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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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Sacromonte madrileño

Hay en la provincia de Madrid una sucesión de cuevas, excavadas en el monte, en las que viven unos madrileños cavernícolas que lo son, no en el sentido de Fraga, sino en el sentido antropológico y tercermundista.Unos contemporáneos del extinto mamut del Manzanares, que este mes se lo han llevado las aguas crecidas del río. Unos madrileños periféricos, obligados por la Diputación a vivir en el cuaternario o el magdalaniense, unos hombres de Cro-Magnon con corbata, que a veces se bajan al bar del pueblo a ver la televisión y luego vuelven a su caverna de Platón con gusarapos y reúma, desde la cual miran nuestra vida predemocrática y hortera como sombra platónica de lo que debiera ser.

Este periódico, como es levantisco y no quiere casarse con nadie (ahora nos hemos casado todos un poco con Cayetana, a través de Aguirre), ha denunciado el hecho, pero yo voy a ir una vez más contra mi periódico, que para eso me pagan -soy la oposición pagada- y a decir que ese Sacromonte madrileño me parece muy bien, y que cuando Franco y sus presidentes de Diputación lo perpetuaron cuarenta años, por algo será.

¿Por qué no vamos a tener en Madrid nuestro Albaicín, nuestro Sacromonte, nuestra ruta turística de la cueva castiza y cuaternaria? Don Pío Cabanillas, debidamente asesorado por Ricardo de la Cierva, o a la inversa, debiera poner un organillo madriles en cada cueva y llevar allí a los del tour-operator en el autocar de Madridvisión, como me los traen todas las noches, debajo de casa, al Corral de la Pacheca, que no hay un dios que duerma. Y menos mal que yo no entro entre las maravillas a visitar, como cuando entraba Camilo incluido en un tour por Mallorca, y tenía que estar en la terraza escribiendo, a media mañana, para que el guía mostrase al rebaño el very writer spanish. Al menos eso cuenta la leyenda, Camilo, amor, que has quedado muy majo en Interviú con las encueradas de La Celestina.

Por la tarde estuve en el Conservatorio, o sea que me llamó Ana Serrano, que hacían veinticuatro horas seguidas de música, en plan encierro, para protestar por la detención de unos músicos y pedir libertad de expresión. Había mil personas, muchas barbas y un director de vanguardia que hizo en el escenario, con su gente, la parodia de un concierto burgués. ¿Por qué no distribuir a toda esa juventud musical y ociosa por las cuevas habitadas de la provincia para que toquen La verbena de la Paloma cuando lleguen los turistas? Hay que potenciar el Madrid-Madrid-Madrid antes de que se lo cargue el derribista señor Prudencio.

Agustín Cano, de la embajada de España en Washington, me escribe una hermosa carta pidiéndome que haga algo por la música. Ya está hecho, tío. Andrés Amorós, tan inteligente, me dedica un culto ensayo en una revista norteamericana y me reprocha no saber de música. ¿Es que es mala idea ésta que acabo de dar, Andrés? A mejorarse. Viene a verme Jimmy Giménez-Arnáu, viejo y querido amigo pasota que casó con la nieta pequeña de Franco, y me trae su última novela, Las islas transparentes. Proyectamos dejar a nuestras respectivas familias e irnos de buenos salvajes a una cueva del Manzanares. Eduardo Haro Ibars, hijo del gran Haro-Tecglen, me manda su libro De qué van las drogas. La acracia madrileña del café Ruiz tiene el proyecto asimismo de refugiarse en las cuevas de nuestro cuaternario castizo para fumar el porro sin miedo a la pasma.

Caballero Bonald, alto poeta hoy recuperado para la poesía, y flamencólogo sabio, pudiera dirigir la coreografía del Sacromonte madrileño, con una subvención de Pío y la guitarra cortazariana de Félix Grande. Así lo veo yo. No estoy con la demagogia de este periódico, que quiere dar viviendas a los cavernícolas madrileños, sino que le veo grandes posibilidades a nuestro Sacromonte turístico de la provincia, vistiendo de cajistas y majos a los inquilinos de las cuevas, haciendo coros de zarzuela con los parados y dúos de graciosos con la progresía. Porque como de la Constitución no vamos a vivir, habrá que seguir viviendo del turismo. Franco se lo montaba mejor.

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