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Gobierno de indecisiones

A punto de cumplir tres semanas desde su remodelación, el Gobierno sigue sin exponer su alternativa económica, delimitando las líneas en torno a las que se propone trazar su trayectoria inmediata. Ni siquiera se ha producido una explicación oficial sobre los motivos que inducen al ejecutivo a retrasar la adopción de importantes decisiones respecto a temas capitales como los sectores en aguda crisis -siderurgia y construción naval, los más urgentes-, el paro o la política energética; detonante, por cierto, de la última crisis y primer incumplimiento flagrante de los pactos de la Moncloa, por parte gubernamental.Explicar la crisis y exponer sus programas inmediatos. son obligaciones que el Gobierno debería haber cumplido en un plazo más reducido que el fijado para su involuntaria comparecencia parlamentaria forzada por la primera derrota de UCD en el Congreso, tras la desafortunada intervención del vicepresidente Abril en la Cámara baja. Asegurar que persiste la vigencia del plan Fuentes Quintana -lo único que se ha exteriorizado- no deja de ser un eufemismo, sobre todo cómo y cuándo iba a acometerse este emanaciones oficiales, que achacan a los mecanismos del plan el incremento del paro y la caída de la actividad económica en los últimos meses.

Es indudable que en la aplicación de un programa es más importante su cadencia que el contenido mismo, al menos en lo que a resultados concretos se refiere. Como no es menos cierto que un conjunto de medidas antiinflacionarias genera paro y recesión. Lo malo es cuando estos dos fenómenos no van acompañados de resultados satisfactorios en precios, reservas y balanza de pagos. Por ello, parecía lógico esperar que el remodelado equipo económico expusiera sus criterios sobre la necesidad o conveniencia de reactivar la economía, señalando sobre todo cómo y cuándo iba a someterse este tipo de correcciones.

El Gobierno tenía y tiene además el compromiso de explicar claramente al país y sus representantes los motivos por los que se decidió prescindir del anterior vicepresidente, otrora presentado -es posible que desproporcionadamente- como la única alternativa capaz de resolver la grave crisis económica que sigue atenazándonos.

La toma de decisiones y una definición de criterios son los puntos más urgentes a afrontar por los actuales responsables de la política económica. Es de suponer -aunque no pocos lo duden- que el actual vicepresidente económico incorpora sus propios criterios a la gestión económica de este país. Es urgente que para disipar dudas los exponga. Mientras, las pataletas porque se insinúe que ha girado a la derecha no pasan de ser inoportunas reacciones pueriles, impropias de la coyuntura. Quedan pendientes decisiones graves e importantes: el sector siderúrgico está en grave crisis, hasta el punto de que más de 5.000 trabajadores no podrán percibir su salario este mes, a menos que el Gobierno intervenga. Los astilleros están en situación crítica. El paro agobia en determinadas zonas, y un buen número de reformas pactadas en la Moncloa siguen sin siquiera enunciarse. Late la tentación de posponer una vez más las decisiones, a la vista de los costes político-sociales que puedan derivar, al estilo de lo que fue norma de conducta del tandem Osorio-Abril, en el primer Gabinete Suárez. En tal caso, es probable que los costes, incluidos los del gran capital que tanto se resiste a cualquier reforma, sean mucho más elevados.

Son -está claro- muchos y muy complejos los temas y se insinúa en medios oficiales que los nuevos responsables deben tomar tierra. Puede que sea cierto. Pero su acceso al Poder sin bagage debió ser tenido en cuenta por quien retrasó y resolvió la crisis. Ahora la responsabilidad es suya y de quienes aceptaron los cargos y las responsabilidades. Aunque las consecuencias las paguemos, al final y como siempre, todos los españoles.

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