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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
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El PC francés y la adhesión de España a la CEE

(Miembro de la Comisión internacionl del PSOE)

Georges Marchais, secretario general del Partido Comunista francés, en su libro Le defi démocratique se extiende en la explicación de los afanes internacionalistas y solidarios de su partido a través de varias páginas, en las que pueden leerse, entre otros, los siguientes propósitos:

«El sentimiento de una solidaridad profunda con las fuerzas progresistas de otros países, de una fraternidad entre los hombres animados de un mismo ideal por encima de las fronteras es antiguo y profundo en nuestro partido. »

«Es esta conciencia internacional la que hace que el Partido Comunista defienda sin distinción de nacionalidad a todos los explotados por el capitalismo francés; que acoja en sus filas, con los mismos derechos, a los trabajadores inmigrados al lado de los trabajadores franceses ... »

«Por ello los comunistas del mundo entero otorgan la mayor importancia, por una parte, al intercambio de experiencias y, por otra parte, a desarrollar una acción común por lo que se refiere a las grandes cuestiones internacionales del momento. »

Nadie puede discutir la belleza de las palabras contenidas en tales líneas. Lo que es necesario preguntarse, sin embargo, es si la estética verbal de Georges Marchais coincide o no con sus verdaderos sentimientos y los de su partido, y, en todo caso, cómo armoniza el Partido Comunista francés la solidaridad y fraternidad de los hombres «animados de un mismo ideal», la comunidad de intereses de los trabajadores, la conciencia internacional «otorgante de una fuerza suplementaria a las luchas de los trabajadores», con sus posturas claramente egoístas y netamente antiinternacionalistas manifestadas en numerosas ocasiones, y más recientemente con ocasión de la campaña que con una virulencia inusitada ha desencadenado el PC francés en el país vecino en contra de la ampliación de la Comunidad Económica Europea a Grecia, España y Portugal.

El Partido Comunista francés y su secretario general no sienten una pasión enorme por la CEE. Parten de la base que el Mercado Común responde, en su origen, a la estructura de la guerra fría y supone, en definitiva, una construcción capitalista. Establecidos estos principios básicos, Georges Marchais concluye en su libro que el Mercado Común existe, que los lazos económicos que ha generado entre los países miembros no pueden ser rotos sin perjuicio para cada uno de ellos y que el advenimiento de la izquierda al poder en Francia es perfectamente compatible con la prosecución de las actividades de este país en el seno del Mercado Común.

Dejando a un lado la vaguedad y generalización de los análisis del secretario general del Partido Comunista francés sobre los orígenes del Mercado Común, explicables, en parte, por la naturaleza del libro al que nos hemos referido, lo cierto es que cualquier socialista español puede sentir la misma ausencia de pasión por la CEE que sienten Georges Marchais y su partido..., si no comprendiésemos que la integración de nuestro país en la órbita de las democracias occidentales europeas y de la institución que mejor las representa supone para España una garantía política y económica de nuestro porvenir, a condición de que las negociaciones para dicha integración se hagan con la mayor habilidad posible en el marco de un respeto estricto de los intereses legítimos de todas las partes.

La Europa de los trabajadores

Marchais escribe, asimismo, que «solamente una Europa democrática» de los trabajadores y de los pueblos podrá ser una Europa independiente, una Europa capaz de establecer, tanto con Estados Unidos como con los países socialistas, unas relaciones de cooperación fundadas en la estricta igualdad de los derechos e intereses de los pueblos».

De esta idea fundamental sí que participamos con pasión los socialistas, para los que la vocación internacionalista es algo más que puro verbalismo. Para nosotros, socialistas y demócratas convencidos, la solidaridad europea, sin distinciones de países, es una condición necesaria para la construcción política de una Europa libre e independiente.

Al mismo tiempo que creemos que el socialismo es indispensable para el nacimiento de Europa, estimamos que la dimensión europea es necesaria para la realización de un verdadero socialismo. En el estado de desarrollo en que se encuentra actualmente el capitalismo internacional, cualquier tentativa individual de un país de escapar a los mecanismos del mercado está abocada al fracaso, especialmente en los países de Europa en los que se trata de intentar la transición al socialismo desde una realidad económica e industrial avanzada, y en los que el socialismo debe ser sinónimo de libertad.

Estas razones, que se inscriben en una tradición internacionalista nítida y perdurable, son las que impulsan a nuestro partido en sus planteamientos en favor de la integración de nuestro país en la CEE, planteamientos que, al parecer, deben chocar enormemente al Partido Comunista francés, para el que no tenemos otra cosa que exportar a los países de Europa que nuestra «miseria».

Nuestro país, sin embargo, llegará a satisfacer la vocación europea, que en su día le fue frustrada, a través del instrumento de una odiosa dictadura, precisamente por la falta de solidaridad de las naciones europeas, cuya deuda de gratitud para con nosotros será eterna.

Tal vocación no podrá ser impedida ni tan siquiera por los planteamientos chauvinistas, reaccionarios y caducamente nacionalistas del Partido Comunista francés y de su secretario general, los cuales, curiosamente, vuelven a coincidir en el tema de la adhesión de España a la CEE con la actitud y postura de la derecha más retrógrada del país vecino, representada en este caso por el señor Chirac y su partido, el RPR.

La historia en este caso vuelve a repertirse. En los años cincuenta, en la hora del nacimiento de la CECA, el Gobierno francés se encontró con la oposición del Partido Comunista y de la derecha más intransigente y nacionalista representada por el RPF. En aquella ocasión, el Partido Comunista francés, predicador de una hecatombe económica para Francia, se equivocó en sus predicciones y, además, no pudo impedir el nacimiento de la CECA. En el caso de España, los planteamientos del PC francés son igualmente equivocados, electoralistas y egoístas y, desde luego, no podrán impedir algo que los tratados de Roma y París garantizan, cual es la integración en las Comunidades Europeas de un país, como el nuestro, geográficamente europeo y políticamente democrático.

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