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Más de treinta mil personas en el festival de Canet

Más de 30.000 personas asistieron al Canet 78, manifestación musical que llegaba a su octava edición. Lo que empezó siendo una concentración político-musical, de marcado carácter catalanista y de izquierda, se convirtió, en lo que respecta este año, en un festival claramente pasota, es decir, anarquizante en el sentido más elemental de la palabra.Las banderas catalanas casi brillaron por su ausencia, y fueron sustituidas por el porro. La concentración fue impermeable a los últimos acontecimientos del País Vasco, si bien fue leido un escrito de repulsa que motivó un minuto de silencio.

La despolitización estuvo acompañada de escenas poco usuales. Muchas de ellas las protagonizaron homosexuales masculinos, cuya presencia era muy abundante.

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Las pancartas más abundantes carecían de todo contenido político. Una, muy pintoresca, rezaba: « ¡Fornicar, el mundo se aca».

Lo que inicialmente recibía el nombre de «seis horas de canción en Canet» duró en realidad once horas. Como siempre hubo dos espectáculos: el del público y el de los cantantes.

El primer grupo que actuó fue Al Tall, cuya actuación se vio seriamente afectada por deficiencias en el sistema de sonido. Le siguió Marina Rossell, quien supo mantener un agudo diálogo con los espectadores. A continuación intervino Joan Isaac, que interpretó los temas de su último «long play». Le siguió Ramón Muntaner, cuyas canciones eran poco adecuadas, precisamente por su seriedad y por su contenido, a aquel acto.

La siguiente intervención corrió a cargo del ya veterano Ovidi Montilor, quien estuvo acompañado por Toni Soler y Feliu Garcul. Es de señalar que Ovidi Montilor es de los cantantes que nunca han faltado a la cita anual de Canet.

Intervino posteriormente el grupo Coses, que presentó el contenido de su último disco. El mayor éxito de la noche lo cosechó La Trinca, grupo cuya ironía conjugó perfectamente con el ambiente pasota que este año ha caracterizado la manifestación. Su actuación cosechó gran número de aplausos.

Casi igual éxito tuvieron los ve teranos Pi de la Serra y Pere Tapies. Ambos supieron congeniar perfectamente con el público que tenían enfrente. La última actuación corrió a cargo del grupo valenciano Els Pavesos, quien también protagonizaron un castillo de fuegos de artificio con el que concluyó un festival que en esta su última edición ha abandonado la politización que antes le caracterizaba para adentrarse manifiestamente en otro terreno.

No hubo incidentes de importancia. Sólo se produjeron algunas intervenciones de los equipos de la Cruz Roja cuando miembros de la audiencia se hallaban en mal estado por excesos de alcohol, caídas o percances similares. En ningún momento intervino la fuerza pública, aunque sobrevoló varias veces en helicóptero el lugar en el que se realizó el festival. El público acogió con silbidos y abucheos es tas apariciones policiacas. Se produjeron algunas escaramuzas entre los asistentes, pero estas ligeras incidencias no dieron motivo para que los mencionados helicópteros descendieran.

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