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Kempes, figura de un Mundial sin individualidades destacadas

El Mundial 78, que ya es historia, se recordará como uno de los torneos de más baja calidad de todos los celebrados. Aunque sea difícil la comparación con el fútbol de 1930, por ejemplo, año de la primera edición, y posteriores, las tácticas cada vez más conservadoras y el excesivo mercantilismo del éxito a corto plazo han provocado una crisis de calidad mundial en cuanto a jugadores. Hacer un equipo ideal de este último torneo, por mucho que se quiera intentar, resulta tarea casi imposible. Unicamente un jugador como Kempes, goleador frustrado por la propia táctica de su equipo hasta los últimos partidos, destacó en un mundial de goles. 102, pero sin figuras ni para golear.

Todos los campeonatos del mundo se convierten en una lógica exposición o feria de jugadores para posteriores fichajes, pero justamente hoy, que los tiempos están más mercantilizados que nunca, el material a escoger es menos apetecible. El Mundial 78 ha sido un fracaso en cuanto a revelar hombres de calidad que merezcan la pena de una inversión. El Valencia, únicamente, que compró hace dos años a Mario Alberto Kempes por 600.000 dólares -unos cincuenta millones de pesetas-, hubiese hecho ahora un gran negocio en caso de querer venderlo. El máximo goleador de las dos últimas ligas españolas y ahora también del Mundial se cotiza ya en tres veces más de lo que costó. Con veintitrés años -nació el 15 de julio de 1954 en Belleville, provincia de Córdoba-, jugó ya a los diecinueve en el Mundial de Alemania, país precisamente del que proceden sus antepasados. El Rosario Central lo compró precisamente al volver de la RFA al Instituto de Córdoba, equipo al que pertenecía, por una cifra récord en aquel momento, pero irrisoria cuatro años después: 130.000 pesetas. No se puede olvidar, desde luego, que la inflación sufrida por Argentina en los últimos tiempos ha podido ser varias veces récord mundial. Kempes, sin embargo, justificó entonces su fichaje marcando casi cien goles para el equipo de Rosario, y después en el Valencia, donde se consagró como uno de los pocos jugadores; extranjeros de verdadera calidad que han llegado al fútbol español en los últimos tiempos. En cuarenta partidos internacionales, además, ha logrado dieciocho goles.Kempes logró en el Mundial la pelota de oro al mejor jugador y también el botín gracias a sus dos goles del último día, pero pudo haber sido máximo goleador mucho antes. Sólo las tácticas absurdas, una vez más, lo impidieron. Kempes es un jugador que necesita campo para desenvolverse y arrancar desde atrás creando peligro. Menotti, un director técnico que desde el principio se ha caracterizado por sus manías, sólo se dio cuenta en la segunda fase.

De cualquier forma, el caso de Kempes es aislado en el Mundial, donde tras él en la clasificación de goleadores han quedado el peruano Teófilo Cubillas y el holandés Renseribrink. El primero, veterano ya de México 1970 y más que descubierto antes del Mundial, se convirtió en la gran figura los primeros días, junto con su equipo. Al no haber otra cosa se buscaron jugadores revelación así. Rensenbrink sólo dio pequeños detalles de su clase, pues fue una sombra del que había sido mejor extremo izquierdo europeo durante la ternporada con el Anderlecht.

En cuanto a la pelota de oro para los mejores jugadores, la segunda y tercera plaza fueron para el italiano Rossi y el brasileño Dirceu. El primero, conocido ya en Europa, mostró menos cosas de las que pudo por la táctica miedosa en extremo practicada las más de las veces por su equipo.

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