_
_
_
_

Homenaje popular al político desaparecido

Juan Arias

La respuesta de Italia al criminal asesinato de Aldo Moro fue ayer una manifestación continua, a todas las horas, en todas las ciudades y en los pueblos más pequeños. Casi todo espontáneo: los partidos y sindicatos bajo banderas rojas y blancas y un solo lenguaje: un profundo silencio e indignación contenida en los rostros. En las pancartas en manos de los jóvenes se podía leer: «Lo habéis matado en nombre del pueblo, pero el pueblo reniega de vosotros»; «No podréis matar a todos los italianos»; «Moro sigue vivo».

Pese a los aguaceros y tormentas de ayer en toda Italia, a las manifestaciones asistió gente que nunca se ve en actos públicos. En todas las catedrales de Italia y en la mayor parte de las iglesias se celebraron misas en sufragio del estadista democristiano. Por la mañana, el cardenal vicario de Roma, Ugo Poletti, visitó a la familia Moro para ofrecerle el pésame del Papa. A la misma hora, Pablo VI, en una audiencia pública, recordaba la figura de Aldo Moro con gran emoción: «Su muerte ha horrorizado a Italia y al mundo entero. Este crimen es como una mancha de sangre que deshonra a nuestro país. Yo lo conocí desde su juventud: era un hombre bueno, sabio, pacífico, incapaz de hacer daño a nadie; un padre ejemplar.»

Ante la puerta de la casa de la familia Moro, en la calle de Forte Trionfale, donde durante 55 días paraban día y noche periodistas y fotógrafos de todo el mundo y gente sencilla, en busca de noticias, ahora reina. el silencio y el vacío, y el dolor de una familia destrozada, pero no desesperada. En el lugar del secuestro, en la calle de Fani, donde Moro fue capturado y los cinco agentes de la escolta asesinados, a las fotografías de los cinco policías la gente ha añadido la foto de Aldo Moro. La piedad popular ha convertido aquellos cuatro metros cuadrados en una iglesia con montañas de flores siempre frescas.

Lo mismo está sucediendo en la calle de Caetani, donde fue descubierto el cadáver del señor Moro. La gente deja flores, billetes escritos con mensajes de dolor y de rabia.

A pocos metros, en la plaza de Jesús, donde se hallan las oficinas centrales de la DC, siguieron desfilando durante todo el día de ayer personalidades políticas de todas las tendencias gente sencilla. Todos quieren abrazar al secretario Benigno Zaccagnini, considerado un hombre honrado, la persona que después de la familia vivió con mayor angustia el drama del secuestro de su maestro y amigo Aldo Moro. Se emocionó cuando lo abrazó la señora Allende y un grupo de muchachos de un colegio, que espontáneamente fueron a depositar claveles rojos, y las últimas ediciones de los periódicos sobre la mesa del despacho de Moro «para indicar -dijeron- que lo consideramos vivo».

Toda la prensa, sin excepción, desde la más conservadora hasta la más izquierdista habla del asesinato de Moro parangonándolo al de Kennedy y Luther King. He aquí algunos títulos a toda página, que van desde Il Corriere della Sera a los periódicos de la izquierda extraparlamentaria: «Sigue vivo su mensaje de libertad», «Aldo Moro, un político que caminó siempre hacia adelante»; «Era el más cercano a los problemas de la vida civil», «Era el gran mediador de las luchas políticas»..

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Mientras la gente, ante las noticias que siguen llegando acerca del modo sádico en. que fue ejecutado Aldo Moro, se horroriza y dice: «Nunca Italia. había caído tan bajo», en Turín los brigadistas rojos, capitaneados por el fundador Renato Curcio, demostraron en la audiencia del juicio de ayer una desvergüenza que la gente difícilmente les perdona. Renato Curcio, en pie, en nombre de los demás colegas, dijo textualmente: «El acto de justicia revolucionaria ejercita da con Aldo Moro es el acto más alto de humanidad posible en esta sociedad dividida en clases.» El presidente del tribunal lo expulsó del aula y Curcio fue inmediatamente acusado de apología de delito.

La autopsia

Ayer, a las dos de la tarde hora italiana, se concluyó la autopsia del cadáver de Moro en el Instituto de Medicina Legal de la Universidad de Roma. Además de los médicos legales asistieron un perito en nombre de la familia, otro por parte de la policía científica, el fiscal general Guasco.

El examen del cuerpo ha disipado las dudas y las incertidumbres de las primeras horas y que se acusaban ayer en todas las crónicas periodísticas. Los datos oficiales son los siguientes: al abrir el maletero del automóvil Renault 4 el cadáver apareció con la barba larga, el rostro sereno y los ojos semiabiertos. Estaba encogido, con la cabeza reclinada en la rueda de reserva. En el suelo, un mechón de cabellos, señal que el coche recorrió, antes de llegar a Roma, un camino accidentado. En un lado estaban las cadenas con las cuales estuvo atado de manos y pies durante su prisión. Le dispararon con dos armas distintas: una pistola ametralladora 7,65, la checoslovaca Scorpion, y con una nueve corta. Exactamente once percusiones, siete mortales y cuatro que queda ron dentro. Todos los disparos fue ron dirigidos al corazón. Le dispararon con silenciador a una distancia de cuatro metros. La víctima estaba de cara a los asesinos. Intentó llevarse la mano izquierda al corazón pues uno de los dedos de la mano está atravesado por una bala. Cuando le dispararon estaba vestido sólo con la camiseta y la camisa, y descalzo. Después de muerto lo vistieron con su traje y hasta le hicieron el nudo de la corbata y le pusieron los zapatos limpios. En los pantalones se encontró arena blanca, que corresponde a la arena de la playa de la región del Lazio. En el glúteo izquierdo los médicos encontraron una herida con pus. Parece ser que se trata de una herida recibida el día del secuestro. De los análisis del hígado, del estómago y de la hipófisis se demuestra que Moro no fue drogado, por lo menos antes de ser ejecutado. También se demostró que durante los 54 días de su prisión estuvo casi siempre inmóvil.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_