_
_
_
_
_
Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los gitanos

Ha tenido lugar la primera reunión nacional de asociaciones gitanas. Ciento cincuenta y tantos gitanos se han reunido por primera vez y no han hecho una hoguera ni le han vendido un burro a nadie. Black is beautiful, dicen en Harlem. Aquí, lo gitano es bello.¿Y qué piden los gitanos y olé? Derogación de las disposiciones legales que discriminan y persiguen todavía al pueblo gitano, desde 1942: ley de Peligrosidad Social, generalización de la presunción de culpa. En efecto, uno era malo, de niño, como es la obligación de todo niño, y en seguida decía la mamá grande:

-Niño, te van a llevar los gitanos.

La sociedad española ha necesitado al gitano como un contraespañol, como la evidencia del mal, como un condenado en vida, como el contraste cobrizo de la casta palidez paya, apostólica y romana. Los gitanos eran una cosa muy útil. La mitología infantil del horror, en España, nace del fondo oscuro de la raza gitana: el coco, el hombre del saco, o la tribu gitana que pasaba por la calle de mi infancia dejando una estela de magia, miedo, superstición, cultura y piojos.

Ahora que los gitanos se disponen, con toda oportunidad y decisión, a reivindicarse como raza y clase, yo les diría a los gitanos, no para consolarles, sino para consolarme a mí mismo, que con Franco todos éramos gitanos. Esa ley de Peligrosidad Social que ellos citan, y otras muchas leyes de Burgos, Salamanca y Madrid, hicieron de pronto a España un pueblo de gitanos, robagallinas, canasteros y enemigos naturales de la Guardia Civil.

El Caudillo se convirtió de pronto, por decisión propia y de manera involuntaria al mismo tiempo, en un Caudillo de gitanos. En lugar de redimir a los gitanos y otras etnias peninsulares, la guerra civil nos gitanizó a todos un poco o un mucho. Por eso podemos comprender y asumir hoy las exigencias del movimiento gitano: porque todos llevamos un gitano de posguerra en el alma. Los gitanos, en reciente documento, piden guarderías para sus niños. La sociedad española no les había previsto otra guardería que el arco derrumbado del puente romano.

La mortalidad infantil entre los gitanos es la más alta de España, y quizá de Europa. Los gitanos nos vienen dando pruebas decididas de su voluntad de integración en la sociedad española. Incluso algunos se han hecho de UCD, que ya es integrarse.

Leyendo la carta gitana, la lista de sus reivindicaciones, me reconozco hasta tal punto que corro a mirarme en el espejo del baño, a ver si es que tengo la frente morena de verde luna. Lo que les han hecho a los gitanos, nos lo han hecho en buena medida a todo los españoles. Por ejemplo, eso de que la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento, aberración jurídica de la que nunca había protestado ningún payo, que yo sepa, y de la que ahora protestan los gitanos, pidiendo esquemas legales claros y sencillos para que su pueblo inculto pueda enterarse y cumplir. «Comportarse», como dirían ellos.

-Los gitanos no podemos ignorar la ley, pero la ley nos ha ignorado a nosotros -me dice la gitana canastera de mi barrio.

También piden los gitanos que se les deje traficar en chatarra, que es lo suyo, siempre que no haya trabajo mejor y siempre que la chatarrería la lleven honradamente. Yo pienso que cuando hasta las marquesas-duquesas trafican en chatarra de oro, por los aeropuertos internacionales, por qué no se les va a permitir a los gitanos el noble y antiguo chalaneo en metales que les son casi hermanos de raza, como el bronce, el cobre y el hierro.

Los gitanos, en fin, al querer singularizarse como raza discriminada, nos han descubierto la última y más profunda verdad franquista: que todos hemos sido gitanos durante cuarenta años, una etnia peligrosa, vigilada y secundaria. Los nacionalespañoles estaban en Puerto Banús cambiándose de camisa de seda. Los demás, todos gitanos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_