El principado de Liechtenstein, paraíso fiscal para miles de "sociedades fantasmas"
Tras el pintoresquismo político en que se ampara, el principado de Liechtenstein esconde el trabajo silencioso de miles de sociedades financieras que usan ese paraíso fiscal para incrementar sus ingresos. Acaban de cumplirse los cuarenta años de reinado del príncipe Franz Joseph II. Con este motivo, las agencias internacionales de prensa se ocupan de este territorio, escenario de grandes especulaciones económicas que rara vez llegan a conocerse. Alejandro Fush informa sobre algunos aspectos de la vida financiera, política y social que se desarrolla en tan peculiar país.
Noticias procedentes de Liechtenstein señalan que «el principado se prepara a celebrar con fiestas y honores» el cuarenta aniversario del reino de su soberano, el príncipe Franz Joseph II. La fecha es motivo de especial orgullo para los 25.000 habitantes de la ex posesión austríaca, que consideran a Franz Joseph como el «jefe de Estado» en funciones más anciano de Europa, y también del mundo. El príncipe de Liechtenstein, de 72 años, está a la cabeza del principado desde 1938, y tan sólo el emperador japonés Hiro-Hito, que asumió el poder en 1926, es más antiguo, pero los amantes de las «cuentas particulares» de entre los ciudadanos del principado, descuentan a este último los años de la segunda guerra mundial, durante los cuales -dicen- prácticamente no reinó al ser limitados sus poderes por los militares japoneses.
Franz Joseph II es ingeniero forestal, pero el desarrollo económico del principado es ajeno a la riqueza maderera, como a la de la agricultura, que fue en las primeras décadas del presente siglo la principal fuente de sustentación y trabajo de sus habitantes.
Liechtenstein es desde hace varios años un auténtico «paraíso fiscal». Vaduz, su capital, situada en medio de los 160 kilómetros cuadrados, que constituyen la superficie total del principado, alberga a más de 25.000 entidades Financieras o «sociedades fantasmas» que sirven de centro operacional a cuantioso capitales provenientes de todas las partes del mundo. Con razón se ha dicho que Liechtenstein tiene más sociedades que habitantes, y esto no ha sido jamás desmentido porque obedece a la más estricta realidad.
La agricultrua ha quedado prácticamente desterrada, y tan sólo la industria de dientes postizos e instrumentos ópticos de alta precisión han conocido el mismo desarrollo que el área financiera privada, protegida por leyes fiscales de singular liberalidad.
Políticamente no pasa nada, y cuando pasa es necesario un aniversario como este para que se conozca lo ocurrido. En efecto, la agencia suiza de noticias Ats, en su información de ayer sobre los cuarenta años de Franz Joseph II como «jefe de Estado», señala que en ese período el príncipe ha debido hacer frente sólo a una crisis gubernamental que data de hace ocho meses.
«El principado -informa la Ats- tiene un solo embajador, y está destacado en Berna. Cumple esas funciones el hermano de Franz Joseph, sobre quien tenía autoridad el ministro de Asuntos Exteriores, cuyo cargo fue disputado por los dos partidos políticos existentes. La crisis duró ocho semanas y se solucionó suprimiendo el cargo de ministro de Asuntos Exteriores. Para los ciudadanos de Liechtenstein la crisis pasó desapercibida. Para ellos son más importantes los méritos de la soberanía de un régimen que en medio siglo transformó a un pueblo de campesinos pobres en ciudadanos privilegiados.»
Sin embargo, el principado de Liechtenstein, como tal, no pasa desapercibido para la prensa internacional, especialmente en sus páginas de economía. Cada cierto tiempo sus «sociedades fantasmas» aparecen albergando capitales dolosos. Las autoridades suizas, país con el cual se tiende a confundir muchas veces esas operaciones, dados los tratados políticos bilaterales, han presionado en estos últimos tiempos a las autoridades de Liechtenstein para que tomen medidas que contribuyan a mejorar su imagen de corrupción, que le ha valido la denominación de «paraíso fiscal».
La historia del principado
El principado de Liechtenstein, territorio de unos cien kilómetros cuadrados, fue constituido por los señoríos de Vaduz y Schellenberg, adquiridos en 1699 por la familia condal de los Liechtenstein. En 1719 el emperador Carlos VI erigió estos señoríos en principado. Liechtenstein entró en la confederación del Rihn en 1806 y luego en la confederación germánica en 1815. Dependió de la economía austriaca hasta el final de la primera guerra mundial, pasando a integrarse económicamente a Suiza, país que también dirige sus relaciones exteriores.
La Constitución, elaborada en 1921, estipula que Liechtenstein es un principado hereditario. El príncipe reinante en la actualidad es Franz Joseph, que con su esposa Gina viven en el castillo fortaleza situado en las montañas que rodean a Vaduz, la capital del principado. No existen ejército, desempleo ni conflictos laborales.
El príncipe Franz Joseph posee una colección de obras de arte famosa por su número y autores.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.