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Las primeras corridas de San Isidro vienen bien presentadas

«Para cuernos, los del Samuel.» Alguien, no iniciado, que pasee estos días por la Venta del Batán, puede ser víctima del equívoco. El Samuel y sus cuernos. ¿Quién será el pobre don Samuel? Porque este es el comentario común, el comentario base, el comentario tipo: los toros de Samuel Flores (propietario, Samuel Romano López Flores), menuda cabeza tienen.

Es verdad que la corrida viene seria. En realidad, vienen serias todas las corridas expuestas hasta ahora, al menos en conjunto. Con sus reparos, naturalmene, pero es justo añadir que, en cuanto a presentación, se observa una notable mejoría, hacia el trapío, en relación con la feria de 1977. La cual -seguiremos diciendo- mejoró a su vez la de 1976.En el lote de El Campillo, que está preparado para el mano a mano Paula-Andrés Vázquez, es donde se observan más desigualdades y carencias en cuanto a presentación. A un par de ellos -quizá tres- los veterinarios podrían cortarles el paso en el reconocimiento que se les hará en su día.

Al lado de estos toros, que son de María Teresa Oliveira, están los de Ramón Sánchez, los cuales abultan poco pero forman una corrida pareja y bonita. La habíamos visto en el campo, en la finca cordobesa -es decir, en sus salsas-, y luego el resto de la ganadería, por lo que podemos asegurar que Ramón Sánchez escogió lo mejor que tenía para el importante compromiso de la feria de San Isidro.

La ganadería tiene el consabido problema de caja: «¿Qué queréis que le haga? -nos decía Ramón Sánchez- Yo no puedo inventarme toros más grandes; lo mío es así y no hay que darle más vueltas Otros toros de otros hierros abultan más, y no por eso son más toros.»

Por ejemplo, los ape. Que no-son-más-toros pero sí más grandes que los de Ramón Sánchez. Este tipo de comparaciones -y disquisiciones- plantea un problema a nivel de afición y a nivel ganadero no siempre fácil de resolver. Porque el trapío es un valor, de primer orden, en la fiesta de los toros. El toro bien criado, sí, pero de respeto también.

Las anunciadas rnedidas del Gobierno

Pronto se acabarán los problemas, sin embargo. El Gobierno ya ha dicho, en el Senado, que es su preocupación fundamental, que están en marcha una serie de medidas... No es que vayamos a creerlo a piesjuntillas y todo eso pero, en fin el Gobierno lo ha dicho y algo es, porque hasta ahora no habían dicho nada.

La variedad del espectáculo taurino es aúninás variedad cuando el toro se sale de la uniformidad de las capas negras, y por eso en el Batán gusta ver el colorao de El Campillo, y gustan mucho los pelajes cárdenos de la corrida de Sotillo. La cual es bastota, pero seria, dato al que la. afición -y el torero- da mucha importancia, y con razón.

También lo da -en otro sentido, por supuesto- cuando la corrida responde a esas constantes que el taurinismo define como agradables, y en estos términos están los ejemplares de los herederos de Baltasar Ibán. Gordos, anchos, desmerecen por delante, en el sentido de que sus cornamentas. pecan de poco desarrolladas y aun de recogidas. Ya se sabe (y si no se sabía, se supone): es corrida para figuras, como siempre. Y si embiste con la dulzura y ritmo sostenido que ya es norma de la casa, puede contribuir a otra tarde de triunfos, contentos y parabienes, como ocurrió el año último.

Entre los toros de Celestino Cuadri, otro conjunto bien conformado, a salvo ciertas desigualdades también aquí, destaca, en contraste con los pupilos del anterior hierro, la cabeza comiabierta, amplia de cunadel número veintiocho, que a su vez posee largura y romana. Está en la línea de los samueles a los que nos referíamos al principio, si bien en éstos -insistiremos- hay más leña, pues todos son comalones, tres de ellos bizcos y, curiosamente, bizcos los tres del asta izquierda.

El cuerno derecho lo tienen -los tres también- astifino y agresivo, vuelto, y tal armamento es el que suscita el coro de admiraciones de un público que, un año más, se toma la feria de San Isidro con ganas, y aunque las combinaciones de toreros sean más flojas que nunca. Sin embargo, hay una razón esencial: al disminuir la nombradía de los toreros, intuye el público que aumentará el trapío de los toros, lo cual es garantía de emoción.

Y además -¡qué caramba!, ya es hora de decirlo- lo que de verdad importa en la fiesta, en estos momentos, es el toro. Y el toro está ya, reparos aparte, en la Venta del Batán (donde, por cierto, cuesta la entrada diez duros, diez, que ya está bien).

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