Abrir El Pardo
Tras una semana de encierro entre bloques de hormigón y después de haber soportado horas de Metro, autobuses abarrotados o interminables atascos, se le ocurre a usted salir el fin de semana para tumbarse debajo de un árbol, sin escuchar otro ruido que el de los pájaros... o el de su transistor si le apetece.Dado que en Madrid los parques y zonas verdes no abundan, le quedan dos posibilidades: comprarse un «hermoso piso-chalet con parcela» en una sierra cercana, o alejarse un poco más (doscientos kilómetros como mínimo). Las compañías inmobiliarias y la Campsa le felicitarán por su elección.
Si por el contrario no dispone de medios económicos suficientes o no le interesan estas opciones puede quedarse en los alrededores (Casa de Campo, El Pardo), pero en ese caso debe madrugar, pues no hay árboles para todos y corre el peligro de pasar el día en una cuneta.
Sin embargo, aquí al lado, el Patrimonio Nacional tiene cerrados al público enormes encinares (antigua propiedad particular de Franco) por razones difíciles de entender.
¿Conservaclón de la caza? ¿Para que la cace quién?
Quizá es por puro interés «ecológico», para conservar los animales. Mucho espacio para los gamos y los conejos. ¿Y nosotros, dónde nos metemos? ¿Es eso ecología?
¿O es que alguien le da vergüenza enseñar lo que es capaz de ceder el Patrimonio a un jefe de Estado, para que con sus invitados pueda organizar cacerías desde más de cincuenta casetas de hormigón perfectamente preparadas para ello?
El actual «prohibido el paso» de los montes de El Pardo debería desaparecer en su totalidad, salvo para los auténticos enemigos de la Naturaleza: las companias inmobiliarias y constructoras de todo tipo.
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