No hubo fraude en el Argentina-Perú
El fantasma del fraude se pasea sobre el triángulo Buenos Aires, Lima y Río de Janeiro. La goleada argentina a Perú ha provocado tal cúmulo de suspicacias que será muy difícil que en el futuro se hable de la final del Mundial 78 sin que se recurra a hablar de la goleada a Perú. Los brasileños quieren justificar su desplazamiento de la final a base de denuncias más o menos veladas. Para Coutinho el partido fue anómalo. Para los argentinos, como es natural, no hubo otra cosa que una rotunda superioridad. Los peruanos defienden su. honestidad y hasta el guardameta Chupete Quiroga, el argentino nacionalizado peruano, ha publicado una carta en la que desmiente todo tipo de componenda.
Perú, efectivamente, tuvo una actuación irregular, pero resulta muy difícil hablar de venta del partido cuando en los primeros quince minutos estuvo a punto de dejar en la cuneta a la selección argentina. En el primer cuarto de hora Perú atacó con fuerza y Munante disparó a gol en una ocasión y estrelló la pelota, en el palo. Cuesta creer que un jugador que no está dispuesto a ganar un partido estrelle el balón en la madera. Hubiera bastado seguramente la transformación de este gol para que Argentina se hubiera hundido, porque en tal circunstancia habría necesitado no cuatro goles, sino cinco. Hubiera sido demasiado hándicap. También Oblitas tuvo una ocasión de gol y su intención de marcar fue clara. Que fallara no puede interpretarse como una acción deshonesta.
Perú no jugó bien y su defensa quedó desmantelada y a merced de los ataques argentinos. Los jugadores peruanos -y esto sí cabe suponerlo- lo que no podían hacer es convertirse en héroes para defender a los brasileños. Un equipo que ya ha perdido el tren, que no le resta otro papel que el de cubrir la última etapa, lo que normalmente no hace es jugarse los tobillos. Esta sí es una actitud humana y comprensible.
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