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"Los toros se caen porque no comen"

Nos falta tiempo para ratificar, con todos los pronunciamientos que sean precisos, que Africanito, el sobrero de Pablo Picazo de Malibrán que se lidió en la novillada del día 1 en Las Ventas era, efectivamenté, novillo, aunque pesaba, como presumíamos (EL PAIS del día 3 último) muchos kilos por encima del máximo autorizado por el vigente reglamento taurino. Quizá cien.

Desde luego no dijimos que fuera toro. Pero unas observaciones sobre las mataduras que desfiguraban el «5» que acreditaba su condición de novillo hicieron al ganadero botar en la silla. ¡Cómo se puso! No es que se enfadara, no. Fue el disgusto morrocotudo, como sólo se puede llevar en esto del toro quien lo vive con verdadera pasión de aficionado. Nos puso el corazón en un puño.«No le llamo para que haga ninguna rectificación ni cosa por el estilo. Sólo le pido que venga a mi casa y vea cómo crío yo los toros.»

A primera hora de la tarde llegábamos a Soto del Real. Empezaba a amainar la lluvia que habla caído durante horas y horas y el campo estaba hecho un barnizal. En la sierra, las nieves cubrían las cumbres. Dentro del término de Soto, en Los Pinarejos, tiene Picazo la paridera de vacas. Es una dehesa de cuatrocientas hectáreas, con una zona de enebros y monte bajo. La mayor parte de los becerros habían nacido pocos días antes.

Uno de ellos llevaba sólo horas en el mundo y ya correteaba y jugueteaba con la paja. Cuando Botán se echó al ojo la cámara, para hacerle una foto, acudió la vaca y se puso delante, engallada, en actitud retadora. Varias veces fue así.

La escena era graciosa y enternecedora, pero aún llamaban más la atención las hechuras de la vaca misma que, recién parida, estaba gorda como si aún llevara el becerrote dentro. El ganado leopoldo Picazo es así, todo adelantado -añojos que parecen erales, erales que parecen novillos-, y por eso no nos extrañó que de dos novilladas que ha lidiado en Las Ventas (más el sobrero dicho) hubiéramos tenido que asegurar, en su día, que tenían trapío de toros.

«Es que esa es mi forma de criar el ganado de bravo, y estoy convencido de que no hay otra: darle de comer desde que nace,con el alimento conveniente a cada edad y no parar. Lo mismo la vaca. Hay quien tiene a sus reses hambrientas hasta que cumplen los tres años, y sólo a partir de entonces las echan pienso, con miras a su lidia como cuatreños ¿Qué pasa entonces? Que no sale a la plaza un "toro-atleta", con la energía suficiente para aguantar la media hora de pelea, sino un animal cebado. Y se cae. Este es el secreto de la mayor parte de las caídas y, naturalmente, con excepción de las que se deben a enfermedades. ¿A que mis toros no se caen?»

Bueno, la verdad es que hay ahora un plazo mínimo de dos años para probarlo, pues Picazo de Malibrán no lidiará más reses en España en todo ese período de tiempo. Como lo que ha sacado a los ruedos, aunque con casta, le salió manso, lo ha vendido todo para las plazas francesas. Ha desechado lo de Samuel, cruzado, de Parladé, y ahora está formando la ganadería con puro albaserrada, a base de un semental y vacas comprados a Victorino Martín.

Este hombre -asegura Leopoldo Picazo- tiene en su ganado casta que le sobra por todas partes. Con esa casta, y con mis métodos de crianza, puedo hacer un toro importante, entre lo mejor de lo mejor que hay en el país. Así que en eso estoy. Y a esperar. Lo primero que lidie será corrida de toros, en 1980. Hasta entonces, toda mi dedicación va a ser para preparar a fondo la ganadería.

En Miraflores tiene un molino en el que prepara el pienso, según una combinación a base de avena de la que, naturalmente, no nos da .la fórmula. Al lado está la casa, donde Rosa, la mujer del ganadero, nos prepara café. Luego veremos los machos, que están a cinco minutos de tractor, en los prados de El Cerquillón. Cuando llegamos con el pienso, los 72 ejemplares se nos arremolinan. Varios erales, por ,trapío, podrían lidiarse ya en Madrid sin ningún problema. Es el propio Picazo, con su mayoral, Santiago, quien echa el pienso en los comederos. Todos lo días lo hace. A las seis de la mañana ya está dando de comer a sus toros. Para beber tienen que hacer un largo recorrido hasta el riachuelo, por los cerros pedregosos y plagados de roca. «Así se hacen fuertes y ágiles, duros de pezuña.» El frío es cortante e intenso, y le digo a Leopoldo que, para duro de pezuña, yo, después de las seis horas que llevamos de faena por aquellos andurriales. Imagino lo que será repetir la operación un día y otro, antes del alba y entre nieve. O O no lo imagino. En realidad, algunos ganaderos no lo imaginan tampoco. Y así les va. Cuando uno se encuentra delante de un ganadero con esta dedicación, esta afición y este escrúpulo, hay que descubrirse. Otra cosa son los resultados del toro en el ruedo, pero eso se verá dentro de dos años. De momento, su fórmula -casta y preparación- tiene vitola.

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