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¿He calumniado a la Iglesia católica alemana?

En EL PAÍS del 10 de febrero se anuncia que la «carta abierta a los obispos españoles», que publiqué en este diario el día 21 de enero pasado, ha suscitado inquietud en medios católicos alemanes. Y así, según parece (ya que a mí directamente nadie me ha comunicado nada), el doctor H. Osterhelv, responsable del Centro para las Relaciones Mundiales de la Conferencias Episcopal Alemana, ha remitido a la comisión episcopal española de Medios de Comunicación Social una nota en la que afirma que mi carta contiene una serie de afirmaciones falsas. Reservándome para una respuesta exhaustiva y documentada (en el momento en que reciba oficialmente el comunicado), puedo ya adelantar lo siguiente:

1.º Yo no he dicho que la Iglesia alemana fundó Adveniat y Miseor solamente porque era rica, sino que, el hecho de serlo le impuso el loable deber de compartir su dinero con las Iglesias pobres. Se trata, pues, más bien de una alabanza.

2.º En cuanto a las fuentes de prensa según las cuales incluso algunos obispos alemanes se habrían alarmado de la posible y probable connivencia de la CIA con las organizaciones apostólicas que la Iglesia alemana financia en América Latina, se refiere a varios periódicos y revistas españoles de hace aproximadamente un mes, que recogieron las noticias. Concretamente Vida Nueva, en su número 112 de 7 de enero de 1978, en su página 36, da cuenta del memorándum, de más de ochenta páginas, firmado por destacados teólogos alemanes, que acusaban a Adveniat de utilizar el dinero recogido en contra de proyectos pastorales de carácter liberador. Entre los firmantes del memorándum destacan Rahrier y Metz, entre los católicos, y Moitmann, Gollwitzer, Kaesemann, entre los protestantes. Allí también se insiste en la inquietud que producen las relaciones entre la dirección de Adveniat y el jesuita Roger Vekernans, que, según revelaciones de la prensa, recibe fuerte suma de la CIA (The Washington Star 23-7-75; Le Monde, 25, 27 y 28 de julio de 1975). Estas financiaciones americanas y alemanas le sirven para ejercer su influjo sobre numerosos movimientos y organizaciones que sostienen una política imperialista (Il Regno, Bolonia, número dos de 1978, páginas 13 y ss.).

3.º El hecho de que yo haya dicho que «incluso algunos obispos alemanes se han alarmado por esta posible y probable connivencia de estas organizaciones con la CIA», si no correspondieran a la verdad (cosa que yo dejo a la prensa que dio la noticia), no puede en ningún caso considerarse calumnioso, sino más bien lo contrario, ya que la ignorancia por parte de los obispos alemanes en este aspecto podría interpretarse de dos maneras: o por un desconocimiento de sus propias obras o -lo que es peor- por un asentimiento, más o menos tácito, con este tipo de colaboración. En ambos casos la imagen pública de los obispos alemanes sería muy desagradable. Por eso sigo creyendo que al memorándum de los teólogos se ha adherido más de un obispo.

4.º Mi afirmación sobre la pobre impresión que en mis viajes por Centroeuropa me dieron las espléndidas casas rectorales la mantengo, porque fue una realidad. Y no solamente yo pienso así, sino la multitud de emigrantes españoles e italianos con quienes he tenido ocasión de hablar sobre el tema en numerosas ocasiones y en puntos diversos. Con ello lógicamente no hago una condena general, sino expreso mi tristeza por la erosión que el dinero y el bienestar pueden producir en los propios ministros del Evangelio.

En todo caso, si en algo he herido la sensibilidad de mis compañeros católicos alemanes, pido excusas por ello y no obstante es precisamente mi buena amistad con tantos amigos alemanes la que me da alientos para ayudarles en su difícil lucha por recrear una Iglesia con rostro liberador, cosa mucho más difícil en la próspera RFA que en la pobre y problemática España.

Todo esto nos obliga a los teólogos a plantearnos el dificilísimo y enojoso problema que el marxismo nos impone apremiantemente: ¿La lucha de clases pasa también por la misma Iglesia? No es hora de responder a esta pregunta, pero los teólogos españoles, alemanes o latinoamericanos no quisiéramos dejar de coger el toro por los cuernos. Es la única manera de salir de una duda tan lacerante.

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