_
_
_
_

Las tropas sirias e israelíes en estado de alerta

Siria e Israel han colocado de manera alarmante sus fuerzas en estado de alerta, aunque, a pesar de la gravedad de la situación, en la capital libanesa se estima que este despliegue no se traducirá en un enfrentamiento directo, con el riesgo de conflagración generalizada. El presidente Elías Sarkís, que ya anunció un par de veces su intención de dimitir, ha pospuesto su decisión, a petición de los embajadores de Estados Unidos, Francia e Inglaterra. En su despacho, no obstante, informaron ayer que Sarkis dimitirá a menos que obtenga el apoyo de Siria y los cristianos a su gestión.

Los sirios quieren que Sarkis apadrine la actuación de sus fuerzas, para desarmar a las milicias cristianas, y los cristianos quieren que Sarkis solicite la retirada siria de Líbano.

El presidente libanés, a su vez, exige de ambos contendientes un voto absoluto de confianza para recortar él mismo la fuerza de las milicias cristianas y simultáneamente ir sustituyendo al Ejército sirio por el Ejército libanés.

Varios dirigentes importantes de Israel han ratificado en las últimas horas la decisión de su Gobierno de no permitir el «aniquilamiento» de los cristianos libaneses por las fuerzas sirias.

El propio primer ministro, Menahem Begin, ha calificado de «verdadera masacre» la intervención de las tropas sirias contra los cristianos del Frente Nacional (partidos Falange y Nacional Liberal), a la par que añadía que «la seguridad en la frontera norte es actualmente la principal preocupación de Israel».

Elialiu Eliassar, jefe del Gabinete de Begin, afirmaba por su parte que antes de retirarse de Líbano el Ejército israelí se había comprometido a «no dejar aniquilar a la población cristiana de Líbano» y anunciaba que para ello «Israel empleará los medios que sean necesarios».

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Para los israelíes, Siria trata de capitalizar a su favor la inestabilidad del Gobierno libanés e implantarse fuertemente en Líbano. Tal cosa, se añade oficialmente en Jerusalén, obligaría al Gobierno israelí a reevaluar su estrategia en la región, muy particularmente en la sensible frontera norte, con Líbano y Siria.

Los sirios, por su parte, según han proclamado, sólo pretenden en esta ofensiva contra los cristianos de la Falange, desarmar a este partido, cuya colaboración en el sur del país con Israel e intentos de parcelar Líbano entre cristianos y musulmanes sentaría un serio precedente en una nación que para los árabes forma parte del frente contra Israel, o, que en cualquier caso, y de acuerdo con el armisticio de Rhodas, de 1949, debe mantenerse neutral en el conflicto árabe-israelí.

A pesar de que los ataques sirios no son contra toda la comunidad cristiana de Líbano, sino que ésta se encuentra precisamente dividida, incluso la Cruz Roja internacional ha protestado contra el empleo de armas pesadas de destrucción masiva en Beirut y por los ataques a personal y vehículos médicos.

De hecho, y a lo largo de la pasada guerra civil, ni cristianos ni musulmanes, ni progresistas ni derechistas, respetaron la función médica, y, en muchos casos, las ambulancias y servicios médicos se negaron a recoger a los heridos, porque desde ambos lados de las barricadas callejeras se disparaba contra los vehículos y personal de la Cruz Roja.

Después del llamamiento del presidente Carter, el jueves, a ambas partes al cese el fuego, el Departamento de Estado publicó ayer una declaración, dirigida a todas las partes -cristianos, sirios e israelíes- en la cual se pedía igualmente el cese de las hostilidades.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_