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Entrevista:

"Quien reavive la pugna españolismo-nacionalismo es que ha perdido autobús"

Ni siquiera los adversarios políticos de Ramón Rubial le han negado nunca su hombría de bien, su honestidad a toda prueba y su rectilínea carrera política Nacido hace 71 años en Erandio (Vizcaya), el nuevo presidente del Consejo General Vasco se afilió a la UGT a los catorce años, a los dieciséis militaba en el PSOE. Procedente del sector más luchador de las filas socialistas, hecho éste que le condujo a la cárcel por espacio de veintiún años, es hoy un hombre federado en el partido que, en su último congreso le aupó a la presidencia. Autodidacta, tornero de profesión, se reconoce a sí mismo como un político pragmático, pese a que en su juventud fuera un enamorado de la teoría de la insurrección armada. Preocupado por la suerte de la clase trabajadora, considera que la libertad política no puede separarse de la libertad económica. Jesús Ceberio mantuvo ayer una larga entrevista con este hombre que insiste en el carácter puramente representativo de su cargo, aunque le gustaría que le llamase lendakari, que en euskera quiere decir tan sólo presidente.

EL PAÍS: Obrero desde que vestía calzón corto, le ha tocado presidir un Consejo General en el que la especie más abundante es la de los abogados, junto a varios catedráticos y titulados universitarios. Un hombre que tiene a honra, como usted ha dicho, haber vestido «mono», no siente ningún complejo al tener que dirigir este equipo?

Ramón Rubial: No. Además no creo que una responsabilidad de este tipo pueda aceptarse con complejos. Una cosa es la preparación de tipo universitario y otra la de orden político, que es de lo que se trata en este caso. Conociendo a los componentes del Consejo, no creo que a nadie se le ocurra resaltar las lagunas de preparación que pueda haber, porque ello iría en detrimento del propio país.

'Me parece importante la disciplina interna'

EL PAÍS: ¿Son de hecho la disciplina y la fidelidad dos virtudes que considera importantes en un oficio como el de la política?

R. R.: En un partido democrático como el PSOE hay sitio para todos los matices ideológicos, entre ellos el mío propio. Pero una vez que se está en una formación en la que se escuchan todos los pareceres y se Nota, sobre ellos hay que ser cosciente de que está sometido a la ley de las mayorías. En este sentido me parece importante la disciplina interna. Pero en realidad me gustaría tener el don del acierto en cada caso y acertar a encararme con la realidad.

EL PAÍS: Considerado como socialista histórico y luchador, dicen también de usted que es un hombre pragmático. ¿Lo es?

R. R.: Suelen decir que la experiencia es la ciencia de los tontos, pero yo no he tenido la suerte de poseer altos estudios, y por fuerza he de ser un hombre pragmático.

EL PAÍS: ¿Quiénes han sido sus padres políticos, los que más ha leído?

R. R.: He leído bastante de todo, aunque últimamente no lo puedo hacer muy a menudo. Por supuesto que pasaron por mis manos las obras de Marx y de sus epígonos. Pero también he leído a todos los socialistas españoles, entre los que coloco en primer lugar siempre a Pablo Iglesias.

EL PAÍS: ¿De qué forma han influido en su talento político esos veintiún años vividos en la cárcel?

R. R.: Creo que los años de cárcel hay que mirarlos sólo en un sentido, si lo que nos llevó allí ha tenido un desenlace feliz o no y la respuesta la ha dado el 15 de junio. Ha habido otros que han estado muchos años en la cárcel y sin embargo sus ideas no obtuvieron un respaldo en las elecciones.

EL PAÍS: En 1934, usted fue uno de los artífices del levantamiento de Erandio, hasta el punto de que se le juzgó y condenó por haber armado a la población. Sin embargo ahora sus primeras declaraciones después de ser elegido presidente del Consejo General Vasco han hecho un llamamiento a los grupos que practican la violencia para que se dediquen exclusivamente a la lucha política. ¿Qué es lo que le ha hecho cambiar en estos 43 años?

