Cómo recuperar la verdad
Una guerra civil como la que tuvo lugar en España desde el 18 de julio de 1936 hasta el primero de abril de 1939 deja profundas y permanentes huellas en la conciencia colectiva del pueblo. Antes que los españoles y, sus hijos puedan recobrarse del trauma, antes de que puedan confiar de que esos horrores no volverán a repetirse, deben saber lo que ha sucedido realmente.Con la mejor buena voluntad del mundo es difícil llegar a una versión generalmente aceptable de la verdad cuando esta verdad inevitablemente incluye juicios morales conflictivos. Sobre todo es más difícil cuando la censura y los mitos la deforman. Una de las tareas principales de los historiadores españoles en los años próximos será despejar las mentiras acumuladas y las falsificaciones de los años 1940-1970, falsificaciones que se han incrustrado en las bibliografías y en las notas de los profesionales y que se han insertado en los libros de texto que estudian los niños españoles. Pienso que estas enormes deformaciones se encuentran implícitas en la pregunta que me formuló recientemente un muchacho de quince años en un magnífico instituto de segunda enseñanza de Madrid: Si Italia y Alemania no hubieran ayudado, ¿España hubiera perdido la guerra? Tardé algunos segundo en darme cuenta que para este muchacho con toda su inocencia, los partidarios del general Franco no eran los sublevados o los nacionales, sino simplemente España.
Dos específicos ejemplos ilustrarán la naturaleza del problema. El 26 de abril de 1937 la ciudad de Guernica fue bombardeada por aviones italianos y alemanes al servicio del Ejército nacional. Emplearon ambos bombas explosivas e incendiarias. Los resultados de este bombardeo fueron descritos en la prensa europea basándose en el testimonio del sacerdote vasco Alberto Onaindía. Onaindía fue un testigo particularmente seguro porque fue uno de los pocos sacerdote, en aquella época que gozaba de la confianza a la vez del Gobierno vasco de Bilbao y de los miembros de la jerarquía de la lglesia católica en la zona franquista. Pero el Gobierno de Burgos prefirió declarar públicamente que la ciudad no había sido bombardeada, sino incendiada por los rojos, y a través de los canales diplomáticos insistió para que el Gobierno alemán publicase un comunicado negándolo. Esta versión oficial fue mantenida hasta 1970 y aún después se hizo imposible para los historiadores franquistas negar este bombardeo, concentrando sus esfuerzos en la improbable e insegura afirmación de que los alemanes obraron por su propia cuenta, sin el conocimiento del generalísimo.
Menos ruidoso, pero más importante en relación con la verdad de la guerra en su conjunto, son las deformaciones sobre la intervención extranjera. La mitología franquista afirma que el Gobierno republicano recibió más ayuda de Francia y de la Unión Soviética de la que recibieron los nacionalistas de Italia y Alemania. Por ejemplo, manipulando un serial de números de fuselajes y motores, puede parecer que la República recibió más aviones que el general Franco. Claro está, se prescinde del hecho que muchos de los aviones franceses eran aviones civiles sin armamento. En el caso de los aviones rusos importados, hay un gran vacío en la serie de números de aviones actualmente identificados en España, y se puede afirmar, sin violencia, que los constructores de aviones nunca saltan los números, y que, por consiguiente, la República recibió aviones de los que no hay evidencia, excepto la presunta regularidad de la numeración. También se afirmó que la República había montado más de cien modelos de aviones rusos en una fábrica en Alicante. No importaba el hecho de que aquellos fuesen meramente fuselajes sin alas, motores o armamento. En términos de números abstractos, pueden ser incluidos como parte de la aviación republicana.
¿A la luz de estas deformaciones, desarrolladas y, propagadas en un período de treinta años, pueden los españoles actualmente recobrar la verdad sobre los acontecimientos de 1936-39?
Hay tres medios utilizables. El más fácilmente accesible es la prensa internacional de la época. España era el centro de la atención mundial y los más famosos periodistas extranjeros se congregaron aquí. Representaban periódicos de muy variado color político, de IngIaterra, Francia, Suiza, Estados Unidos, para nombrar solamente algunos países. Sus informes pueden contrastarse unos con otros y con las declaraciones oficiales de las autoridades de Valencia y de Burgos. Los errores debidos a la prisa, o a la falta de posibilidad de observación directa, probablemente podrían ser compensados por el orgullo profesional, por la franqueza y espontaneidad, lo que significa que las noticias se daban sin cálculos reposados, como aparecerán para los futuros lectores. Un segundo medio, y casi el más legible y utilizable tipo de información, son los informes de los agregados militares y comerciales. Su función es informar sobre hechos que serán útiles para los funcionarios civiles y militares de sus respectivos países. Profesionalmente, tienden a Informar con objetividad y, en cualquier caso, sus informes pueden contrastarse por el trabajo del historiador. Una tercera fuente valiosa de información son los archivos de los Ministerios de Asuntos Exteriores de varios países grandes o pequeños, pro nacionalistas o pro republicanos. Son menos accesibles, debido a las restricciones para entrar en ellos el permiso para tomar notas y sacar fotocopias, y el permiso para consultar cierta clase de documentos. Pero con el paso de los años, este material de archivo se convierte en utilizable para el estudio. Fuentes de estos tres tipos pueden emplearse para desmitificar los ejemplos dados anteriormente. Cualquiera que lea los diarios franceses o ingleses en las semanas que siguieron al bombardeo de Guernica podrá comprender claramente lo que sucedió, y observar los denodados esfuerzos de los portavoces nacionalistas y alemanes para ocultar la verdad. Cualquiera que lea los informes de los agregados militares y de algunos corresponsales de guerra experimentados conocerá la verdad acerca del relativo monto de la intervención extranjera. Sabrá que desde noviembre de 1936 hasta abril de 1937 la República disponía de la supremacía aérea en Madrid, así como en los primeros días de Brunete y Teruel; y en el Ebro la República logró una momentánea superioridad en el aire. Podrá conocer que las campañas del norte de 1937 y durante 1938 los nacionalistas dispusieron de una aplastante superioridad aérea sin tener en cuenta el juego de los números que puede ser empleado para dar la impresión que la República recibía más de Rusia que los nacionalistas de Italia y Alemania.
Hay un cuarto tipo de información, que es utilizable de forma creciente en los últimos años, pero que debe ser empleada con la mayor prudencia: las memorias de los principales participantes. A primera vista, las memorias de un Gil Robles o de un Serrano Súñer deben ser un impresionante relato de primera mano. Pero el lector debe tener siempre presente que estos hombres están intentando crear una imagen de ellos mismos para ser juzgados por las futuras generaciones. Así, Gil Robles acentuará sus esfuerzos parlamentarios y pasará en silencio sus deudas con el fascismo. Un Serrano Súñer expresará su pena por los sucesos de la re presión nacionalista, pero no explicará al lector su propia responsabilidad en estos asuntos en la época que tenían lugar. Las memorias deben ser contrastadas con la prensa y los documentos del Gobierno de la época. Los historiadores, años después de la guerra, podrán explicar estos acontecimientos sin fanatismos ni rencor, como Julián Zugazagoitia, un gran periodista y un gran español, que supo narrar los sucesos de 1939-1940 a la sombra de la guerra civil. La recuperación de la verdad es posible en sus lineamientos más significativos, aunque no en cada detalle específico, y tal recuperación es necesaria para el futuro de la salud política y psicológica de España.
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