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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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Mil de vellón

Andan ahora unos billetes falsos de a mil. Quieren retirarlos de la circulación porque no valen. Yo creo que valen más que los otros. Esto pasó ya en la Historia de España -la Historia de España es el eterno retorno, sin que nadie, aquí, haya leído a Nietzsche ni a Mircea Eliade, salvo Baroja, y mal-, y pasó, digo, cuando los duros sevillanos, que la opinión y la revista Crónica, en adorable sepia, daba por monedero falso -aunque no gideano, hasta ahí podíamos llegar- al conde de Romanones, mentira total, pero cuenta la leyenda que el conde cojeante se explicó así ante don Alfonso XIII, bien oiréis lo que dirá:-Majestad, mis duros tienen más plata que los suyos.

Y era verdad. Los llamaban sevillanos porque estaban hechos en Sevilla, no sé por quién, y estos billetes de a mil de vellón que andan ahora no hay conde con gracia cojeante y renqueante para hacerlos, que la aristocracia ha venido muy a menos, lo único mi querido conde de Lavern (apócrifo), que ha presentado su Codorniz Enchainée con Ramoncín, Máximo, Cela y Fraga. Al de Lavern le encuentro picarescamente capaz de falsificarlo todo, puesto que ha empezado por falsificarse un título nobiliario, y de falsificar luego, con ayuda de los grandes ingenios de la Corte, una revista francesa que supera al original, del mismo modo que Giscard llama al derrotado Mitterrand, como Suárez llama al derrotado Felipe, porque desde hace un tiempo, si ustedes se fijan, los franceses han dado en mimetizarnos todo, que al fin somos espejo de naciones, como quería Franco, y ahora que él no está para verlo, pena, hombre.

Y digo que estos billetes de mil falsificados que andan ahora tienen más valor que los del Banco de España, porque la peseta está muy braga, como ustedes saben, desde hace ya mucho, y al menos estos verderones apócrifos tendrán el valor artesanal de estar hechos a mano en la cocina, por las noches, con ayuda de la señora y los niños, o sea, que en mano de obra llevan más precio que los de la Casa de la Moneda, que he visto yo hacer pesetas allí y caen las rubias por un grifo, como el gota a gota de la pobreza nacional.

Ahí quería yo llegar, a la pobreza nacional, que el Gobierno no debe perseguir de oficio esos billetes espontáneos, sino dejarlos correr, pues el país está sin un duro y tampoco estamos para andarnos con muchos miramientos cuando alguien decide calcarse mil de vellón en cigalas, que no le vas a exigir encima que las mil sean auténticas.

Por otra parte, en tiempos de pertinaz inflación, la pertinaz falsificación no es mucho más culpa ble que el Gobierno o el Estado, ya que el papel moneda estatal es una colección de estampas mediante la cual el Gobierno se falsifica a sí mismo, se hace trampa, emitiendo más pasta de la que realmente hay en el país, y dándole al manubrio del ludibrio del bodrio de la ma quinita de los billetes para hacerle un presupuesto a Pío Cabanillas y que descentralice el museo del Prado, como dice que van a hacer ¿Y cómo se puede descentralizar un museo: repartiendo los Tizia nos y los Velázquez por las cafe terías de Madrid?

Ayer almorcé en Valentín con Javier Aresti, que manda en Espasa, en eso de la Papelera y en más cosas, y les explicaba yo con alarma eso de la descentralización del Prado, que ya Camón me hablaba de hacer un museo Goya aparte, hace años, pero eso es otra cosa. Falsificar un billete es como falsificar un Brueghel, que no hay que quitarle mérito al falsificador, y ahí están o estaban los copistas del Prado, chupando rueda de la escuela flamenca. ¿Por qué no puede haber copistas de billetes que vayan a la Casa de la Moneda con su pupitre a copiar uno de mil y luego fundírselo en jurelos?

Dada la situación a que han llegado la peseta y la Bolsa, la moneda y el timbre, aquí en España, yo creo que hay que retirar todo el bílletaje auténtico, que no da ni para un cuarto de merluza, y dejar sólo en circulación los billetes falsos, que tienen el mérito de la acreditada artesanía española. Es una manera de sanear la economía y un lanzamiento de divisas que el extranjero nos aceptará, por cuanto es un dinero folklórico que nace de la entraña misma del pueblo español. Y si los falsificadores nizan el de mil en forma de banderilla, hasta puede valer de souvenir.

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