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El primer ministro francés considera "no afortunada" la declaración norteamericana

El Gobierno francés, en veinticuatro horas de intervalo, ha matizado su opinión sobre lo que la mayoría de los franceses considera una injerencia «del Gobierno americano en Italia», al prohibir la participación de los comunistas en la dirección de este último país.

En Francia, que ya vive la campaña por los comicios legislativos de marzo inmediato, la cuestión se ha convertido en un tema electoral importante: los socialistas, como los comunistas, condenan a Estados Unidos, pero el PCF arremetió, por igual, contra el presidente, Valery Giscard d'Estaing, y contra el líder socialista, Francois Mitterrand.La advertencia americana a los italianos e, indirectamente, a los demás pueblos de la Europa mediterránea, contra la eventual influencia de los partidos comunistas en el Gobierno de estos países se ha convertido rápidamente en un tema de controversia electoral que enfrenta en Francia a la derecha y a la izquierda, y a las dos componentes de cada una de ellas entre sí. Algunos observadores, por su parte, subrayan que, paralela a la intervención de los norteamericanos en la política italiana, se ha producido una nueva ofensiva de la URSS contra el eurocomunismo.

La «injerencia» americana, del jueves de la semana pasada, ya alteró la sensibilidad nacionalista de los franceses, pero lo que anteayer atizó el fuego fue la reacción oficial, cuando el Ministerio de Asuntos Exteriores, en un comunicado, anunció que «no consideraba anormal» la declaración de Washington. Los comunistas reunieron inmediatamente su buró político para declarar con solemnidad que, desde hace muchos años, «nunca Francia se había colocado tan deliberadamente bajo la tutela americana». La independencia nacional, caballo de batalla de los gaullistas, también se sintió herida; el Partido Socialista (PS) condenó la intervención de Norteamérica como «inadmisible». Y, ayer, ante la avalancha, el primer ministro, Raymond Barre, parece se vio forzado a matizar la postura oficial del día anterior, afirmando que «el pueblo francés tiene derecho a realizar libremente la elección que le convenga, para lo mejor y para lo peor», añadiendo que consideraba «no afortunada» la declaración de Estados Unidos.

La hoguera que ha levantado este problema arreció ayer, en el campo de la oposición de izquierdas, con la violenta reacción de los comunistas, a quienes los americanos han proporcionado un elemento de refresco para arremeter con igual fuerza contra el giscardismo y contra el Partido Socialista. La complicidad entre el presidente de la República, Giscard d'Estaing, y el primer secretario de los socialistas, Mitterrand, le parece evidente al PCF, puesto que ambos «pidieron apoyo electoral al presidente Carter».

Los socialistas consideran que el PCF amalgama los problemas y se defiende como puede. A los comunistas les aseguraron que, en caso de victoria de la oposición, en marzo próximo, «nuestra única hipótesis de trabajo consiste en formar Gobierno con la participación de los comunistas».

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