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Tribuna
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Condenados por desconfiados

Los brasileños han caído en la cuenta que cuando haya terminado hoy su encuentro contra la selección de Polonia, aún faltarán tres cuartos de hora para que comience el Argentina-Perú y será la selección del país organizador la que, conociendo el resultado precedente de Mendoza, podrá emplearse en Rosario desahogada sabiendo qué resultado o qué resultados les convienen, y pudiendo elegir más o menos conscientemente. Es verdad, porque esto sucede en las pruebas ciclistas de velocidad en el velódromo, donde la ventaja no es estar en cabeza, sino estar a la rueda. Pero el país organizador es el propietario de la guitarra y pone el dedo donde quiere. En el fútbol, jugar en campo propio tiene sus ventajas, ¿no?, pues esta regla general no va a derogarse en el caso del Mundial. También se había reservado Argentina no moverse de la capital y disputar todos sus encuentros en el estadio del River, y fue la selección italiana la que, con su victoria, los desahució. Pero ya que se ha visto obligada a jugar contra el espacio, va a procurar jugar hoy a favor del tiempo y graduar su victoria más que probable contra Perú como se gradúa la temperatura de una ducha en lo que pueda.El fútbol brasileño es muy suspicaz cuando no oye a plena trompetería la marcha triunfal de «Aida» en cuanto a la marcha de su escuadra. Los dedos se les hacen huéspedes, como a los españoles, y con más fantasía aún. Los conozco desde hace muchos años y recuerdo cómo en 1950 llegaron a escribir que Molowny jugaba con las mangas de la camiseta flotantes para esconder las manos y así ayudarse con ellas a manejar el balón. A la prensa antes del encuentro contra los españoles, que entonces, ¡ay!, eran un peligro futbolístico, afluían toda clase de rumores, temores y prevenciones como si la selección de la «furia» estuviese compuesta por unos malandrines. Ahora especulan con la hora de unos y otros, con el hecho de que Quiroga, el portero peruano, nació en Argentina y podía ser la quinta columna argentina,en el equipo contrario. Hay que preparar la coartada para que el resultado, si interesa, pueda explicarse por motivos ajenos a lo que sucede en el césped. Casi, casi como en las finales de la Liga en España.

¿Cómo se puede jugar bien pensando tan mal? A lo mejor la culpa de la mediocridad del fútbol que se está viendo en Argentina y la erosión constante de las bellezas del fútbol nacen de que las ideas caballerosamente deportivas, la noción del fair play se alejan constantemente. ¿Cómo no va a engurruñirse el fútbol y hacerse defensivo si es tan desconfiado de cuanto le rodea, como si estuviese en el patio de Monipodio? La selección española, que no se ha hecho notar por su buen fútbol, sino por sus humores desapacibles, sus nervios y sus desavenencias, sí en cambio no ha pasado inadvertida en la manufactura de rumores negros: Que si Wurtz, el árbitro del Brasil-Austria, era un brasileño honoris causa, que si la selección austríaca había decidido hacer el amor y no el fútbol en vista que les llegaban las esposas y girl-friends y no había que esperar heroismos de ellos en los campos que no fuesen de plumas, que si ante el tiro de Roberto -el gol del resultado- Koncilia encogió el brazo para que no fuese obstáculo. No pasó el fútbol español sin pena ni gloria, no.

Cuando el fútbol de Brasil, que en los buenos tiempos ponía en el fútbol una imagen confiada en su juego, apela a la magia negra del mal pensamiento y la desconfianza, jugarán mal o peor de lo que pueden y, por tanto, se condenarán por desconfiados. Ya han descendido los tricampeones ante los apostadores del primero al cuarto lugar desde que empezó el Mundial, condenados por desconfiados.

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