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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El "Requiem", de Verdi, con Frühbeck y la Orquesta Nacional

La temporada de conciertos de la Orquesta Nacional ha sido clausurada brillantemente con la interpretación del Requiem verdiano, una de las obras más queridas de conjunto y director. Digamos de antemano que al éxito general de la velada se sumó el cariñoso homenaje de abonados, coro y orquesta a Rafael Frühbeck, en su despedida como titular de la Orquesta Nacional.El Requiem de Verdi es obra perfectamente dominada por Frühbeck y la Nacional, que la toca con absoluta seguridad y pulcridad; por ello sería pueril entrar en detalles técnicos: digamos tan sólo que la orquesta tocó muy afinada, dúctil para el director y con sonido muy cuidado. Como apunta muy bien Fernando Ruiz Coca en sus notas al programa, Verdi ha sido objeto en los últimos años de una revisión interpretatíva a la búsqueda de sobriedad y profundidad y esta revisión ha partido en gran medida del Requiem, como en el caso de Chopin ocurrió con los Estudios y Preludios, y en el de Schubert, de los Lieder o Impromptus. Este tipo de revisiones son necesarias, fructíferas y peligrosas, puesto que siempre está al acecho la posibilidad de pecar por defecto.

En el Requiem se huye de la ópera, se evita el olor de candilejas y telones, y esto es justo y necesario; pero esto es un arma de dos filos, porque puede afectar a la esencia misma de la obra: el dramatismo. Si se hiciera un estudio serio de la expresión dramática a lo largo de la historia de la música italia na creo que nos sorprenderíamos: desde Monteverdi y Caris simi a Menotti o Berio, pasando por Scarlatti, Vivaldi o Albinoni, la expresión musical es esencial mente dramática y curiosamente es el romanticismo el período que admite en menor grado este dramatismo en formas no teatrales: de aquí la esclavitud a la ópera, que no había existido ni siquiera en los autores de música teatral del renacimiento tardío y del barroco. Pero lo dramático no puede ser limitado a lo escénico, ni a lo teatral, porque es todo un modo de expresión (como lo puede ser el lied, que a nadie se le ocurriría limitar al género vocal) común a otras artes (la más evidente, la literatura). De aquí surge la paradoja: cuando se busca la sobriedad, cuando se rehuye toda «exageración», con frecuencia se abandona lo dramático y se cae en lo que la obra no es sino connotativamente (y no denotativamente, como tan a menudo se afirma con criterios bien superficiales): operística.

Este es el único peligro que veo en la por lo demás excelente versión de Frühbeck. Quizá la interpretación actual se ha llevado, junto con tópicos y errores, una gran parte de la capacidad de ser espontáneo.

Fuera de esto, la versión escuchada está pensada, bien construida, es muy sobria en lo expresivo, aunque no tanto en lo sonoro, lírica y enérgica. Pongamos un ejemplo concreto de lo que antes decíamos: el recitado final de la soprano es de un dramatismo que no por aparecer en la ópera (Traviata, por ejemplo) es menos eficaz en una expresión religiosa, y Annabelle Bernard nos lo ofreció banalizado. La gran estrella de la noche fue el Coro Nacional: afinado, potente, musical, seguro, perfecto de sonido (sólo forzado, innecesariamente, en el Dies Irae). Entre los muchos buenos momentos de la noche destacaría el Sanctus de alegria apasionada, casijocoso y al tiempo lírico y blando. Cuarteto solista con media muy alta: Annabelle Bernard es soprano de voz muy coloreada, lírica y musical, pero de afinación no del todo segura. Siempre sensible la mezzo Rose Wagemann, aunque su tesitura no sea la más adecuada para la obra, se mostró segura y expresiva en todo momento. Excelente Gordon Greer, tenor de voz no grande, pero muy hermosa-, preciosa la mezza voce, nos ofreció un magnífico Ingemisco, expresivo y gestual. Es justo destacar la intervención del oboe. Simón Estés mostró su voz hermosa en una interpretación acaso demasiado sobria. La sesión del viernes se vio honrada, entre el aplauso general, por el de Su Majestad la reina Soria.

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