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Divergencias sobre el carácter del fallido golpe de Estado contra Somoza

Uno de los pilares básicos en los que Anastasio Somoza, presidente de Nicaragua, se ha apoyado para conservar el poder, la Guardia Nacional, se está resquebrajando rápidamente. Así lo prueba la detención de 85 miembros de dicho cuerpo armado, a quienes se acusa de participar en una conjura cívico-militar para derribar a Somoza. Es la primera vez, en la reciente historia nicaragüense, que se produce un distanciamiento de tal categoría entre la dinastía somocista, que domina el país desde hace cuarenta años, y la Guardia Nacional, que más que un Ejército regular, ha actuado como una guardia pretoriana del dictador y su familia.

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Con este importante y nuevo dato en la mano ya se puede afirmar sin ningún tipo de falso optimismo que Tachito Somoza ha iniciado el camino sin retorno de su definitivo alejamiento del poder. Abandonado por ¡a burguesía media y el empresariado que otrora le apoyó, contestado por la Iglesia y sin las bendiciones norteamericanas de que disfrutó en otro tiempo, a Somoza no le quedaba en su círculo de confianza, hace unas semanas, más que su propio entorno familiar, los grandes recursos económicos que controla el clan, unos cuantos políticos leales y la monolítica Guardia Nacional. Si este último grupo (o, al menos, una sensible parte de él) le ha vuelto la espalda como dan a entender las noticias sobre un frustrado golpe de Estado) el dictador nicaragüense no tiene fuerza material para permanecer al frente de la presidencia de la República.Son muy contradictorias las noticias sobre el origen de las detenciones militares. Unas versiones señalan que entre Somoza y altos jefes de la Guardia Nacional se produjeron situaciones muy tirantes durante los días en que el Frente Sandinista de Liberación tomó el Palacio Nacional. Según parece, los militares se opusieron firmemente a cualquier negociación entre el Gobierno y los guerrilleros, y eran partidarios de realizar una operación de rescate. La decisión de Somoza de claudicar ante las exigencias sandinistas ha supuesto, para muchos oficiales, una derrota militar sin haber participado directamente en una batalla.

Presiones de la burguesía

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Sin embargo, otras fuentes señalan que, desde hace tiempo, los dirigentes de los grupos civiles de oposición formados en Nicaragua desde los primeros meses de este año habían tratado de convencer a diversos oficiales para que apoyaran una acción para derrocar a Somoza. Los argumentos supuestamente utilizados por los opositores para convencer a los militares eran que la insistencia de Somoza en permanecer en el poder estaba creando un grave clima de caos económico y social en el país, que podía derivar en una guerra civil abierta. La oposición civil, ante estos planteamientos, habría conseguido la promesa de apoyo por parte de los militares ahora de tenidos.

Cualesquiera que sean las razones, lo cierto es que ya no puede decirse que Somoza cuente con el respaldo de «su» Guardia Nacional, un cuerpo que había recibido toda clase de mimos y prebendas por parte de la dinastía somocista. Es preciso señalar, sin embargo, que dentro de la propia Guardia se producirán inevitables tensiones: son muchos los altos jefes y oficiales comprometidos directamente con la situación creada en el país por el actual régimen político, y estas personas son conscientes que la caída de Somoza les arrastrará inevitablemente. También saben que un Gobierno democrático planteará investigaciones sobre la corrupción y el enriquecimiento ilícito protagonizado por muchos oficiales.

Generalización de la huelga

Las noticias sobre la crisis militar coinciden con las que señalan la generalización de la huelga general convocada el viernes último por el Frente Amplio Opositor (FAO). En la capital cerraron la mayoría de los comercios y los mercados populares, mientras permanecían abiertos bastantes bancos, la mayoría de las estaciones de gasolina y la totalidad de las oficinas públicas. En el interior del país se observaba la misma tónica. Algunos propietarios de tiendas afirmaron haber recibido llamadas telefónicas amenazando con represalias si no se sumaban a la huelga.

Los episodios de violencia tampoco han cesado. El lunes se produjeron cuatro nuevos muertos en distintos lugares del país, en enfrentamientos entre la Guardia Nacional y manifestantes. En barrios extremos de Managua, grupos de jóvenes levantaron barricadas para impedir el libre tránsito de los soldados. Muchas amas de casa se unieron a los manifestantes resucitando una forma de protesta pacífica, pero ruidosa, que se hizo famosa durante la huelga general de enero: recorren las calles de sus barrios haciendo sonar cacerolas y sartenes.

A última hora del lunes, un nuevo dato vino a sumar más confusión a la crítica situación nicaragüense: el portavoz de prensa de Anastasio Somoza confirmó que el presidente habla solicitado, «hace des o tres días», el correspondiente permiso del Congreso Nacional para ausentarse por tres meses del país. Sobre esto se comenta irónicamente que si Somoza ha pensado por fin en renunciar, no era preciso que fuera tan meticuloso con los procedimientos.

Amenazas al consulado de Barcelona

Una llamada anónima recibida en la delegación de la agencia Efe minutos antes de la una de la tarde de ayer, advirtió de la existencia de un artefacto explosivo en el consulado general de Nicaragua en Barcelona.

Una voz de mujer, que se expresaba en correcto castellano, dijo textualmente: «ha sido colocado un artefacto en el consulado de Nicaragua, en contra del régimen de Somoza y en apoyo de la acción del Frente Sandinista, comando de combate Oriol Solé Sugranes.»

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