Oigo, Aurora, tu aflicción
Es diabólicamente acertado que sea Aurora Bautista, la encarnación Cifesa de la Patria, quien represente ahora a Fernando Arrabal en una función que vuelve del revés -como se vuelve a la propia actriz, y Haro Tecglen lo ha comentado magistralmente- el entendimiento nacionalista de nuestra nación.Es diabólicamente acertado por cuanto devuelve al teatro su primitiva y tópica función de catarsis. Catarsis quiere decir, más o menos, que hay que curarse de algo. En este caso, la Patria tenía que curarse de tópicos, la Historia tenía que curarse de Franco, Arrabal tenía que curarse de sus últimos fracasos, el teatro español tenía que curarse de Echegaray y Marquina, y Aurora Bautista tenía que curarse de Locura de amor y Agustina de Aragón, películas que ella veía en premiere, con Franco, merendando en El Pardo, y que el propio Franco había auspiciado con sus recomendaciones a Pemán y otros intelectuales del Régimen.
-En nuestra gloriosa historia hay una cantera de guiones para el nuevo cine. Y en nuestro género lírico. Marina es una preciosidad. ¿Por qué no ponen ustedes Marina?
Parece que Franco tenía una fijación con Marina, se la recomendaba a todo el mundo, y esto Pemán lo ha contado como sólo él podía contarlo.
Esta fijación de Marina en Franco puede ser consecuencia de su fijación con la Marina, pues Torrente Ballester tiene contado -y yo también- que de chico no le dejaron ingresar en la Escuela Naval de El Ferrol. Sea como fuere, al Poder nunca le basta con lo que puede, sino que además necesita crear su propia leyenda, o bien entroncándose con el pasado, como Franco con Carlos V, o bien fabricándose la leyenda sobre la marcha, que por algo César, Churchill, e incluso Franco escribieron tanto.
No somos nadie, nada, si no nos lo dicen los demás, y cuando no nos lo dicen, lo escribimos nosotros mismos. Por eso Franco escribió Raza, Tenía que fabricarse su propia leyenda, transformar la Historia en beneficio propio, hacerla confluir en él, según la condición freudiana del bastardo psicológico -que nada tiene que ver con legitimidades de juzgado- y cuyos casos más eminentes son Napoleón, Balzac y por ahí.
Oigo, Aurora, tu aflicción, porque tú has podido ver a la dictadura casi en tirantes, dada tu condición de alta dama Cifesa (una Ufa madriles tirando a Hollywood sin un durandarte),y me asombro del acierto diabólico que han y has tenido, porque eras tú precisamente el chivo emisario, la virgen que sacrificar al dios Príapo de la berroqueña verdad histórica.
Todo un símbolo invertido. A Mussolini también lo pusieron boca abajo, Aurora, colgado de un farol por los tacones, muerto, mas yo prefiero este sacrificio ritual, sígnico, incruento, porque no aspiro, como el viejo Artaud, a que la primera actriz muera realmente en la representación única, para mayor identificación teatro/vida. Tú no eres un victorino, Aurora, y basta con que te hayas puesto políticamente boca abajo, que así es como tendría que estar Madrid entero y sus teatros, lleno de ex franquistas boca abajo, colgados por los pies y diciendo sus pecados, como en no sé qué pasaje del Dante o en la psicoterapia de grupo, no por tortura y escarmiento, que no me va ese rollo sádico-policial, sino porque, a lo mejor, sólo con volcar a un señor un rato, le salían por la boca los quinientos millones del Coca.
Los auspiciadores de café quisieron especular siempre con la bastardía familiar de Franco, pero don Ricardo de la Cierva y yo la negamos. Por mi parte, me interesa más su bastardía histórica, el profundo complejo de intruso, de bastardo de la Historia, que le llevaba a buscarse engarces y justificaciones en Agustina de Aragón, Aurora Bautista y los últimos de Filipinas. Oigo, Aurora, tu aflicción, y te felicito, pero no oigo la de otros que callan como sepulcros blanqueados por la brocha gorda de UCD.
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