciente, como el principal eje de desarrollo.
«Lamentablemente -estima Nyerere- cerca del 48% de todas las inversiones tendrán que seguir siendo financiadas por donaciones extranjeras, en las que siempre queda comprometida una parte de nuestra independencia.»
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