"Largo Caballero fue el único obrero que llegó a presidente"
Gabriel Jackson ha defendido siempre las posiciones del Gobierno del Frente Popular que tuvo que lidiar, desde la legitimidad republicana, la guerra civil española. Una figura, la de Largo Caballero, cuyos restos serán enterrados hoy en el Cementerio Civil de Madrid, le mereció las mayores simpatías, por su prestigio de obrero en un Gobierno de intelectualillos y funcionarios, por su limpieza en lo que respecta a asuntos económicos, y por su ecuanimidad burguesa al margen de la palabrería revolucionaria y encendida de viejo dirigente de la UGT.A Jackson, estas simpatías socialistas de profesor de universidad le han valido tener que medirse con otros profesores americanos, franceses, británicos. Una particular polémica le enfrentó a Noam Chomski, mucho más cercano a las tesis cenetistas, y desde luego, no coincide nada con las mantenidas por Hugh Thomas, Pierre Vilar y, por supuesto, Ricardo de la Cierva.
Para este hombre de aspecto silencioso y profesoral, que desarrolla sus actividades docentes en La Joya, y que gasta sus días entre la historia y la música, la jornada de hoy es particularmente emotiva. Significa el reconocimiento socialista y popular de uno de los líderes más controvertidos del partido en España, cuya defensa ha llenado muchas páginas de sus trabajos.
«Largo Caballero -dice Gabriel Jackson a EL PAIS-, además de ser un personaje entrañable, hizo muchas cosas como hombre de Estado. Y por ahí debemos empezar una semblanza suya.»
«Como ministro de Trabajo en el Gobierno republicano del año 1931, reguló el derecho a alquilar tierras por parte de las comunidades campesinas, creó el seguro que cubría la maternidad y mejoró el seguro de paro, y, preocupado siempre del problema agrario, facilitó préstamos estatales a los pequeños labradores, y creó un sistema de venta aplazada de la tierra y de los enseres. Además, contra la CNT, defendió la libertad sindical.»
«Presidente del Gobierno del Frente Popular de 1936, fue uno de los responsables de la formación de un auténtico ejército popular, el que convirtió las milicias populares, desorganizadas y anárquicas, en un verdadero ejército. Se resistió a su politización en cambio, de la que eran partidarios, sobre todo los comunistas, y se encargó de la restauración de los tribunales, que habían sido suplantados por formas de justicia sumarísima y nada centralizada, colaboró con la Cruz Roja Internacional en el tema de los canjes de prisioneros, y según el testimonio de Marcel Junot, delegado sueco, tanto él como Giral estuvieron siempre dispuestos a este tema.»
Una de las cuestiones más escabrosas de esta época es el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera. «Aquel hecho -dice Gabriel Jackson- sorprendió desagradablemente al Gobierno de Madrid. De hecho, las autoridades alicantinas sabían que Madrid no refrendaría esa muerte, y actuaron por su cuenta. Creo haber podido probar que Largo Caballero no se mezcló en ello.»
Y otro capítulo oscuro es el de su actuación respecto a los anarquistas y trostkistas, en plena guerra civil. «Hubo, sí, un momento violento, cuando Largo envió 6.000 guardias de asalto a tomar la Telefónica, ocupada por los anarcos y trotskistas. Tras pasar tres días de tiroteo, cayó la Telefónica en una jornada sangrienta, que seguramente a Largo le dolió como al que más. Pero lo cierto es que habían cortado la comunicación entre Madrid y Barcelona, y entre toda España y Francia, lo que hacía la situación insostenible. Además, cuando terminó la jornada, Largo Caballero se negó a exterminar al POUM.»
En la imagen que ofrece Jackson, Largo aparece como el único presidente socialista de origen obrero, con una palabra ardorosa -«los historiadores franquistas, particularmente Ricardo de la Cierva, se fijan exclusivamente en su lenguaje, pero en los actos fue un perfecto socialdemócrata», dice, y ésto es positivo para él-, pero «moderado, defensor de las libertades políticas a la manera burguesa, y un perfecto caballero, que respetó las ideas. Era, por ejemplo, uno de los pocos que no participaba en sentimientos anticlericales, y al que no gustaban nada los internacionales: siempre entendió la guerra como una cuestión para españoles, y siempre se sintió orgulloso de serlo».
Respecto al indudable lenguaje revolucionario del primer Largo Caballero y del último, Jackson, dice: «Lo aprendió de dos sectores: los campesinos revolucionarios y los jóvenes socialistas de Araquistáin, que conoció en la cárcel. Allí llegó un líder obrero, de la UGT y puramente pragmático, y de allí salió un marxista con sentido común.»
Y para resumir, el profesor americano terminó: «Gozó siempre del respeto de hombres como Maura, Alcalá Zamora, Azaña... y fue el único capaz de unificar en la guerra a los socialistas, comunistas, anarquistas y trotskistas. Su Gobierno fue el más unitario de todos los del Frente Popular.»
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