Controlar los "campings"
Acabo de regresar de unas vacaciones en campamentos («campings» secún la terminología al uso. aunque el Diccionario de la Academia es bien claro al respecto) veranlegos situados en Alicante, Valencia y Castellón. Al leer la trágica noticia de Los Alfaques, en donde había exceso de acampantes. debo señalar que ese inconveniente lo hemos padecido a'lora al igual que en años anteriores. En casi todos los campamentos, al hacinamiento de tiendas de campaña, coches y personas debe sumarse la falta de sombra, el terreno con grandes desniveles, lleno de piedras, escasísimos servicios y algo que clama al cielo: la falta de híoiene. Los servicios comunes se lavan poco y mal. Están atascados. No se desinfectaníamás. Y se trata de baños y fregaderos que deben utilizar trescientas, quinientas ti ochocientas personas. Los baños carecen de ganchos donde colgar las toallas, las puertas no cierran bien, los grifos se caen, las tablas de los inodoros están sucias y rotas, etcétera. No se trata de que coloquen algún elemento de lujo y un televisor en color. Se trata de que las instalaciones existentes, aunque raquíticas y pobretonas, estén limpias y puedan usarse. Estamos de acuerdo en que son cientos y, cientos de personas, no todas con el mismo grado de civismo, las que utilizan los servicios comunes, pero por la misma razón, los guardas o encargados deben arbitrar las medidas para mantener el campamento limpio. He observado que en una gran mayoría de los «campings» la limpieza se limita a echar agua con una manguera.En cuanto a precios y categorías asignadas, la arbitrariedad es absoluta. Los campamentos de Peñíscola, por ejemplo, cobran ochenta pesetas (por persona, por tienda y por coche respectivamente) y están considerados de primera categoría. Sin embargo, no tenían nada. que los distínguiera de otros de segunda categoría. Salvo el precio,elaro, porque entre cincuenta y ochenta pesetas, hay diferencia. ¿Quién asigna las categorías? Al tratar este tema con franceses, alemanes y otros europeos en un campamento de Peñíscola, se quejaban de los precios, que eran similares a los de sus respectivos países, pero sin las instalaciones apropiadas y sin el espacio. Para no hacer más larga esta carta, en la que podría añadir otras críticas a los campamentos españoles, en donde se desvirtúa el concepto de vida al aire libre, sólo quiero agregar que parece que la Administración considera que los turistas partidarios de los campamentos veraniegos deben soportar estoicamente las incomodidades del hacinamiento y la falta de higiene como algo que se corresponde con ese tipo de vida.
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