_
_
_
_
Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La píldora

Las mujeres -feministas o no (toda fémina lleva dentro una feminista, como todo macho lleva un machista)-, es que se están pasando. Las mujeres lo quieren todo. Ahora quieren que el seguro dé la pildora. No puede ser.Dice Bardavío que lo dijo Fernández Miranda, hoy Toisón, en un momento crucial:

-Sólo se trata de pasar de una democracia orgánica a una democracia inogánica. Se hace así. Miren. Ris, ras. Ya ven qué fácil.

Y lo hizo. Bueno, pero lo de la píldora es demasié. No podemos pasar en un par de años de un Estado que da premios de natalidad a un Estado que da la píldora.

Además que la píldora no es católica, no es confesional, según ha dicho Pablo VI, y en la Constitución que vamos a votar (sin saber muy bien lo que votamos) no queda claro si somos confesionales o no, si el Estado es confesional o qué. Claro que yo afino mucho: podría ser confesional el Estado y no serlo el Seguro: con lo que el Seguro de Enfermedad de un Estado católico podría dar la píldora anticatólica. O a la viceversa.

Quiero decir que podría no ser confesional el Estado (me dice el cura Llanos que la gente ya no se confiesa nada, que éste es el sacramento más en decadencia, entre todos), y en cambio podría ser confesional el Seguro. El Estado no se mete en nada, no se compromete con la Iglesia, pero el Seguro sí, se declara confesional a través del ministro de Sanidad o de otro ministro, y entonces ya puede negarse a dar la píldora a las aseguradas, que es -un gasto y es un vicio. ¿No está bien razonado esto?

Otra cosa: si el Seguro les sufraga a las españolas el vicio de la píldora, que es fornicio y pecado, tendrá que sufragarnos a los españoles el vicio del tabaco. del café, de la copa. del puro o de la respetuosa.

Hay una cosa que Marcuse y, César Alonso de los Ríos llamaban gratificación libidinal en los años sesenta. Ya saben ustedes lo que es: lo de siempre. El apetito desordenado o lujuria. los rozamientos secretos o acciones deshonestas consigo mismo o con otros (u otras, que el catecismo RLÍpalda no preveía la venidera confusión de géneros homosex). Bueno, pues si la píldora está para gratificar libidinalmente a la mujer, la respetuosa está para satisfacer libidinalmente al hombre. ¿Por qué no van a ir las respetuosas de Costa Fleming y Ballesta por cuenta del Seguro?

Sí de lo que se trata es de que los españoles y las españolas podamos, por fin, hacer el amor gratis, gabrá que igualar derechos. La mujer, en este país, ha pagado secularmente con un hijo. El hombre, en este país, ha pagado secularmente con tres mil pesetas, que ahora ya están en cinco mil. Si el Seguro le ahorra a la jai las noventas pesetas de la neogynona, ¿por qué no le va a ahorrar al hombre las cinco mil de la leona?

Así lo veo yo. Me parece que nos estamos pasando y nos vamos a cargar la democracia, por pedir tantas cosas. ¿Debe o no debe el Seguro sufragar los desahogos no estrictamente reproductores de la pareja? Eso va contra la Iglesia Católica. ¿Ha dejado España de ser católica? Veamos la Constitución. La Constitución sólo dice vaguedades al respecto, como a casi todos los respectos. La Constitución tropieza ya en la primera china de una diminuta píldora anti-baby. La Constitución es un mercancías que puede descarrilar en seguida.

-Todo dependerá de quién la aplique y de cómo se aplique- me dice Federico Melchor, que es rojo de orden.

Vale, pero si a las señoras les paga el placer el Seguro, a mí que me paguen las cabecitas lecas, las boquitas pintadas, que están cada día más,caras, con eso de que saben inglés intensivo. «¿Y para qué me sirve a mí tu inglés intensivo, amor?», le he preguntado a una. «Podíamos amarnos en la lengua del Imperio, como cuando Franco.» «¿Y saben lo que me ha dicho?: «Anda, paga, y no seas fascista, que a los académicos acaban de pegaros un corte en la Constitución con eso de la lengua del Imperío.» Se enteran de todo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_