Se firmó ayer el Pacto Amazónico, de importancia política para Brasil
Ocho países firmaron ayer en Brasilia el Tratado de Cooperación Amazónica, iniciativa brasileña para el desarrollo integral de esta región de más de siete millones de kilómetros cuadrados, que encierra un enorme y casi desconocido potencial de recursos naturales. Después de quince meses de negociaciones, Ecuador, Bolivia, Colombia, Perú, Venezuela, Guyana, Surinam y Brasil se han puesto de acuerdo para instrumentar un mecanismo común de aprovechamiento del Amazonas.
Los ideólogos del Tratado han insistido mucho en señalar que no se trata de un acuerdo de integración económica, que podría herir a otros ya existentes, como el Pacto Andino, sino de un medio para coordinar las políticas de los países ribereños. Los aspectos fundamentales del texto del Tratado, en efecto, contemplan el aprovechamiento conjunto de las vías de navegación fluvial, el tratamiento ecológico de la región, las comunicaciones terrestres y la utilización del potencia hidroeléctrico de la cuenca amazónica.Para la mayoría de los observadores, la firma del Tratado de Cooperación Amazónico es una clara victoria de la diplomacia de Brasil, que será indudablemente el país más favorecido por el acuerdo. Se apunta, incluso, que los firmantes han legalizado y apoyado, de hecho, la política expansionista brasileña, que ha sumado a su soberanía grandes extensiones de terreno en las últimas décadas.
Recelos
El texto original del Tratado incluía, por iniciativa de los brasileños, la expresión «integración física» del Amazonas. Este aspecto fue el que mayores recelos despertó, sobre todo entre los países más pequeños, que veían la posibilidad a mediano plazo de un menoscabo de su soberanía. Al final de la discusión, los negociadores brasileños aceptaron eliminar la cita del texto del convenio.
Uno de los países amazónicos que más obstáculos puso a la idea del pacto fue Venezuela. Las claves de esta oposición se centraban en el temor de que Brasil abrigara aspiraciones hegemónicas en la zona. Después de la visita del presidente venezolano, Carlos Andrés Pérez , a Brasilia, el Gobierno de Caracas parece que obtuvo completas seguridades por parte del brasileño, de que no había segundas intenciones en la iniciativa amazónica.
A partir de ese momento, Venezuela apoyó sin reservas la idea del acuerdo (cuestión lógica, por otra parte, pues una de las bases fundamentales de la política exterior venezolana es la integración de Latinoamérica, lo que supuso el definitivo impulso para una rápida conclusión de las negociaciones.
Habrá que ver, a partir de ahora, si el Tratado de Cooperación Amazónica se convierte en un instrumento útil o lleva la lánguida vida de otros acuerdos o pactos de integración suscritos por países latinoamericanos. Hasta ahora, y a pesar de la profusión de siglas que recuerdan los intentos integradores (SELA, Pacto Andino, CEPAL, ALAC, Acuerdo del Plata), ninguno ha conseguido resultados prácticos concretos, en buena parte por la falta de entusiasmo, en unos casos, y en otros por el torpedeo intencionado de los países firmantes.
En el espíritu del Tratado de Cooperación Amazónica hay un hecho muy relevante que, si se traduce en hechos y posiciones concretas, podrá ser un magnífico ejemplo para otras zonas del Tercer Mundo. El acuerdo sienta. las bases para controlar y quizá evitar la intervención de las compañías multinacionales en la explotación de las enormes riquezas de la inexplorada Amazonia.
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