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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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Bukowski

Vuelvo del veraneo y me encuentro a la progre leyendo a Bukowski.-Cuando me fui andabas por Palacio Valdés- le digo.

-Cada otoño vuelves más reaccionario, amog.

Vale. La moda es Bukowski, entre progres madrileñas. Yo dudo incluso de que el tipo se llame así Angelito Harguindey le ha dedicado un bello artículo en este periódico:

-¿No te gusta Bukowski?- me dice.

-No.

Y Jorge Herralde, el editor de Bukowski en España (muy mal traducido), me escribe una carta:

-Raro que aún no te hayas interesado por Bukowski.

No es Henry Miller, qué le vamos a hacer. Es una mala bestia que ha decidido montarse en el dólar a base de orgasmos y otras violencias literario-anales.

El otro día, en Salamanca, montaron en la Universidad un coloquio-sobre literatura a base de Cela, Torrente y yo. Había universitarios de casi cuarenta países. Alguien preguntó por lo que se hace ahora mismo y dije lo que pienso: que aquí estamos imitando, no ya a los franceses, como ha sido costumbre reverenda de nuestros ancestros, sino a los anglosajones, pero a los anglosajones de hace medio siglo (que es lo que suele llevar de arrastre la cultura española respecto de la europea).

-Parecemos escritores anglosajones traducidos por un traductor aburrido y mal pagado- dije en el paraninfo salmantino, y Fray Luis y Unamuno, tan castellanos de su castellano, me hacían eco, y me parece que Cela hasta asintió con un murmullo.

Porque lo que pasa es que la vanguardia de la literatura en inglés no está hoy en Inglaterra, sino en Estados Unidos: Bukowski, Tom Wolfe, Nora Epron, Maller, los herederos de Miller, Keruac, Gingsberg y los beatniks (los hippies no fueron una generación literaria: se les daba mejor la talabartería y hacer collarcitos de pepita de sandía).

Incluso el tan famoso (y malogrado por el cine) Woody Allen. Siempre he sido enemigo de las traducciones, pero, asimismo, tengo que decir, a la inversa, que a un gran escritor no hay traductor que lo mate: Miller es tan bueno en inglés como en argentino, con naftas y plomeros, como en castellano, correctamente traducido por Alfaguara. Bukowski es literariamente, una mala bestia.

Le proponen hacer una visita al viejo Henry Miller:

-Su rollo me aburre- dice.

Pero luego va a verle y se inventa una entrevista falsa y mala. Las entrevistas conviene que sean falsas, pero no malas. Bukowski, en fin, me parece la última expresión de brutalidad, de torpeza, de anarquía sin gracia y zafiedad sin estilo (ah el exquisito estilo de la zafiedad en Sade, en Joyce, en Miller), el último eructo de libertad que necesita la sociedad yanqui para creerse todavía libre, todavía liberal, pese a que Carter haya hecho de África su Vietnam y le prepare ya a Somoza un sucesor somocista.

-Han descubierto, por fin, que nunca han sido un pueblo libre, que todo era un engaño de la televisión, y han decidido, los yanquis, sustituir la libertad por el mal olor, el liberalismo por la ordinariez y la democracia por las deposiciones intestinales. Eso es Bukowski- le digo a mi progre.

-Vete a la merde.

-Menos mal que todavía traduces la influencia de Bukowski al francés, amor.

Detrás del fenómeno Bukowski -un hombre maduro y tosco que busca desesperadamente una gloria cloacal, como última oportunidad- está todo el caso de la sociedad americana: una sociedad que ha adoptado la ordinariez como última forma degradada de la libertad, ya que otra libertad no les dejan. En Bukowski ha cristalizado todo eso. En Bukowski se ha craquelado de prestigio y dólares devaluados la inmensa defecación americana. Mi amor se chupa el dedo para pasar la página y sigue con Bukowski.

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