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Reforzar la demanda, ahorrar energía y luchar contra el proteccionismo

Los máximos dirigentes de los siete países más industrializados de Occidente se han reunido, por cuarta vez en los últimos años, durante el fin de semana en Bonn, para analizar temas de diversa índole, con especial mención de los económicos. Reforzar la demanda económica, limitar la inflación, economizar energía, estabilizar las monedas y luchar contra el proteccionismo comercial son los propósitos fijados por la cumbre occidental de las siete primeras potencias del sistema económico de libertad de mercado.

En su conferencia de prensa final, que se limitó a una declaración en términos moderadamente optimistas de todos los participantes, se destacó unánimemente la necesidad histórica de superar el estadio de las promesas, como ocurrió en anteriores cumbres y llegar al nivel de las realizaciones. Es importante que, antes de Fin de año, los siete grandes del sistema capitalista prometan pasar revista, a nivel de ministros, a la realización y puesta en práctica de los objetivos definidos en Bonn. Antes de final de 1979 (probablemente en julio en Tokio) se celebrará una nueva cumbre que determinará el respeto o el incumplimiento de los buenos propósitos e intenciones aprobados en la sesión de 48 horas celebrada en la capital de la República Federal.« Los resultados de la cumbre cada uno puede presentarlos a su país con satisfacción, pero también ante la opinión mundial», dijo con aire satisfecho el canciller alemán, Helmut Schmidt, en la declaración final ante un millar de periodistas y decenas de cámaras de televisión. Una apreciación justa de las presiones sociales y políticas que origina el alto índice de paro entre todos los participantes (excepto Japón) y que obliga, necesariamente, a pasar a la acción.

Según los términos del comunicado final y de las declaraciones de los propios jefes de Estado o de Gobierno, se refleja mayor «flexibilidad» entre el conjunto de los tres grandes (Estados Unidos, Japón y la República Federal de Alemania) para buscar soluciones. Excepto en el capítulo monetario, donde Jimmy Carter se escapa de promesas para sostener el dólar, tanto en el capítulo de reactivación, con aceptación germana, como de reducción de consumo e importación de petróleo, concesión de los estadounidenses, como en la promesa comercial de abrir fronteras, confirmada por los japoneses, el clima de la conferencia concluyó «con mejores resultados de los esperados», según propias palabras del presidente.

Todos los representantes insistieron en que los proyectos definidos en Bonn por el poder gubernamental serán sometidos a consideración de sus propias mayorías parlamentarias. Es un tanto para el respeto de la democracia; lástima que, aludiendo problemas de tiempo por el ligero retraso en la conferencia de prensa -debido a la aprobación y definición de la declaración de lucha contra la piratería aérea-, Schmidt advirtió a la prensa que no había espacio para preguntas. ¿Para evitar polémicas con preguntas y respuestas que no hubiesen siempre concordado con el ecumenismo que caracterizó la declaración a la prensa?

El resumen de los compromisos de la cumbre de Bonn pueden describirse a través de las declaraciones de cada uno de los participantes -a excepción de Roy Jenkins, presidente de la Comisión Europea, que participó en todos los trabajos, pero no habló en la presentación final- y, también puede resumirse a partir de las actitudes adoptadas por cada país a través de los objetivos definidos en el comunicado final, suscrito por todos.

Helmut Schmidt, canciller anfitrión de la RFA de Alemania, precisó que su país «aportará su contribución a la reactivación de la demanda».

Pierre Trudeau, primer ministro de Canadá, con impecable traje azul rayado, pero sin clavel en la solapa, en contra de su costumbre, siguió a la declaración de Schmidt con promesas de apoyo total a los objetivos fijados en Bonn. En su calidad de representante de un país poco afectado por el paro, Trudeau prometió estimular la creación del nivel de empleo con un aumento de la producción que puede llegar hasta el 5 %.

Valery Giscard d'Estaing, presidente francés, declaró su «confianza razonada» ante unos «resultados superiores a los que cabía esperar». Precisó que «hay que pasar de la incertidumbre a la confianza».«A título de contribución al esfuerzo común, aumentará el déficit del presupuesto de Estado, con un índice equivalente al 0,5% del PIB», un mecanismo destinado a crear empleos. Fruto de la cooperación germano-francesa, el comunicado final incluye la necesidád de estabilización monetaria, el recuerdo del proyecto europeo de creación del Sistema Monetario Europeo definido hace diez días en Bremen entre los principales países dé la CEE y la voluntad de reducir al 50% la dependencia energética en petróleo de los países del Mercado Común antes de 1985.

Giulio Andreotti, primer ministro italiano, precisó que «toca a cada país respetar los objetivos comunes», ante la « interdependencia » económica actual. Para 1979, Italia aumentará el 1,5 % en relación con 1978, su crecimiento económico.

Takeo Fukuda, primer ministro japonés, siguió el orden de declaraciones fijadas por orden protocolario y centró su alocución en la voluntad de su país de sostener un crecimiento del 7% del PIB para 1979. Dijo que su país se esforzará en reducir su superávit de balanza de pagos, con estímulo de importaciones, entre otras, de uranio en riquecido y petróleo (sectores clave para un país de alta producción y sin recursos energéticos). Fukuda, promotor de la idea de la firme declaración contra el terrorismo aéreo, precisó que se reavivará el diálogo Norte-Sur entre países desarrollados y países en vías de desarrollo «con la esperanza de presentar soluciones concretas en la reunión de la UNCTAD del próximo año en Manila».

James Callaghan, primer ministro británico, dijo que «cada uno de nosotros ha medido sus posibilidades antes de tomar compromisos». Buena técnica para no eludirlos. Callaghan expresó que «queremos ganar la batalla con un aumento de la producción», lo cual no deja de ser un noble propósito y argumento electoral, con una Gran Bretaña con alto índice de desempleo y elecciones generales a la vista. A partir de medidas de reducción de impuestos, Callaghan espera conseguir una reactivación suplementaria del 1 % para el año próximo.

Jimmy Carter, el sonriente presidente de Estados Unidos, cerró con su intervención ante la prensa el monólogo de los siete grandes. «Disminuir la inflación es esencial para mantener una economía americana sana», dijo Carter. Presupuestos estrictos para los años 80, reducción de impuestos y un programa de limitación de salarios y precios será el eje de la proyección económica norteamericana. Carter, que eludió el tema monetario, evitando una de las polémicas conflictivas de la cumbre de Bonn, prometió reducir sus importaciones de petróleo a 2,5 millones de barriles diarios a partir de 1985, y alinear los precios de la producción de petróleo de Estados Unidos a partir de 1980 al nivel de la producción mundial. Estimular el consurno de carbón y afirmar, al tiempo que recordar su «dependencia», la seguridad de suministro de uranio enriquecido a los europeos, fue el acto de conclusión de la cumbre de Bonn. «Todos estamos dispuestos a llegar hasta el límite de lo posible», zanjó Jim my Carter.

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