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Ortega Cano, en un interesante momento de torería

Plaza de Las Ventas. Segunda corrida de feria (domingo). Toros de Sotillo Gutiérrez, muy bien presentados, serios, mansos, sin casta. Antonio Rojas: Media estocada trasera y desprendida, tirando la muleta (silencio). Estocada tendida, rueda de peones y descabello (pitos). Ortega Cano, que confirmó la alternativa: Estocada caída a toro arrancado y, rueda de peones (petición de oreja y dos vueltas al ruedo, con algunas protestas). Pinchazo, estocada a toro arrancado y dos descabellos (palmas y pitos cuando saluda por su cuenta). Lorenzo Manuel Villalta: Media atravesada a toro arrancado, y se tira al callejón; rueda de peones y estocada delantera, tendida y contraria, a toro arrancado (silencio). Metisaca, media barrenando y pierde la muleta, rueda repetida de peones, estocada corta y nueva rueda de peones (silencio). La Presidencia estuvo acertada. Hubo tres cuartos de entrada.

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El hierro de Sotillo debutó en la feria de San Isidro. Debutó para mal. Trajo una corrida seria, con presencia, bonita de pelo -cinco cárdenos y un colorao, enmorrillao, de gran cuajo- pero mansa y descastada. La mansedumbre es el lado malo del toro. La falta de casta es la negación del toro.Sotillos, que a mitad de una serie de lances de capa o de muletazos abandonaban la pelea y se iban a las cuerdas. Sotillos corretones que jugaban a las cuatro esquinas como si eso fuera posible en un redondel. Sotillos que se quedaban encogidos en el centro de un muletazo y ponían el corazón en un puño al personal. Sotillos a los que había que picar en la puerta de chiqueros. Sotillos que derrotaban a un pelo que se moviera en el aire...

¿Ha dicho usted sotillos, por casualidad?

No todo fue malo, al cabo; es decir, que alguno de los toros tuvo faena, pues una cosa son los cantos de gallina aludidos y otra muy distinta, que los pupilos del doctor Parache se negaran a embestir en redondo. Por ejemplo, el primero de Antonio Rojas, dentro de su nulo temperamento y de la falta de fijeza, tenía una aprovechable em bestida por el izquierdo, que no le salió al espada para hacer un toreo de mediana calidad. Rojas estuvo voluntarioso y muy tosco, con este toro. Probó al cuarto por ambos pitones, y como le respondió con mal estilo, se lo quitó de en medio con brevedad.

El lote de Lorenzo Manuel Villalta, aún fue peor. El sexto cabeceaba a malsalva, pese a lo cual, el de Socuéllamos, que tenía la tarde hundida en el mayor de los fracasos, quiso pararse ante él, a la desesperada, para el derechazo y el natural, y el trasteo fue angustioso, porque cada pase era un ¡ay! de cornada. No la hubo, afortunadamente, aunque es dificil explicar por qué. Las tarascadas del animal dibujaron varias veces, por toda la plaza, la silueta entera de Villalta.

No tan malo era el tercero, pero sí parecidas las angustias, ya que sin la más remota idea de los terrenos y la colocación, torpísimo en la ejecución de las suertes, y con una excitación nerviosa creciente que acabó contagiándose a los espectadores, Villalta estuvo a merced del toro, hasta que éste cayó apuntillado. Cada vez que la fiera iba por los adentros, arrollaba. Y el de seda y oro -¿puede creerse?- insistía en citar por los adentros. Con el capote, en ambos toros, no dio más que mantazos. Ambas lidias las convirtió en desconciertos propios de capea. Está Lorenzo Manuel Villalta mucho peor que el año pasado en esta misma feria, donde fracasó. Por qué le han vuelto a traer, es un secreto que guardan los empresarios de la plaza, quizá porque sólo a ellos interesa.

El contraste con todo lo anterior fue Ortega Cano, que llegó a la confirmación en un momento de torería y madurez sorprendentes Sereno, reposado, gustándose en el toreo, dibujó lances a la verónica:, alguno de los cuales era de cartel; hizo un bonito quite por chicuelinas; mandó en la plaza. Sus toros fueron boyantes dentro de esa descastada y mansa condición ya dicha, pero en todo momento estuvo por encima de ellos y suplió con garbo la absoluta falta de calidad que tenían sus enemigos. Banderilleó con tanta facilidad como vulgaridad, pero en los últimos tercios cuajó algunos muletazos de escuela; con la sombra del piquito dichoso, alguna vez, más también con la diáfana esencia del temple, sobre todo, en unos derechazos al que abrió plaza, cuando, en una ocasión, lo tomó de largo -que así lo requería la condición del toro- y en dos series de naturales al quinto.

El presidénte no concedió oreja cuando parte del público la pedía en el toro de la confirmación, e hizo bien. Pues, pese a todo, la faena no había sido de oreja, ni la estocada, que ejecutó a toro arrancado, y quedó caída. Están acertados los presidentes en este tema de los trofeos y va a ser muy positivo para la feria, si el criterio restrictivo sigue en las restantes corridas y también con las figuras. A ver si, además, consiguen que no haya ruedas de peones y que los picadores hagan la suerte por derecho, y no a base de cariocas y de tapar la salida al toro, como fue la tónica el domingo.

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