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Entrevista:

Carlos Garcia Váldés: "Los funcionarios y los presos me piden que no me vaya"

«Cuando se está sin dormir todas las noches desde el día de las autolesiones; cuando se está intentando colaborar desde la dirección de un centro penitenciario a la reforma de las cárceles no puede imponerse, precisamente, que un recuento salga porque se ordene. Carabanchel es un pueblo de casi 1.100 personas. Y están saliendo los recuentos, pero siempre hay algún gracioso o algún listillo que boicotea el proceso», dijo ayer a EL PAIS el director general de Instituciones Penitenciarias, Carlos García Valdés, refiriéndose a la desaparición de varios reclusos.

El director general añadió: «No todo el mundo tiene el grado no ya de responsabilidad, sino de colaboración con la Administración penitenciaria. Pero he de señalar que el equipo nuevo de Carabanchel es de mi absoluta confianza, pues el director y los dos subdirectores han sido nombrados directamente por mí. O se impone una disciplina férrea, autoritaria, que automáticamente encontraría un gran rechazo social, o se busca un diálogo continuo y un acercamiento a los presos. Esto último es lo que estamos intentando.»Ayer por la mañana, a la hora del recuento, faltaban once reclusos de la cárcel de Carabanchel, sin que se supiera si todos estaban escondidos dentro de la prisión. Ni siquiera los once pudieron ser identificados, por lo que los funcionarios tomaron huellas para poder conocer sus identidades.

EL PAIS preguntó al director general de Instituciones Penitenciarias si no podía parecer poco serio tener las prisiones faltas de condiciones de seguridad, aunque los boquetes abiertos en los muros y las malas condiciones generales tuvieran como causa los motines..

Respuesta. Comprendo que desde la calle algunas cosas parezcan preocupantes, pero el preso está muy crecido y no es un problema de indisciplina, sino de imposibilidad, a veces física, de llevar a cabo la misión penitenciaria. Con prisiones de más de mil personas es muy difícil entender una disciplina basada en el diálogo y en la convivencia, como la que yo pretendo. De Segovia se fugaron los de ETA hace tiempo por un túnel y entonces se llevaban las prisiones de forma bien distinta. Sucesos como los de Carabanchel pueden producir una cierta alarma social. Pero no hay otra dialéctica: o dialogamos y estamos cargados de razón hasta el final o se va al autoritarismo. Por otra parte, pensábamos vaciar la tercera galería para repararla y llevar alrededor de trescientos presos a centros cercanos, como Guadalajara o Alcalá de Henares. ¡Qué coincidencia que acaban de quemarme Guadalajara! Pero insisto en que pretendo que España tenga las prisiones que el pueblo español quiera. En esto soy un mandado. Y si me dice ¡Basta!, ya veré qué se entiende por ese ¡Basta! Si quiere unas prisiones basadas en el diálogo y no en la disciplina tendré que pedir tiempo para meter en las cárceles un diálogo que no ha existido. Y quiero que la sociedad vea lo que está pasando y, a lo mejor, en un momento determinado apoyará la reivindicación del preso, pero no tolerará el desmadre de ese mismo preso. Entonces será cuando yo tenga autoridad moral para tomar decisiones.

P. El Pleno del Senado aprobó el miércoles el dictamen de la Comisión de Establecimientos Penitenciarios sobre la necesidad de que el Gobierno se enfrente con el problema de las cárceles. En el informe de la Comisión los establecimientos penitenciarios quedan bastante malparados.

R. Es evidente, porque tenemos un sistema penitenciario con grandes problemas. Pero he de decir que el informe del Senado no es un enemigo para el Ministerio de Justicia, sino un punto más de confluencia. en una reforma general. Yo he dicho muchas veces -algunos principios teóricos de la Comisión del Senado están tomads de artículos y libros míos- que los establecimientos, penitenciarios salen malparados porque estamos sufriendo cuarenta años de abandono. No hay dinero, las cárceles no le han importado a nadie, ni siquiera a los Ministerios de Justicia, y ahora sí importan, al Ministerio, a la sociedad y a los partidos políticos. Yo me encuentro con el peor momento de nuestra historia penitenciaria, con establecimientos en mal estado, agravado por los motines, con un preso muy crecido y con un funcionario desmoralizado. Pero con el apoyo de todos podemos salir adelante.

