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Reorganización de la OID

La Oficina de Información Diplomática (OID) no hace honor a su nombre. Justo es decir que en los últimos dos años intenta aproximarse al objetivo natural que le corresponde, con timidez y sin mucho éxito, al ritmo que marcan los acontecimientos y el propio talante de los primeros responsables del Ministerio de Asuntos Exteriores y de sus ejecutores más directos.La oscura y confusa historia de este departamento deja mucho que desear, al menos hasta el momento mismo del cambio de régimen. Sus funciones se comparaban, a veces, a las propias de la Dirección General de Seguridad y a las que ejercían la censura previa y controlada, después, y se limitaban al veto de la información exterior, a su orientación, propaganda, intoxicación y simples relaciones públicas.

La imagen que perdura de este supuesto centro de información diplomática se identifica, a veces, con la del aparato de propaganda, intoxicación informativa y de simples relaciones públicas, por lo que se nos antoja que el camino a recorrer es aún largo y realizable si se lleva a cabo una reestructuración a fondo de esta oficina. Con una cierta urgencia, deberían entrar en esta reforma los siguientes temas: capacidad informativa y de reacción oficial del Ministerio en cuestiones de viva actualidad; relaciones con los corresponsales extranjeros acreditados en Madrid y con los corresponsales españoles fuera de nuestras fronteras; organización y protocolo de visitas oficiales de personalidades extranjeras a España y viajes de los primeros responsables del Estado español al extranjero; boletines informativos y publicaciones del Ministerio y documentación de temas.

La simple misión informativa de la política exterior española es, sin duda, el tema central de toda reforma. Los esfuerzos que el ministro y alguno de sus colaboradores realizan en este sentido constituyen un buen precedente, en favor del final de las diplomacias secretas o paralelas y de la acreditación de una acción política exterior del Estado y no simplemente de Gobierno.

El trato que se dispensa a los corresponsales extranjeros acreditados en Madrid -del Este y del Oeste- no es ni mucho menos óptimo y se suele regir por un sistema de reciprocidad estricta, en algunos casos, que desdice de la liberalidad informativa de nuestra joven democracia. Peor aún son las relaciones entre funcionarios de Asuntos Exteriores y nuestros corresponsales en el extranjero -la dualidad periodistas-diplomáticos es vieja, pero no tiene por qué ser eterna-, en las que inciden también los consejeros de prensa del ex Ministerio de Información y Turismo y hoy Ministerio de Cultura. Y aquí cabe una reflexión especial: los llamados agregados de prensa -algunos de ellos de tiempos muy lejanos- dependen económicamente del Ministerio de Cultura, y los agregados culturales de nuestras embajadas, poco especializados en el tema, están a las órdenes de Asuntos Exteriores. Ello supone una seria contradicción, que debe aclararse una vez que funcionen los servicios informativos (exteriores) de la Presidencia del Gobierno que podrían tener algo que decir sobre los llamados agregados informativos y una vez, también, que el Ministerio de Cultura pueda y se le deje coordinar su acción exterior.

En las visitas de personalidades extranjeras -protocolo aquí incluido- y viajes de altos responsables del Estado español también hay terreno para una seria reforma. Por último, destacan mal los boletines de este departamento a las embajadas españolas que ignoran la prensa de las regiones y nacionalidades, y publicaciones de ridícula propaganda como la llamada Europa 78, pobre de presentación y contenido. Por el contrario, progresa, aún incipiente, el plano de la documentación de temas monográficos.

Estos son, en síntesis los temas de urgencia que exigen infraestructuración de la OID y que pueden justificar su supervivencia. El relevo que entrega al diplomático Máximo Cajal la dirección de esta oficina parece ser una buena oportunidad para la reestructuración definitiva y necesaria de tan importante departamento.

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