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Fuentes de alimentación energética

Una vez colocado en órbita, cuando el satélite se halla girando sobre la Tierra, no actúa sobre él fuerza alguna, salvo las ya mencionadas de la fuerza centrífuga y peso. Desde ese momento sólo es necesaria una fuente de energía para el funcionamiento de los distintos aparatos.El combustible se reserva para cuando se inician las operaciones de vuelta a la superficie terrestre, cambios de órbita, etcétera. Como dato curioso, se puede describir el hecho de que el más leve impulso que se produzca tiene consecuencias de enorme duración y proyección. Un simple muelle, por ejemplo, se emplea muchas veces para apartar la última fase del cohete del satélite, una vez puesto éste en órbita. Por la ley de la inercia, de Newton, mientras no actúen fuerzas sobre un objeto éste mantiene indefinidamente su estado de reposo o movimiento. El más leve impulso del muelle o pequeños explosívos que a veces se instalan, desencadenan un movimiento de alejamiento indefinido que se prolonga a lo largo de millones de kilómetros si no se ejercen otras fuerzas. En la Tierra esto no sería posible, ya que el leve impulso que desplaza un objeto es rápidamente contrarrestado por otros factores: peso, rozamiento, etcétera.

Más información
Entrar y salir de órbita, complejas operaciones técnicas

Tradicionalmente, la energía que requiere el satélite para el funcionamiento de los aparatos que lleva en su interior, es obtenida mediante células solares colocadas en grandes pantallas que se despliegan al entrar en órbita.

Sin embargo, en el mes de diciembre de 1963 se supo que Estados Unidos había puesto en órbita ,un satélite alimentado por energía nuclear. Esta fuente de energía está plenamente justificada por razones de autonomía, o bien cuando se trata de objetos que no van a girar sobre la Tierra. Este es el caso de los satélites interestelares que se alejan constantemente del Sol, por lo que la energía captada por metro cuadrado en el panel solar va disminuyendo constantemente. Este sisterna ha sido empleado en las recientes naves Viking, viajeras a Marte; o en el caso del satélite Pioner, rumbo a Júpiter.

Se trata, en estos casos, de un pequeño generador nuclear, carente de peligro alguno, según explica a EL PAÍS Louis Neel, investigador francés, premio Nobel de Física en el año 1970. El señor Neel dice que «se trata de generadores nucleares poco mayores que los que a veces emplean los cardíacos. Su caída no plantea problema grave alguno».

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