P. ¿Qué se puede apuntar Carlos García Valdés como triunfo, suyo desde que llegó a la Dirección General?

R. Tengo un gran debe, más que un gran haber. Me puedo apuntar el visitar todas las cárceles que he podido, no dormir, no comer, estar pendiente de la gente, el que muchos me engañan, el hablar con todo el mundo y pedir, por encima de todo, el respeto máximo entre preso y funcionario y, sin embargo, veo que hay cosas que no van, desmadres intolerables en las prisiones cuando estoy diciendo que todo debe- controlarse. Sobre lo que se pueda haber hecho, ahí están las circulares para intentar armonizar criterios para todas las prisiones-, la salida de las cruzadas evangélicas de la cárcel de mujeres de Barcelona, porque esto es un cuerpo penitencianio; la ley General Penitenciana -aunque el mérito aquí no es inío, sino de Jesús Haddad y del ministro, que la potenciaron-, en fin, cosas pequeñas. A veces me siento desanimado, porque no puedo multiplicarme y estar encima de las más de setenta prisiones que tenenos, y veo que hay cierta mala volintad por parte de unos y otros, sobre todo en asuntos pequeños, ejue enrarecen la situación.

P. Dice que muchos le engañan y que otros tienen mala voluntad. ¿Quiénes son los que más le en gañan y los que peor voluntad tienen?

R. Esto es muy discutible. Con las visitas que estoy haciendo estoy poniendo las cosas en su punto Quiero apresurarme a decir que no es cierto que los funcionarios -si es que nos estamos refiriendo a ellosestén en contra de la reforma. Decir esto es rotundamente injusto Pero hay minorías que sí lo están como sucede en cualquier otro sector del país. Estoy hablando con todos los funcionarios y en ellos se ve, a lo sumo, un enorme desconcierto. Y quieren que yo les explique la reforma personalmente. También hay alguna reserva: ¿Va a haber un detrimento del orden? ¿Van a mandar los presos en las cárceles? Yo lo explico. Y no veo resistencia en la gran mayoría Luego viene la segunda parte, los presos. Estoy dialogando absolutamente con todos y tampoco dudo que pueda haber una minoría que no quiera saber absolutamente nada de la reforma, pues ésta sólo puede interesar a quienes tengan el camino abierto hacia una evolución progresiva del sistema, pero no un giro copernicano. Pero a una gran mayoría de los presos les interesa la reforma. A ellos les pido serenidad y que tengan la mitad de paciencia que yo tengo cuando estoy tratando todos estos problemas.

P. Parece que es usted el niño mimado de los funcionarios y los presos. Los funcionarios de El Puerto de Santa María se iban a encerrar y cuando anunció su visita decidieron no hacerlo. Los presos le han mostrado todo tipo de apoyo e incluso en un intento de fuga en Barcelona un recluso le mandó una carta explicándole por qué quería irse.

R. Posiblemente esto refleja una realidad. Tengo recogidas frases que me han dicho presos y funcionarios y todos coinciden en algo fundamental: «Usted no se vaya, no nos deje.» Los funcionarios me dicen que conmigo puede salir el decreto que permita su asociación, a lo que estoy dispuesto. Los presos de Burgos me han dicho: «No se vaya, porque entonces nos pueden destruir para siempre.» Nadie quiere que me vaya, pero todos me fuerzan hasta el final. Pues bien, que comprendan que si algún día he de dar un paso de firmeza o del cariz que sea, lo habré dado al final, con apoyo social, como hubiera hecho cualquier otro en su sano juicio.

P. Cuando llegó a la Dirección General hubo unas semanas de paz, pero ahora vuelven los motines y ha habido tres muertos. ¿A qué lo achaca?

R. Yo me encontré unas prisiones intranquilas. Acababan de suceder los hechos de Carabanchel y el asesinato de mi antecesor. Fui a El Dueso, Carabanchel, la Modelo y había una gran tensión. Es verdad que ahora ha habido un recrudecimiento en la lucha de los presos. Y han dejado bien claro que nada va contra el Ministerio ni contra la Dirección General, pero que quieren reforma del Código Penal, y de la ley de Enjuiciamiento Criminal, y, en definitiva, lo más trágico: que quieren salir, que siguen pidiendo como irrenunciable un indulto que ignoro si el Gobierno está en condiciones de conceder, pero con cuyas consecuencias estoy apechugando yo. A mi me decían una frase en El Puerto que no he olvidado: «No queremos una jaula de oro, queremos salir. La jaula de oro será para los que entren pasado mañana. Pero ahora queremos el indulto y nos sentimos discriminados respecto de la amnistía ». Si las cosas se enrarecen hasta ese punto, una reforma humanitaria como la que pretendo, que necesita tiempo, puede verse quebrada y tener que decir yo: señores, contra eso no puedo luchar. Si siguen el camino de la reivindicación pacífica puedo aceptarlo; el de la violencia, ni yo ni nadie puede, porque la sociedad tampoco lo va a aceptar.

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