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Tribuna
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Los "morituri" se saludan

A partir de ayer, ya hay selecciones que están de más en el Mundial, porque sus partidos ni sus resultados les van a servir para nada en lo que a progresión en el Campeonato se refiere: Francia, Hungría, México. Son las primeras bajas del Mundial. Claro es que hay distancias entre ellas en lo que se refiere a la impresión dejada, y es muy distinta la aureola con que la selección de Francia se despide de Argentina, que la de México, que Mundial tras Mundial (con la leve excepción del organizado en casa) no logra convencer casi nunca de que su inclusión en los dieciséis finalistas no procede de un determinismo geográfico. Y el caso es que por encima su fútbol de escuela y línea americana es capaz de confundir, hasta que se descubre que es inveteradamente incapaz de superar la falta sempiterna de una décima de segundo o de medio centímetro que invalida su fútbol para mejores empresas. En su partido contra los alemanes, que lo convirtieron en una especie de polígono de tiro y remate de la casa Krupp, su desfase fue visible hasta para los ciegos.No salen así Ios franceses, a los que les cabe incluso ganar pour l'honneur los dos últimos puntos del partido final contra los húngaros, porque sus despliegues futbolísticos, si no han sido tan amplios como pensaríamos leyendo L'Equipe, han sido tan decorosos como sus derrotas mínimas ante las dos mejores selecciones. La italiana, después de tantas recriminaciones internas hasta el momento de tomar el avión ha resultado una squadra de buenos e inteligentes profesionales, que se conocen muy bien, que hablan su toscano futbolístico con soltura y que dejan la impresión de que cada cual está en su sitio lógico.

Queda aparte la selección argentina, el auténtico verdugo de la selección de Michel Hidalgo, de la que se puede decir algo parecido sin más, que cambiar de nombre de seleccionador. Botada a los partidos del Mundial en un clima escéptico, está resultando lo bastante como para tener prestas e izadas las velas en las que ha de soplar el viento en popa que empuja a la selección de casa tanto por el público como los arbitrajes simpáticos y comprensivos a la hora de juzgar un penal dudoso o de quitarles de encima un húngaro levantisco. Pero esto en los Mundiales es consuetudinario y no puede decirse que los argentinos apliquen lo clue los demás desdeñaron en su turno. Si el juego responde, y parece que sí, hasta imbuir a los criollos «fe, coraje y ansia de guapear» en la cancha y ganar aunque sea por esta mínima distancia, pero también reveladora de oposición que es el dos-uno, veo que la selección blanquiazul acabará muy alta.

Los franceses encontraron delante dos rocas, y claro, no han pasado, como los húngaros, éstos por unas y otras causas inferiores a su fama técnica. Después de los partidos de ayer miércoles, no quedarán solos en el menester de arreglar el bagaje de vuelta. Irán (o Escocia, cuya eliminación hubiera sido la más escandalosa de ser temprana) en el cuarto grupo que proveerá, con otro viajero de retorno, al segundo envite. La congoja de ser eliminado pronto se palía con dejar una impresión de viajero lógico a Argentina, no la del polizón que se metió a bordo de la fase final del Mundial. No hay duda que los tunecinos, por ejemplo, tienen pocas probabilidades de quedarse, aunque empatasen contra los alemanes el partido final, pero han dejado patente un fútbol rápido, voluntarioso, generoso en el esfuerzo, que les distingue en el grupo de los «morituri» que el sábado y el domingo cantarán su «Adiós. pampa mia».

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