"No estoy en contra de las libertades de ninguna región española"
Josep Tarradellas acaba de cumplir 79 años y sus primeros cien días como presidente de la Generalitat de Cataluña. Por real decreto ley, Tarradellas recuperó el pasado mes de octubre, de forma efectiva, una presidencia de la Generalitat que ya le había sido concedida antes, en 1954, por el Parlamento catalán, reunido en la embajada de la II República española -en Ciudad de México. En una extensa conversación mantenida por Alfons Quintá, delegado de EL PAIS en Cataluña, Tarradellas aborda algunos temas que, como él afirma, no había tratado nunca, hasta el momento, de forma pública. Se reafirma republicano, pero reitera su total adhesión a la Corona, cuyo papel positivo en la recuperación de la autonomía catalana no deja en ningún momento de resaltar. Afirma también su deseo de mantenerse -en una actitud muy degaullista- por encima de los partidos, al tiempo que, no obstante, no esconde sus convicciones políticas personales. Unas convicciones que no coinciden con el resultado exacto de las elecciones legislativas del 15 de junio en Cataluña.
EL PAIS: Una de las características de la actual vida política catalana, puede ser el que ésta ya no sea tan diferenciada de la española como lo era en el pasado. ¿Cómo ve usted la conjunción o la coordinación o interrelación entre la vida política catalana, estríctamente catalana, y la vida política española, así como la participación de los catalanes en la vida política española?
Josep Tarradellas: A pesar de que todos los partidos catalanes defienden los derechos de Cataluña; a pesar de que forman parte del Gobierno de Cataluña; a pesar de que reivindican siempre nuestros derechos; es evidente, que no se puede comparar, que no tiene nada que ver, la actual representación parlamentaria de Cataluña con la minoría que había en el año 1931.
Antes había una sola minoría, todos los diputados, tanto de derecha como -de izquierda, habían elegido como jefe de la misma al presidente Lluis Companys. Y hoy en día esto no es posible, no es una realidad, hay diferentes minorías que están ligadas, unas al Partido Socialista, la otra al Partido Comunista, la otra a UCD, y los otros diputados que no forman parte de estas minorías. Realmente hoy no se posee el peso que tenía la antigua minoría y por eso en la discusión de nuestro Estatuto y de las enmiendas que se presentaban a la Constitución será muy difícil que Cataluña las pueda ver triunfar porque siempre han estado supeditadas a la voluntad de los partidos, los cuales, ya están ligados por pactos pero que, con todo, no son bastantes fuertes para imponer su voluntad. Por tanto, no tiene nada que ver, a mi entender, lo que era antes la minoría catalana con lo que son las minorías catalanas de ahora. Naturalmente, con relación a las actuales, no quiero hacerles el desfavor, todo lo contrario, de pensar que no defenderán con entusiasmo y patriotismo nuestros derechos, pero es evidente que están más condicionados que en el año 1931.
EL PAIS: ¿Qué implicará esto en el momento en que se haya de discutir en las Cortes el futuro Estatuto de autonomía? ¿Cómo se han de coordinar las fuerzas políticas catalanas y la Generalitat con esta defensa de la autonomía en las Cortes?
J. T.: Puede ser, tal vez, que con lo que diré, no sitúe la realidad de lo que pasará, pero me parece que al discutirse el Estatuto, la situación de España habrá cambiado bastante. Veo un poco difícil que el Estatuto de Cataluña puede ser discutido de acuerdo con el actual borrador de Constitución y con las enmiendas que se aporten al mismo. Me parece que la situación del país, muy posiblemente, obligue a ir a otras elecciones legislativas y serán éstas las que, en definitiva, implicarán la línea de conducta en relación a los estatutos de autonomía de España. Pero si no fuese así, si de esta Constitución actual naciese un Estatuto, es evidente, que el Estatuto de Cataluña no sería el de 1931, ni mucho menos, y tal vez sería menos. Pero el hecho de que sea menos no quiere decir que en el orden de eficacia sea menos.
Creo que el Estatuto de Cataluña como pasó en el 31 y como pasará ahora -depende más de nosotros que de las propias delegaciones de poder que se nos transfieran. En ciertos momentos Cataluña tuvo atribuciones que no estaban en los estatutos, las tuvo antes. Es evidente que si nosotros efectuamos una transferencia de poderes de las Diputaciones a la Generalitat y estas transferencias de poder realmente son eficientes al país, si las atribuciones que nos da el Estado las aplicamos mucho mejor que el propio Estado, tendremos otras atribuciones que en este momento quizá son impensables.
Por otro lado, el Estado, aparte de los problemas de orden público y de justicia no pondrá demasiadas dificultades en transferir a Cataluña las correspondientes atribuciones porque hemos demostrado lo largo de la historia, no ya en la primera Generalitat sino también durante la Mancomunitat, que tenemos unas capacidades de organización y de realización que el Estado no tenía aquí en Cataluña y por tanto parece que nosotros podemos obtener beneficios más positivos para nuestro país.
