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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Amargo descubrimiento

De repente descubro que don Jesús Haddad era un auténtico demócrata, liberal y con tendencia socialista, aunque no marxista. Siento que el descubrimiento haya sido, para mí, un poco tardío. Me hubiera gustado, en su momento, poder alegrarme de que se hubiese nombrado como director general de Instituciones Penitenciarias a una persona de tal tendencia. Pero la verdad es que ha sido un descubrimiento post mortem, como el de tantos otros. Rápidamente, un grupo de profesionales del Derecho Penal que hace algunos días habían llamado la atención sobre la desastrosa situación de las cárceles, se apresuran a lamentar el incidente. Yo creía que el director general era el responsable de todo, puesto que era el blanco de todos. Por lo visto no era así. Y tengo que manifestar en público que estaba equivocado, y que se me había -como supongo que a muchos lectores- fortalecido en el error.Están ocurriendo cosas que son graves, y no me refiero al terrorismo ni al asesinato, sino al clima de fondo que nutre la información y la retórica diaria. Todos los descubrimientos llegan post mortem. De repente descubrimos que dos obreros volados en Lemóniz no eran, ciertamente, fascistas; que dos guardias civiles asesinados por metralletas pertenecían a una guarnición de Tráfico; que un director general era socialdemócrata, etcétera. Previamente, sin embargo, cierta prensa jalea el ambiente, divide el país en malos y buenos, en funcio-. narios del pasado y demócratas del presente; en grises que cambian y policías que no cambian. Todo un esquema de justificaciones y Acusaciones implícitas nutre el comentario que se ofrece cotidianamente a la opinión.

El descubrimiento de que las cosas no son asUy las lamentaciones, llegan demasiado tarde. Primero viene la velada acusación, el chantaje dialéctico, la denuncia, la crítica sin opciones: pliegos de firmas en los periódicos, cartas de denuncia, comités de incorruptos, incluso las Cortes se dejan llevar por el espectáculo. Parece que nadie confía en las instituciones refrendadas. La prensa, que otrora sustituyó al Parlamento, ahora pretende sustituir a la judicatura. No se resigna a su papel de informador, el periodista pretende ser también juez: léanse los titulares de los horribles semanarios de erotismo y denuncia. Esos que se meten con TVE, pero que están destrozando la prensa diaria.

Tengo que confesar que me había equivocado con el señor Haddad, o que me habían equivocado. Creía que se trataba de un negrero fascista, de un carcelero o un censor. Pero no es eso lo que lamento. Lamento más que de haberlo sido, acaso yo hubiera justificado su asesinato, pues hay por ahí un anónimo demagogo que diariamente va repitiendo: se lo tienen merecido, después de cuarenta años. Con esta fórmula no duraremos cuarenta.

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