Hacia la desunión total del movimiento ciudadano
El lunes se presentaron en el Gobierno Civil los estatutos fundacionales de la Unión General de Vecinos, nueva entidad del movimiento ciudadano, propiciada, fundamentalmente, por militantes del Partido del Trabajo de España, que se presenta ahora como la alternativa a «los organismos inoperantes y burocráticos que se dedican, por un lado, a negociar en nombre de todos; y por otro, a frenar las luchas, y desmovilizar a los vecinos».Aunque sin citarla, el párrafo anterior contiene una crítica muy dura a la Federación Provincial de Asociaciones de Vecinos, de la que los miembros del PTE se fueron apartando paulatinamente, hasta casi borrar totalmente su presencia en ella. Antonio Murcia, ex presidente de la Asociación de Vecinos de Amaniel-Noviciado, y miembro de la directiva de la federación, la acusó repetidamente en los últimos meses de caer en prácticas burocráticas y carecer de democracia interna. Ningún miembro de este partido participó en las asambleas de diciembre de la federación, en las que se eligió una nueva junta directiva, que se han repartido militantes del PCE y ORT, con predominio de los primeros.
En los últimos meses hemos oído repetir hasta la saciedad que el movimiento ciudadano moriría por sí solo en el momento en que se convirtiera en feudo de partidos. Esta situación, la correa de transmisión de partido de las que todos los que son algo o alguien en el movimiento ciudadano han huido como gato escaldado, se repite ahora y, además, de forma abierta, clara, culminando el clima de rencillas y desconfianzas políticas que, desde hace demasiado tiempo, los líderes de las asociaciones han ido guardando.
Con el nacimiento de la Unión General de Vecinos, alternativa a la Federación Provincial de Asociaciones, el Partido del Trabajo decide hacerse un organismo a su medida, como antes lo hicieron Partido Comunista y Organización Revolucionaria de Trabajadores con la FPAV, como lo ha hecho la Unión de Centro Democrático con esas Unidades de Acción Vecinal, como lo ha hecho Alianza Popular, recogiendo lo que quedaba de las antiguas asociaciones familiares, dependientes de la Delegación Nacional de la Familia. Demasiadas siglas, demasiados matices, demasiadas acusaciones de unos a otros, que no arreglan nada, que no conducen más que a una división permanente de lo que puede ser el interés común de los ciudadanos. Las alternativas, en síntesis, pueden ser comunes a ese maremágnum de organismos, pero les resulta difícil conceder un ápice de lo que ellos consideran prestigio ganado en los barrios y, además, no olvidemos que se acercan las municipales y hay que ir tomando posiciones en todos los frentes.
A pesar de todo, los ciudadanos parecen seguir vivos bajo esas capas burocratizadas e interesadas en terminar con sus intereses y es posible que en breve plazo comiencen a pedir cuentas del tiempo perdido en batallas inútiles.
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