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Reportaje:

La Administración no explica suficientemente el origen de los incendios forestales

Los incendios forestales podrían llegar a ser aceptados como una desgracia inevitable del verano si no fuera porque el 30% de los mismos son intencionados. Intentar disminuir la destrucción de nuestros bosques exige buscar las causas que mueven a actuar de incendiarios a determinadas personas, al margen de intensificar la lucha contra ese 21% de incendios originados por negligencias. En 1977 el Icona invirtió cuatrocientos millones de pesetas en la lucha contra incendios. En ese mismo año las pérdidas fueron de 5.400 millones de pesetas, cifra relativamente baja si se compara con los 18.000 millones de los años 1975 ó 1976. Tales cifras requieren, además de medidas preventivas, un serio replanteamiento de la política forestal.

Los casi 9.000 incendios foresta les declarados entre 1975 y 1976 quemaron una superficie de 350.000 hectáreas de nuestro territorio, originando unas pérdidas del orden de los 34.000 millones de pesetas. En 1977, 2.147 incendios quemaron unas 70.000 hectáreas de monte, causando pérdidas por valor de 5.400 millones de pesetas. La disminución de número de incendios fue achacada principalmente a que el verano pasado no fue caluroso. Según las estadísticas del Instituto para la Conservación de la Naturaleza (Icona), el 30% de los incendios forestales son provoca dos. Sin embargo, la Administración no ha dado aún una explicación oficial que intente aclarar las causas de esos fuegos intencionados, culpables en buena parte de lo que podría calificarse de catástrofe nacional.

La sospecha de que alguno de los últimos incendios forestales declarados este verano hayan si do provocados vuelve a plantear la misma interrogante. Desde venganza de los campesinos, por una repoblación que les había arrebatado sus pastos comunales, hasta método de ciertos traficantes de madera para obtener mayores beneficios, los incendios forestales intencionados han sido objeto de todas las conjeturas posibles. La inminente entrada en vigor de la denominada ley de Fomento de Producción Forestal podría suponer -según científicos y ecologistas- una continuación de las repoblaciones indiscriminadas con especies de crecimiento rápido, eucalipto y pino no autóctono. Según el catedrático de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid Fernando González Bernáldez, uno de los veinticuatro científicos firmantes de un manifiesto contra la citada ley, hay que distinguir entre repoblación y sustitución. Es decir, entre la repoblación de árboles allí donde no hay nada y la repoblación que sustituye pastizales, bosques autóctonos u otras formas de riqueza.

Las sustituciones constituyen un foco de tensión entre ganaderos y Administración cuando los pinos y eucaliptos invaden lo que hasta entonces eran pastos comunales. Los campesinos no sólo pierden sus pastos, sino que además no participan en los beneficios de la madera, ya que el dinero del consorcio con el Icona va a parar a los ayuntamientos.

No se puede ignorar el factor venganza entre las causas de los incendios forestales intencionados. La solución en este caso no es -como han apuntado algunos medios- una labor de búsqueda de los autores, sino erradicar las injusticias que originan el problema.

Por otro lado sería interesante aclarar el tema de las ganancias adicionales que para los traficantes de madera suponen los incendios forestales. Ello sin olvidar que toda la política forestal española está dirigida hacia la producción de madera de crecimiento rápido para abastecer las necesidades de la industria privada del papel.

Las actividades desarrolladas por el Icona en la lucha contra los incendios: apertura y conservación de casi 2.000 hectáreas de cortafuegos y fajas auxiliares a lo largo de carreteras; trabajos selvícolas de desbroce y podas en 119.000 hectáreas: mantenimiento de una red de vigilancia con 129 puestos en todo el país; mantenimiento de 314 grupos de pronto auxilio en las zonas de mayor peligro y toda una serie de inversiones por valor de cuatrocientos millones de pesetas, se verían contrarrestadas en su eficacia si no se solucionan las situaciones capaces de provocar pirómanos ocasionales.

Un capítulo importante del porcentaje de incendios forestales es el de fuegos originados por negligencias. El 7% de estos incendios, que suponen el 21 % del total, son originados por fumadores. Un 4 % se deben a hogueras para cocinar, provocar luz o calor, y otro 7% a diversas actividades agrícolas, como quema de pastos.

Otros factores que inciden en la aparición y difusión del fuego son la acumulación en el sotobosque de leñas y brozas. En los montes públicos Icona obliga a sacar las copas secas a quien compra la madera, ya que son un peligroso combustible; sin embargo, en los montes propiedad de particulares estas copas suelen permanecer en el suelo.

Las pérdidas en productos primarios (madera, corcho, leña, frutos y pastos) de los incendios forestales en 1977 alcanzaron la cifra de 1.363 millones de pesetas, un descenso del 35% respecto al año anterior.

La destrucción de los bosques implica, además, otra serie de catástrofes, como la erosión o el deterioro de la regulación del, régimen hidrológico, de difícil evaluación. La función recreativa del monte también resulta perjudicada. Todo ello reúne una serie de factores lo suficientemente importante como para que se tomen medidas no sólo para prevenir incendios o apagarlos, sino para eliminar las causas potenciales que los puedan originar.

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