Tomar el nombre de Sodoma en vano
Mercedes Salisach, muy reciententemente premio Planeta con La gangrena, no ha variado mucho en su nueva novela ni la materia ni el paisaje acostumbrado de su amplia narrativa, que pasa de la decena de novelas desde 1956, que, en definitiva, versa sobre la burguesía generalmente barcelonés y de diversos estratos sobre el paisaje catalán, ciudadano, campestre o litoral. En la novela Viaje a Sodoma, últimamente aparecida, el foco se concreta y se ratifica más en cierta manera. El paisaje de algún lugar de la Costa Brava aparece invariado, pero los habitantes de su novela se diversifican en cuanto se trata, hasta cierto punto, de gente rara, de costumbres un tanto liberadas y, además, contempladas en su vivir desde los ojos de un niño. Parece como si la novelista hubiese con ello querido distanciarse de los personajes para sorprender en ellos su extravagancia.Es una buena intención y parece, en no pocos momentos, que va a salir airosa y ofrecer en este aspecto de procedimiento una variación, generalmente de carácter ético, sobre el aspecto humano dominante en la mayoría de sus novelas que, además, como si fuese tiñéndose de la mayor permisividad de la vida social de los últimos años, se iba radicalizando, penetrando en el realismo narrativo, ciertamente matizado, de la escritora, pero realismo al fin y al cabo. La introducción de un niño de seis años como principal personaje de Viaje a Sodoma coloca sobre la mirada realista, aunque comedida -Mercedes Salisach no ha sidojamás cruda ni tremendista- el cristal mágico de los ojos infantiles a los que la realidad ambiente, no poco corrompida por la promiscuidad de la vida en su tomo, comenzando por la de su propia madre, divorciada, le va llegando con una refracción de cuento, con brujas, hadas, piratas, marcianos -más bien venusinos- que hallan coherencia en la fantasía que los demás le respetan, aunque se quiebre aquí y allá con agudos lancetazos de realidad.
Viaje a Sodoma
Mercedes SalisachEditorial Planeta Barcelona, 1977
La novela historia, en definitiva, es una revelación y se mantiene intermedia entre la fantasía infantil y la realidad que le rodea. El programa narrativo parece sugestivo en principio, pero a condición de que ello no le obligue a la autora a pisar un terreno falso en muchas ocasiones. El comienzo, el planteamiento entre Jacobo y el mundo que lo ha producido y acondicionado es prometedor, siempre que cada término ocupe un p1ano aceptable. Pero el universo infantil se diluye en candor y fantasía un tanto bobalicona, y la pintura de la Sodoma y Gomorra que le rodea en el clan de Can Boig resulta no menos irreal y candorosa, aunque flote en el conjunto algún pederasta, alguna lesbiana y varios parásitos.
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