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Hacia la instistucionalización de un mando militar y otro ejecutivo del "frente de firmeza"

La «cumbre» árabe opuesta a las iniciativas del presidente egipcio, Anuar el Sadat, ha recuperado su unidad aparente con la llegada a la capital argelina del presidente libio, Muamar el Gadafi, y el líder del Frente Popular para la Liberación de Palestina, Georges Habache. La «cumbre» argelina ha crecido, por otra parte, en interés político al perfilarse un plan de acción que incluye la institucionalización política de un mando militar y otro ejecutivo, así como la creación de un fondo común de ayuda y de un aparato de propaganda.

Estas decisiones, según informaciones de última hora, se refieren a la institucionalización de cuatro medidas importantes que serían las siguientes:1. Creación de un «mando supremo político-militar» a escala de jefes; de Estado.

2. Un «mando general ejecutivo», a escala de ministros de Asuntos Exteriores.

3. Creación de un «fondo común» destinado a ayudar en todos los planos, y fundamentalmente en materia de armamentos a la resistencia palestina y a los países miembros del frente.

4. Creación de un organismo de información y propaganda destinado a promover, en los planos interior y exterior, las ideas dominantes que inspiran el frente de la firmeza, opuesto a toda negociación directa con Israel y a toda «injerencia» del imperialismo, tanto en el Oriente Próximo como en el Magreb.

Aunque no participa en la conferencia, el presidente iraquí, Hassan el Bakr, ha dirigido una carta personal a su homólogo argelino, Huari Bumedian, en la que explica la posición de su país con respecto a Siria y la cuestión palestina. Todo da a entender que tras la adopción de una declaración política de carácter general el «frente de la firmeza» concluirá este segundo encuentro de sus dirigentes con un limitado abanico de decisiones concretas, en el plano militar, a la vez que se consolidará el papel de Yasser Arafat al frente de la resistencia palestina.

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Las dudas que parecían mantener Arafat y Habache con respecto a la oportunidad del encuentro de Argel y el extraño comportamiento del coronel Gadafi, aquejado de una súbita enfermedad, habían hecho planear la incertidumbre sobre el nivel de la conferencia, cuyo inicio tuvo que atrasarse varías horas. Al final, la insistente voz de los argelinos, que veían peligrar su prestigio, dio el resultado apetecido y la «cumbre» pudo recuperar su ritmo de crucero con la llegada de Gadafi y Habache, que aquí se interpretó como un acto de sometimiento a Arafat, por parte del segundo y como la voluntad de no hacer zozobrar la conferencia, en lo que se refiere al presidente libio.

Los conciliábulos se desenvuelven bajo una tónica moderada, que confirma la disposición tomada por Argelia en el sentido de abrir las puertas del frente a los regímenes moderados árabes. Para ello sería necesario que Irak dejara de insistir en su propia trayectoria, mucho más radical sobre el papel que la de los cinco participantes a la reunión de Argel. A ese respecto, la carta del presidente iraquí a Bumedian ha sido calificada por el ministro de Asuntos Exteriores argelino, Abdelaziz Buteflika, como «un alemento de clarificación» que podría comprometer a Bagdad en las decisiones que debe tomar esta segunda «cumbre».

El presidente egipcio es considerado por los argelinos como el principal «perturbador» de los esfuerzos de paz iniciados por la comunidad internacional.

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