Tristeza para Mitterrand y desahogo televisivo para Marchais
La noche más larga de casi medio siglo de la Francia votante, ni fue tan larga, ni fue explosiva, ni dramática tampoco. Fue triste, o gris: muy triste para Mitterrand, «quien hubiese mordido a Marchais, porque durante seis meses le ha hecho la puñeta .... y ya no será ni primer ministro».
En la sede de su partido, al lado de la Asamblea Nacional, prometida por los sondeos a la primera mayoría socialista de Europa occidental, cerca de un centenar de periodistas que se habían preparado para celebrar el momento histórico -la victoria indiscutible de la izquierda y el apoteósis del De Gaulle de izquierdas, Mitterrand-, se encontró con algunos colegas más y con un silencio «triste, triste, triste».Los comunistas celebraron su «éxito» -destrozar al Partido Socialista- en familia, para que no se supiese lo que nadie sabe aún: ¿qué pretenden los comunistas franceses?
Por otra parte, treinta millones de telespectadores, ante la pequeña pantalla, esperaron el acontecimiento clave de la noche: la conferencia de prensa televisada, que dio el señor Marchais en el diario comunista L'Humanité. Habló del «hombre de la estrategia del fracaso» (Mitterrand), explicitó más aún su intransigencia con los socialistas y después se fue a los platós de la televisión y en la atracción número uno de la campaña televisiva se reprodujo, «usted es un mentiroso», «cállese usted», etcétera, hasta que cada uno de sus adversarios comprendió que podía ir a dormir.
Comentario triste de un votante de izquierdas honesto: «Estamos, aún, en la edad de piedra de la sociedad de izquierdas. Ahí los tiene usted, a los comunistas alegrándose de que hayan perdido votos los socialistas -respecto a los sondeos- y a los socialistas encantados por lo contrario. Y lo que es más dramático: ¿quienes son estos comunistas, dispuestos a jugar la estrategia del paso a paso, que festejan su estabilidad intangible desde hace veinte años? El patriotismo del partido, el "yo" egoísta y mezquino, en fin, la tristeza. »
Comentario de otro telespectador más escéptico: «Ya no es posible saber si lo que le gusta a Marchais es el poder o ser vedette de la televisión ... »
Para la derecha gobernante, el consuelo de no haber perdido todo ya empezó temprano: una señora de 102 años, al salir de la urna de la alcaldía del distrito XVIII parisiense confesó su virginidad electoral: «es la primera vez que voto desde la última guerra mundial». Un testigo presente, de izquierdas, se hizo todo sensatez y dedujo: «hemos perdido».
En la sede de los gaullistas, como en la de los giscardianos, se comieron todos los canapés, no para celebrar la victoria, sino para reponer fuerzas tras el respiro profundo, eterno, que se les escapó cuando la primera estimación real, a las ocho de la noche, anunció el descalabro de la oposición: « mayoritaria..., pero posiblemente perdedora», por mor de sistema electoral, por culpa de Marchais y «por falta de arranque de estos socialistas y de este Mitterrand que aún siguen afiliados a la duda hamletiana».
Poco más allá de la media noche, Francia dormía y París, en particular, se acostaba lentamente; tranquilamente. En la redacción de Le Matin, diario próximo al PS, a duras penas había sed de salir a la calle al día siguiente. «Durante media hora, a las ocho, cuando se supo el resultado, se vivió en silencio. Fue terrible», recordó un redactor mientras se consolaba con «las posibilidades mínimas del día 19».
En la calle, el silencio del frío leve. En un café desierto, un camarero filósofo: «yo voté por una clienta, comunista. Pero esto fue en la primera vuelta, para divertirme. El domingo que viene ya veremos». El hombre no sabía, o quizá sabía que dos horas antes, en la televisión, ante la Francia telespectadora, el académico y ministro Alain Peyrefitte, había sentenciado con cinismo razonable: «los franceses, en la primera vuelta se desahogan, pero en la segunda ronda reflexionan », «o se palpan la cartera», apuntilló un profesor televidente.
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