R. R.: Yo he sido dentro del movimiento juvenil socialista un hombre al que le cautivaba la teoría de la insurrección armada, un enamorado de las revoluciones clásicas, en las que el poder era conquistado por un hecho insurreccional. Pero el sentido práctico de una realidad que entra por los ojos, con hechos tan evidentes y cruentos como la revolución de octubre del 34, que tuvo su repercusión máxima en Asturias y que con el apoyo de una huelga general en todo el Estado español apenas si pudo mantenerse once días, me han hecho ver la enorme diferencia que existe entre el poder de las armas militares, que hoy posee cualquier ejército por mal dotado que esté, y la capacidad que en el orden bélico puede tener un movimiento obrero. La diferencia potencial entre una fuerza y la otra convierte en imposible el éxito.

EL PAÍS: Le preocupa especialmente el uso de métodos violentos en la vida política vasca?

R. R.: Puede provocar y creo que se han dado ya algunos casos desestabilizadores. Algunas gentes asustadas se han llevado sus dineros a otra parte y eso repercute de forma negativa en el resurgimiento económico del País Vasco.

EL PAÍS: En su primera intervención ante el Consejo General Vasco dijo que era tiempo de trabajar unidos dejando a un lado las ideologías. ¿Es esto posible?

R. R.: Eso no quiere decir que vayamos a callar ante problemas relacionados con la justicia, pero en todo órgano de Gobierno en el que existen representantes de ideologías diversas hay que olvidarse a veces de éstas, para buscar el punto de unión entre todos.

Sin liberar España jamás será libre Euskadi

EL PAÍS: Algunos miembros destacados del PNV declararon después de las maniobras que han rodeado la elección de presidente que van a mantener en adelante una política de ruptura con el PSOE. ¿Le preocupa esto especialmente al estar presidiendo un Gobierno de concentración?

R. R.: Pienso que ese es un problema del propio PNV, al que pediría que desdoblase los ataques al PSOE de los ataques en el seno del Consejo, porque esto último iría en detrimento de todo el país y los resultados negativos los cosechará el propio Partido Nacionalista.

EL PAÍS: Algunos entienden que en el proceso de constitución del Consejo se ha resucitado la vieja pugna españolismo-nacionalismo, que parecía parcialmente superada por la creación del frente autonómico y por la propia formación de Euskadiko Ezkerra. ¿El hecho de que estás dos formaciones hayan entrado en crisis significa que hemos vuelto a las antiguas trincheras?

R. R.: Ese es un problema de cada partido, pero entiendo que si hemos sido capaces de asumir como un hecho histórico la guerra civil, que fue un enfrentamiento mucho más grave, seremos también lo bastante sensatos como para superar estas diferencias. Quien reavive esta cuestión es que ha perdido el autobús. Hay que enterrar de una vez esas historias. Lo que sí quiero resaltar es que, en todo caso, sin liberar España jamás será libre Euskadi.

EL PAÍS: El Consejo General Vasco es un organismo preautonómico cuya misión fundamental, al menos a los ojos del pueblo, debe ser el logro de un autogobierno amplio. En este sentido, parece que la trayectoria histórica del PNV es más clara que la de su partido. ¿No le coloca esto en situación de desventaja?

R. R.: Pienso que no, siempre que se mantengan los dos anhelos de justicia y libertad política. No hay que olvidar que esta última no se puede alcanzar sin una auténtica libertad económica. De acuerdo con mis principios de socialista, el estatuto debe establecer un doble campo de libertades: las políticas, en cuanto a la extensión, y las económicas, en cuanto a la profundidad.

EL PAÍS: ¿No le molesta haber sido elegido presidente con el apoyo exclusivo de UCD?

