El PNV, protagonista en Bilbao
La manifestación de Bilbao se puso en marcha poco después de las once y media de la mañana en la plaza del Sagrado Corazón. Dos horas después, cuando la cabeza había completado ya el recorrido de tres kilómetros hasta el Arenal, se movilizaba el último grupo en el punto de salida. En medio circuló una multitud que ocupaba calles de hasta seis carriles. Cálculos bastante aproximados permiten barajar cifras de hasta 100.000 manifestantes, con la puntualización adicional de que ha sido, con mucho, la mayor manifestación habida nunca en Euskadi.
El presidente del Consejo General, Ramón Rubial; el diputado Nicolás Redondo y el consejero Juan Iglesias, socialistas los tres, abrieron la marcha junto a los secretarios generales y líderes de los partidos convocantes. Sólo una excepción no explicada: el PNV prefirió abandonar la cabeza y colocar a sus parlamentarios al frente de su propia comitiva. La pancarta que sujetaban los líderes políticos se refería al estatuto de autonomía y al reconocimiento constitucional del derecho de autodeterminación. Delante, once miembros del PNV perfectamente uniformados portaban una gran ikurriña horizontal llevando en el brazo y en la solapa el símbolo de la policía autonómica vasca.El PC de Euskadi ocupaba la cabeza por sorteo. «Autonomia y paz» fue la consigna más repetida en sus pancartas y en sus gritos, que a lo largo de toda la marcha se mezclaron con los ETA, el pueblo está contigo e Independentzia, que coreaban los grupos abertzales. Tampoco faltaron los gritos de ETA, Lemóniz, goma-dos y No a la central nuclear. Tras el PC y las cinco organizaciones abertzales de izquierda, se sucedieron los pequeños grupos de los extraparla mentarios, entre los cuales las banderas rojas hacían casi desaparecer a las escasas ikurriñas.
Mediada la manifestación, ¡legaba el grupo del PSOE con unas filas tan reducidas que hacían pen sar en un grupo minoritario. Tan sólo las consignas, que inevitablemente recordaban la ausencia de UCD, hacían notar la presencia de la «alternativa de poder», que pareció desentenderse de una jornada autonomista como la del domingo.
Cerraba fila el PNV con una magnífica demostración de poder que denotaba el inequívoco origen populista del partido. El orden en el desfile, la moderación en sus consignas y el número de manifestantes -nadie le adjudicaba, menos de la mitad de la manifestación- fue lo más significativo. Un mar de ikurriñas, chistus y las fotografias de sus líderes históricos daban a la comitiva del PNV más un aire de desfile que de fiesta popular. Cabría destacar el alto porcentaje de manifestantes nacionalistas menores de veinte años, con pancartas que, bajo la firma de a rama juvenil, pedían también la independencia.
Una comida multitudinaria de los militantes del PNV en los pabellones de la Feria de Muestras cerró esta jornada que, por lo visto sigue siendo en gran medida una fiesta del PNV. No en balde fueron ellos los que la inventaron en 1932, aunque la hayan asumido luego las demás fuerzas políticas vascas.
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