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Se reaviva el debate sobre el racismo en Gran Bretaña

Las declaraciones de un juez en un caso de racismo, que no consideró ofensivas en sí mismas las palabras nigger, coons, y wogs, términos todos ellos despectivos aplicados a los inmigrantes de color en Gran Bretaña, ha desencadenado una virulenta reacción política e informativa que puede poner en tela de juicio la aplicación de la ley contra la discriminación racial.

El propio primer ministro, de visita en la India, se vio obligado a reafirmar desde Nueva Delhi que no hay y no habrá discriminación en Gran Bretaña. Sesenta diputados laboristas, encabezados por el ministro de Energía, Anthony Benn, exigieron la inmediata dimisión del juez Neil Mackinnon, alegando que su comportamiento es una «afrenta a los derechos humanos y un peligro para las relaciones interraciales».

El fiscal general del Reino y el lord canciller han pedido una transcripción del caso, visto en la sala criminal de Old, Balley el viernes pasado, por si procede la remoción del juez, sólo posible en Gran Bretaña en caso de incapacidad o mala conducta probadas.

El juez Mackinnon, de 68 años, nacido en Australia, declaró que no sentía «ningún tipo de hostilidad hacia ningún miembro de la comunidad negra en Gran Bretaña». En su recapitulación del proceso contra John Kingsley, un ex líder del partido racista Frente Nacional, al que se acusaba de haber incitado a la lucha racial en uno de sus mítines; del que las palabras citadas formaban parte, el juez afirmó que estos calificativos no son en sí mismos ofensivos incluso a la luz de la ley de relaciones raciales vigente, y añadió que él mismo había sido llamado negro en sus tiempos de colegial.

Ayer, miembros de la Liga Antinazi hubieron de ser desalojados de Old Bailey por la policía, después de que abuchearon al juez desde las galerías para el público y gritaran que en Gran Bretaña «no hay justicia para la gente de color».

Contradicciones

Mientras abogados y procuradores negros anuncian su intención de boicotear al juez Mackinnon, el secretario de la Asociación para el Control de la Inmigración le ha escrito felicitándole «por su vigorosa defensa de la libre expresión». Por encima del destino profesional del señor Mackinnon, la anécdota ilustra las contradicciones entre las formulaciones políticas y la realidad de un país que contempla con miedo cómo crece el número de los inmigrantes de color, la mayoría de ellos procedentes de ex colonias británicas. Contradicciones que llegan, incluso, al Parlamento, donde hace unos días la líder conservadora Margaret Thatcher decidió en el último momento que su partido no se Integraría por ahora en un comité interpartidista contra la discriminación racial, del que forman parte laboristas, liberales y organizaciones eclesiásticas, estudiantiles y de inmigrantes.Los sindicatos, por su parte, han anunciado que preparan un amplio informe sobre la violencia racial en Gran Bretaña, que no cesa de aumentar. La policía londinense, daba cuenta el mes pasado de la escalada de desmanes contra asiáticos residentes en la capital británica.

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