R. R.: Creo que toda votación plantea un problema de conciencia a quien ejerce el voto. A mí me hubiera gustado mucho más que de acuerdo con el 15 de junio hubiera: resultado un Consejo formado por el 90 % de socialistas, pero no ha sido así y, en última instancia, han tenido que decidir los votos, que es el sistema más democrático que tenemos. Si le puedo decir que yo hubiera preferido una elección por consenso, tanto si recaía en mí como en Ajuriaguerra o en cualquier otro.

EL PAÍS: La elección de presidente ha estado presidida por las maniobras de pasillo. ¿Le parece lógica la actitud de Juan Echevarría? ¿Cree que si su partido hubiera cedido la cartera de Justicia en favor de Euskadiko Ezkerra la votación se hubiera resuelto antes?

R. R.: No soy quién para juzgar el voto de nadie. Por lo demás, he estado ausente de todas las negociaciones.

EL PAÍS: ¿Cree que se podrán superar pronto las diferencias que parecen haber distanciado en las últimas semanas a los dos partidos mayoritarios vascos?

R. R.: Una cosa es la elección de presidente y otra la actividad en el seno del Consejo. No creo que lo primero vaya a ser un obstáculo para que todos los miembros del Consejo realicemos una labor colegiada.

EL PAÍS: A pesar de todo, el PNV mantiene una cierta actitud reticente respecto a las verdaderas intenciones autonómicas del PSOE.

R. R.: A eso sólo puedo contestar que esperen a ver la actitud que el partido adopte en los debates de la Constitución.

EL PAÍS: ¿Qué misión debe abordar el Consejo de inmediato?

R. R.: El traspaso de funciones de la Administración Central al propio Consejo. Eso hay que negociarlo según establece el decreto-ley de preautonomía.

EL PAÍS: Para cuándo estará el reparto definitivo de carteras?

R. R.: Creo que muy pronto, aunque no puedo dar fechas, porque tengo que ponerme en contacto con todos los miembros del Consejo para ver las fechas libres y reunirnos. Lo importante es ponernos ya a trabajar. Problemas no nos van a faltar y el más importante lo tenemos encima: la crisis económica y el paro, de todas formas yo no creo que el preautonómico por si solo sea un fenómeno taumatúrgico.

'Será más fácil entenderse con el PNV que hace cuarenta años'

EL PAÍS: La solución de estos problemas va a exigir una actuación conjunta y unitaria de los principales partidos vascos. Después de todo lo ocurrido estas últimas semanas ¿le va a ser más fácil entenderse con el PNV que hace cuarenta años?

R. R.: Mucho más fácil, porque en medio ha habido factores de unión tan importantes como el haber defendido palmo a palmo con el fusil en la mano las montañas de nuestra tierra, haber empapado con la misma sangre sus praderas, haber ido juntos a los tribunales militares de ocupación y juntos también a las tapias de los cementerios a pagar el tributo por la defensa de esta tierra y sus ideas.

EL PAÍS: Pero hay quien dice que el PNV actúa sólo en función de lo vasco, mientras que ustedes tienen otros intereses.

R. R.: Hay cosas, como la lengua, la historia o las costumbres que no pertenecen a nadie, sino que son patrimonio de todo el país, de cuantos hemos nacido o vivimos aquí.

EL PAÍS: Precisamente, el argumento de la lengua se ha empleado contra usted, cuya presencia al frente del Consejo General Vasco ha sido contestada por algunos por el hecho de no saber euskera.

R. R.: Creo que es un argumento sin validez, porque en ese caso se discriminaría al 80 % de los vascos. Sí le digo que me duele no saber euskera y que eso no será en ningún caso un obstáculo para que el Consejo General trabaje por la recuperación del idioma.

EL PAÍS: Para terminar, se ha especulado con la posibilidad de que abandone la presidencia del partido después de haber sido elegido para encabezar el Consejo General Vasco. ¿Es esto cierto o tratará de hacer compatibles los dos cargos?

R. R.: Eso dependerá de si puedo o no cumplir con ambos. Si no puedo, seré yo quien, llegado el caso, decida en cual de ellos continúo.

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