Peter Maag y Jesús Meliá
El Concierto para oboe, de Ricardo Strauss, es una de las obras con las que el compositor se despidió del mundo, con nostalgias clasicistas, expresión íntima y renuncia al gran aparato orquestal. Situado junto a las prodigiosas Metamorfosis, la Sonatina para vientos y el Dúo para clarinete y fagot, el concierto data de 1945. En él Strauss, sin dejar de ser quien era, mira hacia Mozart, evoca su propio Capriccio y hasta recuerda las hazañas juveniles de Don Juan. Pero el tono es otro, como otra es la edad. El extrovertido se hace introvertido, el espectacular se torna intimista, el autobiográfico se convierte en nuevo clásico. Todo ello dentro de un virtuosismo que no sólo afecta al solista sino a la orquesta entera. Jesús Meliá, solista de su cuerda en la Sinfónica de RTVE, expuso la obra con total dominio técnico y fuerza expresiva convincente. Parecía que la hubiera tocado en público mil veces. Actuaciones así no sólo son buenas para los instrumentistas, sino que prestiglan a la orquesta. La de RTVE, que lució el Brahms de categoría internacional, de espléndido concertista, que nos diera Pedro León, ha podido presumir ahora de este oboísta excelente, de este músico maduro y bien orientado que es Jesús Meliá. El éxito fue extraordinario, como correspondía a los méritos de la versión.Peter Maag lo obtuvo también, y en grado sumo, Director de probado prestigio, me gusta de él, sobremanera, la forma de fabricar el sonido orquestal: blando, maleable, sedoso. Así la sinfonía 34 de Mozart fue de alto vuelo y preciosa Ia atmósfera lograda en Orfeo, de Liszt, tan contrastado con el demoníaco y superbrillante Mephisto, auténtica página de gran compositor servida por Maag y los radiotelevisivos, con fuerza de atracción y riqueza colorística. Para final, el preludio y muerte de Isolda, reafirmó lo que se advierte a lo largo de cuanto Maag hace: su condición de gran maestro operístico. Que no se trata de un especialismo. sino de una apertura de horizontes. Es más: todos cuantos de verdad son en la dirección, son conductores líricos. Ha de elogiarse en Maag la capacidad de rendimiento en los ensayos. Casi todo el programa era nuevo para la orquesta y, sin embargo, tuvimos un gran concierto. Así lo entendió el público, que, en unión de la orquesta, hizo objeto al maestro invitado de largas y entusiastas muestras de homenaje.
Anne-Sophie Mutter y estreno de Bernaola
Una nueva página de Carmelo Bernaola. trazada con espíritu vivo y funcional: la Entrada, que acaba de estrenar Frühbeck y la Nacional. Concebida a imagen y semejanza de las oberturas en dos movimientos -con una plantilla orquestal deliberadamente rossiniana más el añadido del piano- el músico vasco ha trazado con seguridad una pieza que abrirá muchos programas: concisa, de bellas sonoridades, ajena a toda polémica estilística, la Entrada obedece tan sólo al impulso personal de su autor. Cuanto sabe -y sabe mucho Bernaola- ha pasado al cuarto de trabajo, es herramienta que permite al compositor hablar como quiere. Exito franco para Bernaola y sus intérpretes.Catorce años tiene la violinista Anne-Sophie Mutter, y toca Mozart con una belleza sonora y una madurez de pensamiento absolutamente asombrosos. Después de ser premiada en su país. Alemania, la descubrió Karajan y la invitó a actuar en el Festival de Pentecostés de Salzburgo. Como RNE lo transmite todos los años, fue entonces cuando la descubrimos nosotros. Ahora, en directo, se ha ganado todas las adhesiones del público madrileño al interpretar de modo irreprochable y con singular atractivo el cuarto concierto mozartiano, asistida entusiásticamente por Frühbeck y los profesores de la ONE.
El director burgalés puso una vez más en los atriles -de la orquesta. pues él la domina de memoria- La consagración de la primavera. Versión conocida, nada nuevo hay que decir.
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