Un caballero español
Yo que tanto me he metido, hombre, con don Juan de Arespacochaga, y ahora que se va, veo que perdemos con él a un caballero español, todo un caballero español, tan formal, un gerifalte de antaño y de Alianza. No hay más que asistir a la escena feudal y galante de su despedida. Es una sonata de otoño en invierno.Mirando por encima del Madrid gentil y sus torres mil, como rimara Tomás Borrás, el viejo alcalde ha visto desde la alcaldía las torres de la Almudena, obra que hubiera querido terminar, hombre, que es que no le queda a uno tiempo para nada. Y mirando para el otro lado, el viejo caballero azoriniano ha visto el Viaducto, que parece hoy irónico en su curvatura, corno un dinosaurio sonriente de Walt Disney, porque ha sobrevivido a su más encendido enemigo: el caballero Arespacochaga. Como he sobrevivido yo, cronista golfo, a la égida Arespa, que dicen los colegas desenfadados. Como he sobrevivido yo, viaducto humano, curvado sobre mí mismo en la máquina de escribir.
Y el viejo caballero español, el cruzado de AP, dice sobre el joven tácito, cara de plata, hermoso segundón que le releva:
-Es muy listo. Se lo sabe todo. Está perfectamente preparado.
Estos hombres son cruelmente lapidarios. O lapidariamente crueles. Estos hombres viven, sin saberlo, en generación del 98. Don Juan de Arespacochaga ha hecho de su despedida una escena de El puñal del godo. Amo las decadencias y canto a los caldos. Ahora es cuando empieza de verdad a interesarme el personaje. Mañana, viernes, a la una, será el relevo oficial. Viernes de cuaresma para el cuaresmal caballero.
Dicen ya los cronicones que se ha ido «con la mirada alta y la gratitud de los funcionarios». Marta, su esposa, la mujer fuerte de la Biblia municipal, le espera. «Dos pasos al frente, muy firmes y seguidos. » Dice el Azorín anónimo que «el despacho del alcalde ha quedado en penumbra, el sillón de cuero brillante, con el escudo de la Villa, azul, y la tarde de plomo para que febrero se despida tronando». No dice el Azorín anónimo que las gentes van a pie hasta Fuencarral, bajo los truenos, por la huelga de periféricos. No dice el Azorín anónimo que las chabolas de Madrid se las ha llevado la tormenta y que la palangana tercermundista de la égida Arespacochaga flota, indecente, sobre las aguas. No dice que la Vaguada es nuestra.
Han visto al alcalde, que ya no es alcalde, dudar desde el pasillo de los mujeres. Ha vuelto al despacho para besar a la Virgen de Berruguete, que se queda allí. Qué gesto para la Historia, qué momento para la derecha, qué beso para la canonización. ¿Le van a canonizar a Arespacochaga? Quizá si hubiese terminado la Almudena. No voy a decir ahora de su gestión municipal, de su égida. Sólo quisiera, con ayuda de los amanuenses anacrónicos, fijar la estampa de su despedida, la lámina antigua y austera de esa tarde. Madrid concéntrico de sí mismo en sucesivos cinturones de miseria, Madrid con agua y sin escuelas, o con escuelas y sin agua, Madrid gitano del Este y Madrid especulado del Oeste. Y en medio de la rosa sucia de Madrid, un alcalde besando a una Virgen. El pueblo, que no es nada azoriniano, decía ayer por la calle:
-Este señor no se iba. A este señor lo ha tenido que sacar la grúa.
«Se me queda en el tintero el Patronato de la Almudena.» Que un Patronato no cabe en un tintero, don Juan. Está satisfecho del plan de barriadas. Pero las barriadas no están satisfechas de él. Siete parques se inauguran en este mes de marzo. Desde Arias, los miniparques han sido la demagogia verde de unos alcaldes antiecologistas. ¿De qué sirve desenrollar un pequeño parque en la salida hacia Toledo, si se siguen talando árboles en el Retiro? El caballero español le dice adiós a Madrid con un beso, como Anita Loos a Hollywood. La Vaguada es el Cañón del Colorado de los cuatreros de la especulación, la M-30 es la espiral diabólica de la incapacidad municipal. La plaza de Colón es el búnker acuático-imperial del mal gusto franquista, pero el caballero español y machadiano, tan formal, se ha despedido con un beso místico a la Virgen de Berruguete.
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