Baciero, Rosa Sabater, García Asensio y la English Chamber Orchestra
Diversos centenarios y conmemoraciones -Conrado del Campo, Angel Barrios- están atendidas en el presente festival granadino. Pero, de modo especial, figura la música de Schubert en los programas. Cuando llego a la ciudad de la Alhambra todo son comentarios sobre las versiones expresivas, intimistas, superdetalladas de Antonio Baciero. Conocida es la calidad -hecha de sensibilidad y saber- del Schubert de Baciero. No en vano habitó durante años la Viena, que diera aire y razón de ser a la entera creación del autor de la Incompleta. Momentos musicales, Impromptu, dos sonatas (la op. 142 y la póstuma en do menor), encontraron, una vez más, en Baciero cauce de autenticidad y hondo sentido comunicativo. Se llenó el Patio de los Arrayanes de música y de entusiasmo.La English Chamber Orchestra, que conduce desde su puesto de concertino el español José Luis García Asensio, ha protagonizado en el Patio de Carlos V dos conciertos memorables. Más de una vez hemos escrito sobre la calidad individual, sobre el estupendo nivel profesional de estos músicos que, en todas y cada una de sus actuaciones, parecen servir con máxima satisfacción la fuerza de sus vocaciones. El concepto antañón de hacer música cuadra a las mil maravillas a la orquesta londinense. Tocan con alegría y como si la perfección, lograda con estudio constante, les hubiera sido dada en forma de don o natural instinto. Haydn, Mozart, Haendel, Schubert o Bartok sonaron con tanta transparencia, fueron cantados, ritmados y acentuados con tan alto sentido de lo esbelto, que las casi 2.000 personas que acoge el gran anillo renacentista podrían sentirse partícipes de una sesión de cámara.
La gran pianista barcelonesa Rosa Sabater, profesora hoy en el Conservatorio de Friburgo, dio lecciones de técnica y estilo en uno de los más bellos conciertos mozartianos: el número 23, en la mayor. Y si la ponderación del sonido era en la orquesta tan exacta como en un gran cuarteto, no lo era menos en el juego pianístico de Rosa Sabater. Como principio, busca y halla esta pianista un ideal sonoro, una materia primorosa para moldear las distintas expresiones de la obra. Si en el primer tiempo, la arquitectura se hace gracia leve, sin perder firmeza, el Andante quedará en nuestra memoria como uno de esos raros instantes musicales en los que todo se alcanza. El estilo, hecho de renuncia y contención, se produce en Rosa de manera aparentemente espontánea. No hay búsqueda problemática ni pedantería museal, sino Mozart vivo y actual a través de un cantar hondo, esto es, un apurar las posibilidades emocionales de estos pentagramas tan sencillos como trascendentes.
Otro concierto de Mozart, el en si bemol para fagot, tuvo protagonista cualificado en el inglés Graham Sheen, excelente solista de la Orquesta de Cámara Inglesa.
José Luis García Asensio dictaría la tercera lección mozartiana a través del primer concierto. Si desde muy joven evidenció el tercer músico de la que podríamos denominar segunda familia García de la música española, el asiduo trabajo con los músicos londinenses unido al transcurrir del tiempo, le ha otorgado últimos matices de madurez en el concepto. Nada diré de otras virtudes, pues las tuvo siempre en grado sumo. Así, su virtuosismo o su capacidad de comunicación. Escuchar a José Luis las diferencias y las concomitancias entre Mozart y Schubert (Adagio y rondó), vale como muy atractiva experiencia.
En cuanto a las obras sin solistas -o, mejor dicho, para todos los solistas que componen el grupo- tanto podría escribirse de la Quinta de Schubert, entendida como pocas veces nos es dado, de La Reina de Haydn, o del noveno Concerto grosso, de Haendel, cuanto del Divertimento bartokiano. Como cabeza de la Englesh Chamber, García Asensio merece tantos aplausos como escuchó en Granada o recibe asiduamente en sus conciertos de Londres.
Babelia
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