EL PAIS: En definitiva, esto quiere decir, que usted da una importancia extraordinaria a todo el proceso que lleve a cabo en estos primeros meses la Generalitat provisional que usted preside. Es decir, si ésta es eficaz en su labor, ya no habría impedimentos importantes en el camino hacia la total autonomía.
J. T.: Es exacto, esto ya está pasando ahora. La Generalitat es vacía de contenido, esto ya lo sabemos Sus facultades de gobierno son nulas, la manera de que nosotros podemos actuar es muy débil. Pero ya se produce un hecho significativo, el hecho de que a pesar de que teníamos este hándicap en nuestra posición, nos encontramos con que la fuerza moral que representa la idea de la Generalitat tiene una gran resonancia en el país. Hemos visto últimamente, en Barcelona, que se han producido problemas graves, como por ejemplo el de Catalana de Gas y otros problemas de orden social, sin que la Generalitat tuviese ninguna facultad coercitiva sino solamente la presencia. Pero aquellos problemas se han resuelto, otros problemas se van resolviendo y otros problemas se resolverán, si nosotros continuamos con esta unanimidad de pensamiento, si los partidos continúan su línea como han hecho hasta ahora y el Gobierno de la Generalitat actúa preparando ya el futuro de esta Cataluña de mañana. Todo ello data una gran autoridad, fijese bien, que, hoy en día, muchos ministros, subsecretarios, personas importantes del Gobierno de Madrid han pasado por Cataluña, y han afirmado que no se hará nada en Cataluña sin que la Generalitat sea antes informada.
De estos cuatro meses que estoy en la Generalitat he de hacer solamente elogios al Gobierno central porque respecto a las cosas más importantes que han pasado en el Estado, han tenido la amabilidad de informarme, sea, a través del presidente del Gobierno, o bien a través de sus ministros, cosa que agradezco profundamente y que demuestra la confianza que se tiene en que Cataluña sea un elemento que permita estabilizar en el país un régimen que dure muchos años y que sea lleno de posibilidades.
EL PAIS: Usted habla de la extraordinaria trascendencia que tiene este período preautonómico se supone también que esta gestión preautonómica será muy marcada por el carácter presidencial de la actual, y también de la anterior Generalitat, ¿cree que ello tendrá un reflejo a nivel electoral, a nivel popular? El 15 de junio hubo una mayoría marxista, en algunas grandes ciudades de Cataluña, concretamente en Barcelona. Usted no representa, en absoluto, este mismo ideario. ¿Cree usted que las próximas elecciones darán una mayoría en Cataluña que podría ser sustancialmente diferente de la obtenida el 15 de junio?
J. T.: Yo creo que será así. Que habrá una mayoría diferente.
EL PAIS: ¿Muy diferente de la del 15 de junio?
J. T.: Muy diferente, no. Será muy diferente en algunos lugares y en otros no, pero es evidente que las elecciones del 15 de junio, si hoy se repitiesen, no darían el mismo resultado. En todo caso, las elecciones del 15 de junio representaron una gran victoria, no de los marxistas, sino de toda Cataluña, porque, en definitiva, las fuerzas marxistas, las fuerzas de izquierda, defendieron los mismos tres principios: instauración de la Generalitat, estatuto y retorno del presidente Tarradellas. Por tanto, no había diferencias sobre este particular, pero dentro de las diferencias que hubo entre los partidos de derecha y de izquierda había algo que era más importante que los principios que defendían: eran unos sentimientos catalanes, y estos sentimientos fueron repartidos entre todos. No creo que unas nuevas elecciones comporten una victoria tan completa para determinar fuerzas como las del 15 de junio¡ Quizá me equivoco, pero, en definitiva, hemos de tener en cuenta que las fuerzas marxistas en Cataluña se han comportado hasta ahora como las otras fuerzas que no lo son, y esto es digno de todos los elogios, al menos yo los hago constantemente porque no he tenido ninguna dificultad con ellas.
EL PAIS: Usted ha aludido un poco de pasada al gran problema que tiene planteado toda España, así como Cataluña: el problema de la alternativa política. En España hay una fuerza con mayoría, que es UCD, y hay una fuerza que se define ella misma, y objetivamente lo es, como «alternativa de poder», que es el PSOE. ¿Cree usted que, en el futuro, la posible alternativa de poder en Cataluña será muy parecida a la alternativa de poder que haya en España?
J. T.: Es muy difícil de definir este tema. A mí me parece, a pesar de todo, que en Cataluña los problemas que tendremos de todo orden, los problemas de la política social, económica y financiera del país, obligarán a una política de unidad nacional catalana como hasta ahora. Las elecciones municipales, naturalmente, pueden tener una repercusión importante en la política de ciudades como Barcelona, o como Hospitalet, o Sabadell, pudiendo cambiar la estructura de estas ciudades. Pero la política general del país será una política de unidad
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