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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La difícil revaluación de la peseta

Profesor agregado de Teoría EconómicaSigue corriendo el rumor de que tanto algunos economistas de la OCIDE como otros de nuestra Administración han recomendado la revaluación de la peseta. Rumor que viene seguido de gran número de comentarios públicos al respecto.

Pero al elevar la cotización de la peseta, bajo comportamientos «normales» del mercado frente a variaciones de los precios, tenderá a aumentar nuestras importaciones y a reducir nuestras ventas a extranjeros. Por ello habría que concluir, mientras no se demuestre lo contrario, que una revaluación favorecería un aumento del desempleo; tanto más cuanto que las empresas españolas están haciendo un gran esfuerzo, para vender fuera a bajo precio lo que no pueden vender dentro. De aquí el que incluso los países con superávit crónico como Alemania se resistan a revaluar sus monedas.

Ahora bien, de una parte nuestro problema más acuciante es el del paro, y de otra, el año 1978 se cerrará con déficit de la balanza corriente (por lo que no se puede decir que estemos financiando al resto del mundo). Como consecuencia, y pensando solamente en el paro, si acaso habría que devaluar la peseta, y nunca revaluarla.

Pero hay otros argumentos. Gracias en parte al aumento de nuestro endeudamiento exterior las reservas de divisas están incrementándose rápidamente, y de forma más espectacular en estos meses debido al turismo estacional. Aumento que crea problemas, aunque su nivel no sea todavía excesivo (es muy previsible que vuelvan a disminuir en 1979), porque va acompañado necesariamente de un incremento de la cantidad de dinero interna al cambiar el Banco de España las divisas que entran por pesetas.

Por encima de la banda

Ahora bien, llevamos ya tres meses en los que la cantidad de dinero que trata de controlar el Banco de España en cumplimiento de los pactos de la Morícloa ha aumentado por encima de la banda que éstos establecieron en un intento de dominar la inflación. Claro está que las autoridades monetarias pueden intentar controlar los incrementos de la oferta de dinero mediante reducciones compensatorias, tal como ha hecho durante añosel Banco de Alemania, con una política que se ha denominado de esterilización de reservas. Sin embargo, el Banco de España, a pesar de sus intentos de controlar mes a mes las disponibilidades líquidas, no cuenta, por desgracia, aún, con los instrumentos necesarios para hacerlo sin aumentar un paro que puede caer en lo catastrófico, tal como lo demuestran los alpinos dientes de sierra de la liquidez del último año. Por tanto, de todos los argumentos que se pueden esgrimir a favor de la revaluación de la peseta, el del miedo a no poder luchar contra la inflación sería el más razonable. No es sorprendente así que las peticiones de revaluación hayan procedido en gran,parte de monetaristas, o incluso directamente de funcionarios del Banco de España.

De todo lo expuesto se deduciría que el manejo del tipo de cambio estaría condicionado por la alternativa inflación- desempleo, y que por consiguiente las instituciones políticas que traten de seguir una política de reducción del paro (¿quizá los partidos de la oposición como el PSOE?) deberían pedir hoy una cotización baja de la peseta, mientras que estarían a favor de su revaluación aquellos especialmente preocupados por una inflación que puede volver a levantar la cabeza en cualquier momento a pesar de las muchas declaraciones oficiales optimistas al respecto.

La validez de este planteamiento teórico se apoya, sin embargo, en unos supuestos muy restrictivos (tal como suele ocurrir en la teoría económica en general) respecto a la compleja realidad so.cioeconómica. Dado que en la situación económica actual no parece que haya nadie dispuesto a aceptar en público que van a aumentar ni la inflación ni el paro, lo que previsiblemente se va a intentar hacer es, de un lado, modificar esos supuestos que plantean la alternativa de una forma rígida (criterios selectivos en el control de la liquidez, actuaciones sectoriales sobre la balanza de pagos, etcétera), y de otro, «trampear», no teniendo en cuenta los efectos no deseados de las decisiones, o simplemente no hablando de ellos. Pero sobre todo, lo que se puede hacer, puesto que «oficialmente» la peseta ajusta su cotización de forma libre en el mercado de divisas, es revaluarla «dejando» que su valor aumente entre un cuatro y un 8.%, lo cual, simplemente, conformaría de forma poco escandalosa la ya permitida tendencia abierta de las últimas semanas.

Situación difícil

En cualquier caso, la situación no es fácil. Tan pronto como ha mejorado algo la balanza de pagos y, en parte como consecuencia, se reaviva el peligro de tasas de inflación que hoy serían insoportables desde un punto de vista tanto político como económico. Y ello sin esperar a una deseada reactivación económica que ciertamente no se está empujando con fuerza desde el poder, posiblemente con el buen criterio de que al país es mejor no «meneallo» demasiado. Al fin y al cabo, hay muchos objetivos inmediatos, y de una manera u otra para alcanzarlos siempre se termina en el Banco de España. Pero, aunque sea mucho trabajo para una institución que actúa con pocos instrumentos (lo cual es compatible con una excesiva independencia dentro de la Administración), y dentro de un mercado financiero insuficientemente desarrollado, bueno sería que el Banco de España destine los pocos medios que tiene para controlar la oferta monetaria y deje el tipo de cambio para actuar sobre la balanza de pagos tal como pide la ortodoxia de política económica.

Improcedencia de una revaluación política

Un último comentario. El plantear la revaluación de una forma «política», como han hecho algunos «políticos», parece Improcedente en el momento actual. No porque la cotización de la peseta no tenga implicaciones de este tipo, que por supuesto las tiene, sino porque a nadie le debería interesar hacerlo. A la UCD, porque la responsabilidad es suya y ninguna solución es buena; y a la oposición, porque, dada la situación actual y desde los pactos de la Moncloa, sobre este asunto no le interesa pedir nada salvo información. El plantear la revaluación de la peseta en los pasillos del Congreso no hace sino producir, además de entradas especulativas de capital, que van en contra de la misma política antiinflacionista que parecejus.tificar esa revaluación, una alarma que, si bien a algunos les puede parecer injustificada, a la mayoría nos parece inconveniente.

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